En vísperas del próximo heidimo neonazi nos cuentan desde sus páginas oficiales el sublime grado de estupidez política que los aglutina. Dan conmovedoramente risa. Pero requieren, como carne de cañón arriada para fines que aceptan con candidez y simpleza beligerante, una conducción política más seria. Hasta ahora, con el mamarracho desvariado de Lanata, no van ni a la esquina. Puro circo. Playito. Sin densidad. De una torpeza cachivachezca.
Pueden llenar un montón de plazas contra la negrada y el pobrerío pero en la medida en que no jueguen a mayor amplitud de clase -lo cual implica democratizarse, cosa imposible por ahora, dadas sus limitaciones cívicas e intelectuales- quedarán acotados a ser los amanuenses de una bufonería que no comprenden.
-Hacemos este cacerolazo por que no queremos a Moreno! Pero no somos golpistas- me dijo, tierna, una señorita exuberantemente cheta, por Twitter. Con evidentes problemas para la comprensión de textos.
-Sos Miami, pendeja.
Le respondí. Y me autocito. Gozoso.
Ególatra.
Pero la cosa quedó ahí. Con tan poco.
No, no creo que se pueda establecer un diálogo con los cánditos heidistas que marchan con svásticas. Váyanse a la mierda. Háganse cargo, la derecha hipócrita, se lo que desatan.
La representación, como idealización práctica del institucionalismo, tiene, muestran los portadores sanos de anti institucionalismo, los cacerolos, sus limitaciones.
Habrá que aprender a convivir con los neonazis de una derecha dura que no encuentran contención en el sistema democrático. Que les queda grande. Que buscan elaborar, de sus postulados guerreros y crueles, un nuevo sentido común. De ultraderecha. Pero con la sonrisa cómplice de quien es ultrabanana. Que, aclara, "yo de esto no entiendo nada pero hay que matarlos a todos".
El heidismo.
El residual y el emergente.
Quizás se amplíen y en el camino vayan encontrando carriles de menor violencia simbólica, de menor idiotismo; por ahora, tal cosa no ocurre.
Ernestina Herrera de Noble es La Cautiva.
Hay un malón de indios que la toma prisionera.
Brian, a los efectos narrativos, puede hacer de Héctor Magnetto. Y entrecruzar la cuestión, en La Cautiva, de los hijos. Y las infinitas superposiciones de miradas civilizatorias. Miradas de peluquería, con pretensiones de totalidad. Sentidos comunes en ciertos y privilegiados círculos sociales. Con sus infaltables merodeadores, alrededor de la jaula, buscando eso tan grato que es pertenecer. A la jaula. Mendigando en las puertas del Club Social.
El Indio, llamado, asquerosamente, con distancia racial, El Indio, bien cabe para CFK. Porque el Indio es odioso cuando se sale de su casillero y se empodera. Cuando hace lo impensable: se transforma, del otro, de ese infierno que son los otros, en uno.
La Cautiva no es lo más conocido de Estéban Echeverría (un partido del conurbano, de las tolderías, paradojalmente, aloja su nombre). Y menos aún estudiado es el Dogma Socialista, del mismo autor. Una tradición elitista, vanguardista, alejada de cualquier encarnación real (perdón por el uso marxista del término) es un sujeto popular. Representante de la brillante Generación del 37, Echeverría trascendió por su fina escritura y sus ideas raciales. Enfrentada a la potencia bárbara de Rosas, la Generación Literaria del 37 se desperdició en el exilio de los antipopulares, en Montevideo. La ciudad que expulsó a sus mejores exponentes. Y lo sigue haciendo.
El Matadero.
Eso es lo más conocido y estudiado de Echeverría. Juan María Gutierrez lo incorpora, más tarde, a las obras completas de Echeverría. Paladín del romanticismo -como escuela estética- argentino. Aunque entonces, Argentina, no había sido fundada. Aunque ya sí fundida. Obra fundante, El Matadero -en ésta página de Clarín se puede leer- junto con Facundo, la novela de Sarmiento; del criterio, de persistente validez para una mirada crítica, del eje civilización y barbarie. De esa excursión a los indios ranqueles, la fascinante novela de Lucio V Mansilla. Se puede leer en PDF acá, un formato, además, de fácil impresión.
En la Biblioteca Virtual de Clarín se puede leer el Facundo (Horacio González, director de la Biblioteca Nacional, tiene el buen gusto de no leer mi blog, como la mayoría de los seres humanos que habitan esta tierra, esta patria y este barrio. Sino sería lindo decirle que hay que avanzar en las plataformas digitales para la literatura argentina. Alguien podría sugerirle eso. Voy a contar algo: Horacio González me ha felicitado, cuestión que para un vanidoso irremediable como yo es perfectamente natural excepto que siempre es poco, por cosas que he dicho en la TV. Cosa que me sorprendió. No lo hacía a González viendo TV, sino más bien, leyendo. Y mi blog, modestias aparte que me hacen estornudar, es muy leído. Pero en general, en el gobierno, solamente por los funcionarios más jóvenes. Hay una cuestión generacional, cierto. Pero también, hay una cosa insidiosa, abusiva, con la prensa tradicional. Una obsesión poco correspondida. Y ni que hablar, pero no es el caso de González, con la TV. Es una lectura correcta del mapa de medios predominante. De cómo se genera influencia. De cómo se organizan los conceptos que luego hacen al debate político. Pero es una mirada pequeña, que contrasta, con los funcionarios más jóvenes o el periodismo, hoy encumbrados, que tienen, sí, un panorama más amplio y sofisticado; razón por la cual disfruto psicopateándolos, je. Bueno, todo este comentario iba a que Clarín, como burguesía nacional, concentrada y rentista, avanzó, antes que el monopolio mundial de Google, en la digitalización de clásicos de la literatura nacional: el estado, la Biblioteca Nacional, nada ha hecho y está en mora en este aspecto. He dicho)
Los expertos estatales y privados, que portan la legitimidad estatal del monopolio de la violencia, de Inteligencia están de punta contra el gobierno y se sienten amenazados. Las fuerzas armadas, ni más ni menos. Trajes de fajina. Discursos brutales. Amenazas apenas veladas.
Las pancartas neonazis se permiten humoradas que descalifican la gravedad de la situación.
Los estudios jurídicos que las defienden, los estudios jurídicos y contables que hacen cursos de elusión impositiva y tribunalicia para la oligarquía. El entramado de la oligarquía que está espontáneamente inclinada a la desestabilización, parafraseando a Rodolfo Walsh.
Se conjugan demasiados elementos, coincidentes, articuladores, condensados.
No es joda.
Las autopistas virtuales del Cacerolindo, como la autopista de Cortázar, está estancada. En un atolladero. Largas filas. Muchedumbres que opacan ese dato inútil, para nosotros tan de cabotaje, del pronóstico del tiempo: la visibilidad. Y conviven, se pelean, en la autopista que no avanza. Van creando su propia realidad fantasmagórica, atrapante, paranoica. Cierta psicosis de urgencia les patea el culo. Tienen sus códigos salvajes de convivencia. Sus capillas. Su relato. Y, naturalmente, sus maneras de alimentar y retroalimentar su relato.
No es mirando únicamente a Clarín, sino al Banco Central, como se sale de éste atolladero.
Fin del comentario.
Las redes sociales se autopresentan, en la épica ultramontana, como su teatro de operaciones. Es el reverso, desgastado, del Teatro de la Crueldad. No sorprende. No toca ninguna fibra íntima. No llega ni a la esquina. En El Teatro y su Doble, Antonin Artaud, se quedó, quién lo diría, corto en sus postulados. Quizás una versión más radicalizada del Teatro de la Crueldad, la de Martin McDonagh, sí remita a los Cacerolindos; a escenas de violencia física y simbólica de las cavernas donde los neonazis miran sus sombras, creyendo, platónicos, mirar y temer el mundo entero.
In-Yer-Face podrían decirle a los cronistas de 678 golpeados. O cuando cantaban a la presidenta "andá con Néstor, la puta que te parió". O con sus svásticas. Soslayadas.
La marcha de las svásticas tiene ecos del Corpus Cristi. De antesala.
Probablemente, la crisis militar occidental, con los empantanamientos de Irak y Afganistán, con la Libia masacrada por el Premio Nobel de la Paz, la Unión Europea, la crisis militar que derivó sin conexión aparente en crisis financiera, continúe un par de años. Hasta que la junten en pala y se vuelva socialmente intolerable. Y aflojen. En el "primer mundo". En los estados industrialmente criminales.
Y Sudamérica, sin revertir con contundencia los factores productivos estructurales, tenga, siga teniendo, un intercambio favorable. Altos precios de materias primas. Y se vaya, lentamente, consolidando, como en Argentina, una industria liviana, mano de obra intensiva.
El eje, entonces, en la dinámica nacional, no pasará por la desigualdad, lamentablemente. Aunque ha sido acortada. Pasará, de acuerdo al cuadro de relaciones de fuerza, por un esquema sindical escueto y la voracidad rapaz de una clase dominante que es incapaz de ejercer como clase dirigente. Burguesía nacional, contate otra.
Los paradigmas económicos imperantes tienen alto consenso y por ahora, aunque todo parece indicar que se extenderá al mediano plazo dada la brutalidad con que el sector más retrógrado de la derecha se posicionó como conducción de la oposición al gobierno, los conduce el kirchnerismo.
No hay riesgos, hoy, en las urnas para las políticas sociales. Ni los mecanismos -poco audaces- de distribución del ingreso, no de la riqueza.
Los riesgos están en las svásticas, en la ultraderecha, ultramontana y ultrabanana que golpea sobre la línea de flotación de la democracia y el estado de derecho.