El sencillo arte de matar

Guenos días inmobiliarios e inmobiliarias, como es de público desconocimiento, hemos arribado, juntitos, lectores y lectoras, al octavo año consecutivo de la existencia de este blog; que como para poco mérito, ha acompañado en forma diaria a miles de personas. Algo difícil de comprender como creación solitaria, después de tantas cosas sucedidas. Pero es así nomás. Y nunca decrece. Por el contrario. Aumenta. La cantidad de lectores.
Mi objetivo es terminar 2014 con 100.000 visitas diarias.

Sepan disculpar, desde ya, mi persistencia y molestísima presencia, pero tengo pensado, así como al pasar, vivir unos 60 años más, oh, sí, hasta ahí nomás, 96 años me parece suficiente; y joder sin falta todos los días, perfeccionar, hasta lo imposible, mi vanidad y seguirme cagando en las opiniones interesadas en construir un mundo mejor que prescinda, sencillamente, de mí. 

Lamento comunicar que arranco un gran año. Dejando de lado muchas cosas y empezando una nueva etapa: haciendo los proyectos más alocados que desde hace muchos años tengo como norte. Casi todas mis actitudes han estado dirigidas a ese horizonte que, como todos los horizontes audaces, parecía tiernamente improbable y acá estamos. A punto de quemar las naves.
Mi locura es fría, calculada. Tiene la decisión y sedición de un asesino serial. Paso a paso. Hacia un lugar que al resto del planeta le parece una estupidez y en mi corazón hueco cobra una relevancia vital. Lo siento. Es la verdad.  

Naturalemente, contaré de a poco. No es cierto que a nadie le interese. Y tengo un camino con muchos enemigos, que me satisface combatir para ganarles.
En raptos de sensatez suelo aconsejar no romperme las bolas. Dado que algo de cierto hay en eso de que no estoy en mis cabales.
Casi siempre, como todas mis advertencias, llegan tarde. O no son escuchadas.
Que tengan también un buen año. Ojalá se rían. Quienes sean los que desde el otro lado de esta pantalla líquida van leyendo estas cosas.
Buenas noches.
Los quiero a todos.