siempre siempre siempre

Estoy firmando cartas documentos. Voy a hacer juicio al relato. Suena pomposo. Y tonto. Pero hablo en serio. Voy a reclamar lo mío. Como corresponde. Y voy a reclamarlo sin negociar mi escritura. Sin bajar decibeles a cambio de que no me humillen. Sin golpear, con carita de valiente, a los enemigos internos del ala del gobierno que me amaga con salvarme del ostracismo, la injusticia, el desierto. Voy a pelear con abogados contra abogados, en lenguajes ajenos y lejanos, con esa gente rara y peligrosa, pero ellos viven así: como expedientes olvidados, con la misma burocracia imperceptible con la que olvidaron los ideales que algún día nos unieron. 
Voy a perder, pero no voy a perder sin pelear. 
Los que traicionaron las banderas por las que alguna vez luchamos juntos  y luego se hicieron patrones, oportunistas, millonarios, pragmáticos, y me cagaron sistemáticamente y se burlan, desde el mirador más alto del poder, de mí, tienen otras escalas de valores: su táctica es ignorarme. Es una táctica jurídica y política muy inteligente. Con todas las de ganar. Pero algún día el mirador del poder será un tobogán. O no. Pero estén arriba o estén abajo serán prisioneros de su táctica ganadora: tienen esa escala de valores. Esa escala triste de valores. Los soberbios valores del poder, que nadie considera soberbios, porque tienen poder. 
Yo tengo la soberbia del que pelea por sus derechos desde el llano. 
Yo tengo la soberbia de creer todavía en las banderas por las que peleamos juntos. 
 Yo tengo la infinita soberbia, que ojalá conserve siempre, de poder aguantar ninguneos. calumnias, pobreza, burlas, abogados, soledad. 
Yo tengo la soberbia loca de no querer rendirme.

Mandé cartas documentos a Cristina, Hernán Reibel (secretario de Máximo), Olmos (dueño de Crónica), Tristán Bauer (presidente del sistema de medios) y María Seoane (directora de Radio Nacional): exigiendo el fin del trabajo en negro, que me paguen los salarios adeudados, el respeto al Estatuto del Periodista -que debemos a Perón- la pluralidad de voces por las que luchamos, la democratización de la palabra, la aplicación igualitaria de la ley de medios, la puesta en marcha de los medios cooperativos y sin fines de lucro y la plena vigencia de la libertad de expresión.

Puedo ganar guita, me corresponde, después de tantas ilegalidades, humillaciones y negreos. Pero estoy escribiendo este texto para decirles a los pocos o muchos que me lean y crean: no voy a negociar mi silencio. Prefiero perder.