viernes, mayo 30, 2014

Soberbias de mi barrio VI (el fondo del alma)

A Micaela Breque






Mi tesis: la noche empieza, Antonella, cuando te probás un vestido. Y termina cuando empezás, ya levantada vos y el alba, al otro día, con ojeras y remordimientos, cuando empezás a arrepentirte. Una escalera mecánica bajando, calculadamente, la culpa. Hasta el fondo del alma. La noche es eso. Esté o no esté oscuro, la noche es eso. El pedazo de vida que usamos para reconstruir sueños. La clausura de esos sueños. Vuelta a empezar. Circular y melancólicamente.
Todo lo demás son calendarios. Matemáticas del universo, Antonella.
¿El día? Es el entretiempo de la noche. El día está sobrerreglamentado. Sobreinterpretado. Como la noche precisa del poniente y el amanecer.  El tiempo es disciplinar. Convencer al resto de que esas proporciones, clasificaciones e imposiciones, son naturales.
Técnicas de dominación de los cuerpos.
No son cosas naturales. Aunque los poderosos quisieran. Hacer de sus estrategias de control reglas de urbanidad del universo.
La ciencia arrancó así. Contradiciendo la naturalidad del saber religioso para construir una contra naturalidad biológica. Que no tardó en construir su inquisición contra las contra naturalidades.
El alma es un conjunto de frases hechas. Un amontonamiento de cursilerías. Que por mandato cultural nos deben atravesar, haciéndose así verdaderas. No hay nada en el cuerpo. Ni en nuestros mecanismos psíquicos que pueda llamarse "alma". Hay un Manual de Instrucciones Emocionales. Una colección de lugares comunes: los filósofos, siervos eternos de la corona, le daban forma de código de convivencia para que no parezca un código penal y represivo.
El castigo es irracional, dicen los nuevos ricos con ánimos de legitimarse. Como si la razón no fuera un conjunto de procedimientos. Como si la razón fuera lo natural y el resto, lo diabólico, lo excluido que acecha en los bosques entre esotéricas brujas al acecho.
Las 2 de la madrugada: Debería ser temprano. Pero algunos, bah, supongo que seremos muchos en el mundo con la sensación de haber llegado tarde a todos lados. Cuando la fiesta ya terminó. Cuando ya estábamos demasiado viejos. Cuando ya no quedaban vacantes. Es una sensación de mierda. Uno se acostumbra, la va llevando. Como sombrero de pobre. Te vas olvidando que no podés cambiarlo. Que no podés elegir. Y es un cilicio en las bolas. Una torpeza montañosa.

Está haciendo un estofado, Antonella. Lo hace en una sartén. ¡En una sartén! Y sí. Qué se yo. La compró en Alemania. Para mí. Tanto como yo puedo regalarle un botellón de ginebra. Hace sopa en la sartén. Hierve la leche para el café en la sartén. Incluso, calienta el agua para el mate en la sartén. Aunque no toma mate. Es del sur. Y cuando se vuelva y me deje se va a llevar la sartén. Y el perro. Pero el perro va a querer quedarse conmigo.
Cuando hago estofado busco lograr el olor de los guisos de mi abuela.
Se cuecen, los líquidos, desapasionados, alborotados adolescentemente y me rompe las bolas, te juro, no lograr, nunca, ese olor. Algún día lo encontraré. A ese olor.
No quiero, en cambio, buscar el aroma a zapallitos rellenos. Ese aroma de cortinas rosadas lo tengo en la caja fuerte del alma. Lo cuido de imitaciones y falsas esperanzas.
El estofado, es distinto, es como una metáfora que no te sale. El alivio resignado de volver a fracasar con el estofado me hace acordar siempre ese costado que fui domesticando con los años: esas ganas locas de mandar con efectividad  a todos, con capacidad telescópica de herir, ganas de mandar en el momento exacto, caligráficamente exacto, esas ganas putas de mandar a todos a la loca que te parió.
Porque a mí me parió una loca.
Que no se tiñe las canas.
Y me enseñó a luchar. A insistir. Perseverar, incluso, en el error. Pelearla. Aunque la causa esté perdida. Y se burlen de vos. Seguir. Solamente para que en el fondo de tu alma te respeten. Solamente para aprender a vivir. A soportarse. Igual, casi nunca funciona.
Pero qué se yo. Para poder criar nietos con una mirada franca.
Para poder sentarte en el patio bajo la parra a tomar mate. Con la quietud, esa calma falsa de la tregua, resignada, la amargura persistente, subcutánea, de la derrota. De la derrota con las botas puestas.

La vida, qué se yo, quién mierda te enseña algo.
Bueno, sí, hay enseñanzas. Me da mucho orgullo que mi vieja no se tiña las canas, que tenga ropas baratas, que tenga una ética inclaudicable, que haya luchado todas las batallas. Aunque perdió la mayoría.

¿El castigo es irracional? ¿La razón no castiga?
¿No fue la razón la que inventó el gas donde se masacraron judíos, no fue la razón quien creó la picana para castigar a los irracionales? ¿No es la razón la que organizó el castigo de la desigualdad social, de la pobreza, la guerra, las patentes en medicamentos, las cárceles aberrantes, cómo fundamentan los jueces no pagar impuestos, con la irracionalidad, acaso; apelan a la irracionalidad para zafar del castigo de no pagar impuestos?

Cuando me acusó, no sé, sonó tan raro. Primero. Tan triste, tan profundo. Me acusó, así, secamente, de perdedor. Y me dijo, una antigua novia de hace mil años que hoy reencontré con ese respeto que uno tiene, elegancias de barrio, por la inutilidad caballerosa de la nostalgia, me dijo.
Cuando me acusó de perdedor yo  no entendí. Me dolía la piña que me había pegado en el ojo. Y las tres cuadras antes donde me dijo, me gritó, que me baje de su auto. Hasta para trasladar el cuerpo había propiedad privada. Y yo tan tonto. En mis mundos. Esos mundos que escribo, en libros que no publico, sobre los perdedores.
Como un homenaje a estar vivo.
Como una resignada y serena derrota teniendo razón.

Nos moriremos antes que ustedes, nosotros.
Los del montón.
Nosotros nos moriremos antes que ustedes.


Mientras resuelven la extensión que deben tener mis textos. Como si esta canoa buscase un rumbo. Busca lo sereno. La fragilidad indiferente del camalote a la deriva.

Juncos. Camalotes. Baldíos. Carpinchos. Patio. Navidad.
Jesús, el barrio, el río, la escritura. Siempre escribo sobre lo mismo.
Es un mismo texto. Pulido. Destrozado.
No mejora. Incluso, a veces, creo que empeora.
Escribo mejor, ahora. Que hace 10 años.
Las cosas que escribo para vivir.
Para trabajar.
Para que se acuerden de mí.
Para ayudar a una novia.
Para no pensar en la muerte.

Después, siempre el mismo siempre texto de barrancas
cañaverales y novias perdidas.
En estaciones de tren que no frecuenté.

Se morirán después que nosotros.
Los del montón.


Pedazo de tonto, le digo al reflejo de un parabrisas. Veníamos de discutir, en una mesa, de una bar, acá en Buenos Aires, con otro amigo. De cuando me echó de su casa. Y yo, manso y tranquilo, me fui.
Pedazo d tonto, vuelvo a decirme. Me gusta acusarme de lo que temo. Me gusta acusarme de héroe trucho. Ir con mi vagancia épica a trastornarme al supermercado: ¿ves, ves que a nadie le importa?

Hoy me escribió el Gallego.
Raúl, querido.
Cómo estará Benjamín.
El niño de ojos curiosos.
Con un padre europeo y salvaje
que le enseñará la audacia.
Y una madre provinciana, humilde y peronista
que le enseñará a soñar.
Con lo imposible.
Con lo prohibido.

Debe ser, ya, Benja, un señor.
Un hombre grandote.
Ni debe acordarse del tío Lucas.
que nunca pudo ser un hombre.
Del todo. Así. Decidido. Sin miedos.

El Gallego es el capataz de las estrellas.

Más petiso que yo.
Más valiente que yo.
Más responsable que yo.
Tuvo un hijo, se hizo cargo, se casó.
Durante un viaje turístico.
Embarazó a la que hoy es su esposa.

Estoy seguro que alguna que otra navidad europea
se acuerdan de mí. Y para bien.
Y luego vuelven a lo suyo.
Las navidades del Gallego tienen sentido.
Mientras su hijo crece.
Mientras la vida pasa.
Mientras a veces, sin un mango, a veces locos de guita.
Nada de eso es importante.

Yo paso las navidades solo.
Tranquilo. No me entristezco. Ya ni eso.
En Santa Fe me fui a caminar.
Entre la gente en las veredas.
Alegres. Familiares. Enamorados.
Después me senté en un cordón.
Me acordé de la guitarra
que me regaló Papa Noel
de la canción que compuse
para mi mamá.
Y me quedé así, en la banquina.
Mirando el alumbrado
municipal.
El río.
Volví a casa.
Me acosté.

Perdedor.
Sabría que llegaría este día.
Donde alguien me lo diga.
Es una pena, mi amor, que ya no me duela.


Antonella de ojos miopes.
Por favor: no me creas todo.
No corras, conmigo, a mi próxima derrota.
la bondad, no el castigo, es irracional.

¿Qué será de las canciones de Silvio Rodríguez
en el cassette, en el radiograbador de mi habitación
y el sol tajeado por el tapial de los Bengoechea?
¿Qué será de ese sol?

Si el sol que hoy vi es el mismo.
Si las canciones no son ESE momento
si nada del tiempo es nuestro
entonces dios es una tarjeta de crédito

Y el universo es una inversión
de usureros a tasas astronómicas
la muerte el default con garantías diabólicas
y el tiempo una moratoria eterna al señor


El estofado se quemó. Me desmayé camino al almacén. Antonella salió corriendo. Llamaron algunos amigos. El perro, Sobrio, se me acostó al lado. Miré algo de infancia en el televisor hospitalario de la ventana. Con la persiana entornada. Las cortinas sucias. Como una novia defraudada. Un bordado de mi madre. Descargas eléctricas de delirios. Un poco de infierno lejano, en la mente. En esa aldea de pequeños errores que es el fondo del alma.

Estoy haciendo un te, en una tetera de porcelana. Lo pongo en una bandeja que tiene un mantel con bordados. Y cazuelas de jaleas. Una panera. Con una funda al Crochet, punto vainilla. Un editor me corrije las comas. Un policía me esposa. Punto raso. Punto alto doble. Punto y aparte. Cadenas. esposas. Amantes. Punto alto en relieve por delante.
Trato de vivir de acuerdo  a lo que soy.
Mentira. Mentiroso hijo de puta.
Hubo un año donde usé las corbatas de mi abuelo. Iba por los colegios con corbata. Y saco. Una idea rara. Se me había ocurrido, entonces. El pelo largo. La barba hasta el pecho. Ja. Supongo que habrá sido para contrarrestar. O sea, tenía que hablar ocn las directoras de las escuelas secundarias. Llevar la película de Aliverti sobre la dictadura. Era presidente de algo de los estudiantes. Aliado a la izquierda radical. Contra los socialistas y menemistas. Iban juntos. Este país siempre fue un jolgorio de traidores. Una ensalada del Pro-Huerta ideológica. Hay que correr tras la manada para no ser traidor. Quedarse defendiendo las ideas que compartíamos es quedarse solo. Y acusado de traidor. 

Muchas veces no me animo, pero trato de vivir como me gusta.

Y si no puedo, jamás voy a entregar este lugar: este blog sencillo donde vivo, narrativamente, las vidas libres que me flotan, burlonas, entre las nubes y los planetas y allá tan lejos hacen una guirnalda de festival de doma y folklore que los racionales confunden a menudo con el arco iris. Se me burlan, bailando cumbia arriba de una nube verde, los tipos que no pude ser. Cuando estoy en el banco. Cobrando un cheque. En esos lugares donde tener amigos stá prohibido. Donde ver el cielo está prohibido. En los bancos.


Buscábamos, con mi hermano Matías -que lleva 16 años sin hablarme- un cuchillo. No sabíamos pelear, pero sabíamos defendernos.
Ahí, este perdedor, en esos arrabales que hoy son carnada de noticiero, yo hice cosas que no quiero recordar. Ni me arrepiento.
La libertad es un cuchillo. La sensatez un tanque de guerra.

A veces agarro post viejos, que se replican en las redes sociales y los releo. Éste es uno. Los releo y les escribo encima. Les cambio cosas. Qué triste estaba cuando escribí ésto. Se llamaba Perdedor. Le acabo de cambiar el nombre. Y le saqué varios párrafos. Porque se me canta. La vida cambia. Pero qué dolido estaba. Este párrafo que viene lo escribía pensando en Patucho Álvarez. No lo dije en su momento. Todavía creía que era mi amigo. Qu el poder se le iba a bajar de los humos. Que no iba a vender todo lo que fuimos por acomodarse. Me equivoqué en eso. Pero seguramente él lo razonará de otro modo. Ya no me importa. Suerte. No sos mal tipo. Al lado de esa bosta con la que te rodeás.
Y mandale saludos a tu viejo. Me cayó muy bien. Y también me pareció un buen tipo. Herido. No me importa si es culpable (creo que lo es, ¿y?) pero cuando lo conocí me di cuenta por qué tenés tanta calle, esa sensibilidad peronista de verdad. Y quizás, también, eso de trepar. No sé. Sé que estoy escribiendo esto porque me gusta pelear a los que roban y van a seguir impunes, porque jugaron asquerosamente y sin alma dentro del poder. Y también me gusta rescatar las cosas buenas de los que ya están condenados.
Mierda.
¿Debo poner este párrafo?
No sé. Sé que escribí ese párrafo por dos cosas: por lo que digo de tu viejo es verdad y lo creo y se que cuando perdiste y todos te ningunean y olvidan, decir, sencillamente, tal (y sobre todo si ese tal no tuvo jamás poder ni es parte de la cumbre de nada) te mandó saludos, te hace sonreír. Y alegrar el día.
Yo no pude tener un padre que me enseñe la calle. La tuve que aprender solito. A veces, del otro lado. Sé lo que vale una sonrisa.
Y también porque por mi amistad con el Pacha Mori cuando Laura Di Marco mintió descaradamente en La Nación diciendo que yo fui asesor de Menem -con 15 años- y que tenía 22 millones de dólares, a mí me dolió mucho. Yo soy un delincuente. Pero no robo fondos públicos. Hasta ahora no lo he hecho. Y ojalá nunca lo haga. Pero lo que más me dolió, en lo profundo del alma, esa rotonda de lugares comunes en las que ya sabes quiénes sí creen, me dolió enormemente que nadie salió a defenderme. Ninguno de los tipos por los que yo salté, siempre. Eso me dolió.
Enormemente.
Yo no tenía recursos institucionales, políticos, económicos, culturales, para defenderme de esa calumnia. Seguía siendo el mismo que se negaba a demandarlos. O sea, a ser usado por el gobierno. Contra la libertad de expresión.
Nadie de los tantos stalkeos que recibo. Nadie de las tantas peleas que encaré y encaro, me recuerda esa nota. Nadie me acusa de haber sido menemista y de tener una causa penal y 22 millones de dólares.
A ustedes los siguen acusando de algunas mentiras que en su momento traté de pelear. Uds por mí, jamás.
Probablemente, por eso, nadie me acuse de ninguna calumnia de Laura Di Marco.
En su momento no entendí eso. Ni podía entenderlo. Me dolió.
Me quedé solo. Y de vez en cuando me río: si hay alguien que no tiene un honor que defender, soy yo.
Pasa que ser pobre te hace entender que el único bien que uno tiene es la propia vida.
Este es el párrafo:


A mí, la gente que me quiere, me reprocha enormidades. Yo también. Pero me duele que me reprochen vivir de acuerdo a las ideas, si querés, ideas locas, que tengo. No soy Miami. No soy amigo ni nada a medias. Nunca, pero nunca, me eches de tu casa. Es la bofetada más humillante que puedo recibir en mi botiquín ético.


Me estoy haciendo viejo.
Contando cosas que a nadie le importan.
Agradezco a los que insisten en leerme. A los que llegan a este párrafo. A la gente que me ha ayudado cuando lo necesité. Por este blog.
Mientras abandonaban, se tuneaban de exitosos, se cagaban de risa del que sigue con el blog; mientras estuvieron en las grandes cosas y a mí me echaban todos los Gerentes del Relato, mientras se reían porque me quedaba solo, mientras me olvidaron, mientras les fue muy bien y los felicito, yo seguí, día a día, escribiendo acá.
Estrictamente perdedor.

Tengo unos tubos conectados a las venas.
Un atardecer que no puedo ver.
Delantales, papas hervidas, un olor a hospital.
Duele el omóplato si me río.

Igual, me río.
Las sábanas están limpias.
Mi infancia intacta.
La vida infinita.


No me han insultado. Me humillaron, apenas, al decirme la verdad. Que iba a terminar así. Y bue.
Estoy solo. Como un asesino serial en la ruta. Los voy a matar a todos. Lo juro. Ese cablerío químico que es el cerebro lo tengo puesto al noble servicio de la venganza.
Paciencia. La paciencia es la principal táctica de guerra para la venganza.
Nunca hay que confiar en un tipo pobre que pudo haberse enriquecido. A esa gente les falla una tuerca. Hay que tener cuidado con esa gente.

Les falta calle para entender ese axioma básico de la vida de los tipos que aman vivir. Y confunden con su tango de almíbar exagerado en las barras de los bares clausurados a los viejos marineros que ya vivieron demasiado y quieren entregar su última gloria a una causa hiriente y viviente. Lo hacen como regalo a su alma. Al fondo del alma.
Voy a robarme, de algún jardín de esos barrios ricos, una flor, entre las rejas. Envolverla, a falta de papeles abrillantados, en un papel de diario. Yo que cobro un montón de guita. Yo que lo cuento en los asados de mis amigos pescadores, carpinteros, poetas, profesores, enamorados, inempleables. Tengo muchos diarios apilados en mi habitación. Desparramados alrededor de la cama. Tengo la cuota al día en el club de los perdedores. Qué rara, qué contundente, qué tierna, hiriente, palabra. Perdedor. Qué acusación concreta. Qué doloroso, boludo, qué doloroso argumento. Como para ir pateando piedritas bajo toda la inmensidad idiota de focos y cielo y terraplenes y otra vez, Lucas, el ridículo. Otra vez.
Deberías controlarte en la bebida.

Voy a regalarme una flor.
Y un pedazo de cielo. Y un olvido de suelas. Y un montón de palabras. Y las ganas, reincidentes, de querer. De creer. Perdedor. Debería cerrar con algo de esperanzas. Del fondo del alma.
Capaz que el dolor, que va como punzón, no , qué punzón -omitir anuncio- que va de taladro decidido, pum pum pum pum al dolor corrosivo y miserable, a ese dolor enorme, la puta madre, a ese dolor que algunos sentimos; capaz que es el culpable de que me duela la culpa, ¿eh?, estoy diciendo cualquier cosa,  aunque es verdad, eso, yo trato de disimularlo, pero sieeeempre supe, corazón, que nací falladito, con ese tarazcón sentimental, yo soy la carencia,  piba hermosa, es mi carencia la que está enamorada de vos: te imaginé empaste dental para ese hueco que el alma; corralón de frases hechas.

Una toalla sucia es una prueba irrefutable de una soledad huérfana y resignada.
Tristezas de camisón. Sin maquillaje. Antonella. Amores con lagañas. Peditos. Y eructos. La vida siniestra de las personas simples. Sencillas. Que un día cualquiera se van; se llevan a los tumbos un bolso con su ropa. Y te dejan, como un fiscal de talento cruel para acusar, su cepillo de dientes.
¿Por qué tardamos 6 meses en tirar su cepillo de dientes?


Mi vieja, esa perdedora, que compra ropa barata para que le alcance el sueldo para vestir su familia, no se tiñe las canas. No tiene onda. No da moderna. No da más que verguenza en los mundos equivocados donde yo quise lucirme. Con sus canas, con su corazón de saldo llorando como una boluda por la telenovela, con su alegría de oferta, mi vieja me enseñó que al final siempre ganan los buenos.
Sufrí mucho; yo quise ser bueno y no me salió.
Ahora ya es tarde para darme cuenta. Pero mi vieja me enseñó que no se trata de ganar. Se trata de luchar. Por lo que uno crre. Una vida de perdedor pero sin desviarse mucho de lo que, cuando niños, soñamos ser, qué se yo, me parece la mejor manera de amar.
Y de no traicionarme.

Perdedor. Suena bien.

Tampoco es para tanto.
Ellos quisieran tener mi vida. De persona respetada. Un poco temida. Inclasificable. Suicida literario. Burlón de barricada. Pero la quisieran con todas sus chucherías. Los abogados. Los papeles. Certificados. Televisores. Autos. Estancias. Países recorridos y todo así.
Y de vez en cuando humillar a su subordinado, un trabajador cualquiera, un tipo simple y sin poder, humillarlo para decir que tantas agachadas valieron la pena: soy jefe.


Capaz nunca entiendan la vida de los trabajadores. Se morirán después que nosotros. Yo soy ese que humillás. No solo por que no me da para ser tan genio del acomodo como vos, sino por que, encima, no quiero ser así. Yo quiero ser el humillado.
Yo estoy bien así.

Yo puedo desmayarme en cualquier estación de ómnibus del mundo en cualquier día de cualquier año y estoy tranquilo, yo no tengo mayores reclamos al que decida el punto final de la narración que fue nuestras vidas. Yo soy ésto. Poquito, solo, apenas. Pero estoy bien así. Yo no tengo alma para vender a contadores ni empresas de seguros. Soy ésto. Uno solo.

En el fondo del alma están las viejas chusmas. Los que desalojaban desocupados de las pensiones. Están los que se hacen estatuas. Los penitenciarios de la moral. Las chicas tontas que no tienen la audacia necesaria para amar. Están esos. Van todos al cielo.
Yo quiero ir al infierno.
En el cielo no tengo ningún amigo.
Y no me imagino la eternidad chupándole las medias a ese dictador que decide la vida y la muerte, el destino eterno de la gente buena en base a si lo elogiaban o no.


Déjenme en el infierno.
Por toda la eternidad.
Podré recuperar algunas ex novias.
Tendré tiempo de hablar sinceramente con mi familia.

Llévenme al lugar donde quede claro que el ego de dios me chupa un huevo
yo quise, a veces, con mis agachadas, ser un buen tipo.
No por la barba del imbécil de dios
sino, grasa y marginal, por los que hoy sufren.


Ahí está entrando la enfermera.
Me van a sacar la computadora.
¿Es un lindo día?
¿Hay enamorados en las plazas?

18 comentarios:

  1. Me parece que la adicción más grande que tenés es a la autocompasión.

    En otro orden de cosas, decís que te humillaron por decirte la verdad.
    Pero cuando el pelotudo de Palma te bardeó en 678, también te sentiste humillado.
    Te humilla la verdad, te humilla la ¿pelotudez - ataque de celos - ataque de protagonismo - agresión barata - lo que haya sido?
    Todo te humilla a vos!!!

    No entiendo eso, ni tampoco entiendo que sea un perdedor el autor del blog más leído en esta época en que se leen tanto los blogs políticos (?)

    Por lo demás, todos perdemos algunas cosas y ganamos otras.

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    1. Mas que Groso es María Julia. O Boudou.

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    2. Vos si que sos un genio del humor che... que figura que (tal vez, porque no sabemos quién sos) se está perdiendo la calle Corrientes.
      Si Lanata fué cabeza en el Maipo...
      Igual todo bien: no se notó "tanto" tu desprecio por los "bajos intelectos" como yo. Gracias por el cariño.

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  3. PIU AVANTI ! de Pedro B Palacios (Almafuerte)

    No te des por vencido, ni aún vencido,
    no te sientas esclavo, ni aún esclavo;
    trémulo de pavor, piénsate bravo,
    y acomete feroz, ya mal herido.

    Ten el tesón del clavo enmohecido
    que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
    no la cobarde estupidez del pavo
    que amaina su plumaje al primer ruido.

    Procede como Dios que nunca llora;
    o como Lucifer, que nunca reza;
    o como el robledal, cuya grandeza
    necesita del agua, y no la implora...

    Que muerda y vocifere vengadora,
    ya rodando en el polvo, tu cabeza !

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  4. La verdad es gratis
    Proclamarla es glorioso y si te joden mas glorioso todavía, y se te hiere quie sea por la verdad, la herida se LUC E como medalla

    Lo que te hace perdedor, a veces, es mentir para quedar bien con tus amigotes de Cronica, de la Basura K y toda esa mierda, que si te morís seguirán viviendo como si nunca hubieras nacido

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  5. Mepa intentás seducir con un arma estratégica: el alma maternal de las minas.
    Y si fuese en serio: ¿perder qué? si el destino final es la quietud supongo que en el camino estará lo jugoso.
    ¿Luchar para qué? "buscad el reino de dios, todo lo demás llegará por añadidura" o bien todo lo que vale la pena llega solo cuando estés sintonizado en la frecuencia correcta.
    "todo es vanidad y aflicción de espíritu" frase extraordinaria.
    "vanidad, mi pecado favorito" el diablo en la peli el abogado del diablo.
    Abrazo

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    1. Me gusta me gusta mucho tu blog, hay muchas cosas que me despiertan…Ojala te sanes.

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  6. Es verdad, son un perdedor.
    No tenes huevos y se nota a la legua.
    Pero es lo que te gusta.

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  7. Si Kosteki y Santillan bajaron a Duhalde.
    Si Fuentelaba bajó a Sobisch.
    Por qué los 52 de Once no tocan a Cristina?

    Será que no les interesa Kosteki, Santillan ni Fuentealba, sino que los usaron?

    Por acá dicen que como los disfrazados de zurdos tienen subsidios cierran el pico.

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    1. Randazzo lleva a reparar los trenes del Sarmiento a una empresa del grupo Cirigliano.
      Y Biki-ni Donda y los demás no piden juicio político!!!

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  8. Uno juega mejor con sus amigos. Ellos serán generosos, lo ayudarán, lo comprenderán, lo alentarán y lo perdonarán. Un equipo de hombres que se respetan y se quieren es invencible. Y si no lo es, más vale la pena compartir la derrota con los amigos, que la victoria con los extraños o los indeseables.
    =Alejandro Dolina=

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  9. Es raro esto del blog. Se presta a deportes peligrosos como este de patear culos un día en el terreno despiadado y buitre de la política, y exponerse al día siguiente narrando los propios fantasmas. Es peligroso; puede y será usado en su contra.

    Pero me imagino que ya lo sabe.

    La piña en el ojo es violencia de género, cosa que pasará olímpicamente desapercibida.

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  10. Antes que nada me llamo daniela, y no está entre las opciones para los que no hacemos nada más que leer lo que otros escriben.
    Mire Lucas, yo que soy mucho más joven que su mamá, tampoco me tiño las canas: por pura pereza, porque la tintura es como la droga: un camino de ida. Mi ropa no es barata, pero nunca jamás es la que debería ser, suelo estar siempre vestida como para ir a otra parte. No me preocupa y vuelvo al comentario.
    No sé si leerá ud lo que se le escribe acá, igual no importa. Sépalo de una buena vez: le sale mejor cuando hace de malo o de loco que de pobrecito arrabalero; basta de lamerse la herida y a bancarse ser perdedor.
    Vamos a ser más de uno, no se crea el único. Pero quién me quita lo bailado? lo que disfruté ese 54? y haber sido tan feliz como cuando en un buen garche una quiere que se la metan más adentro: eso quería, ir por más, más profundo, más y más como si el interior trémulo supiera que ha llegado su hora de darse a conocer, ocupar un lugar, gritar y correr. Meter las patas (primero sacarme las chatitas)en la puta fuente.
    cuídese y tenga cuidado con los médicos. Son casi tan malos como cualquier otra sustancia. chau, me voy a dormir porque es tarde y me dio sueño.

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  11. Carasquinho una ves te escribi aca que tenes la suerte de leer las criticas rapido (obvio de quienes tiene internet y leen blogs y toda la perorata). A mi me gusta pero te pasa de azucar, sal, vinagre y aceite. jaja. Andá a saber, despues a cualquiera con un re-nombre lo leen por curiosidad y nadie se queja para no pasar por ignorante. Sos muy autobigrafico y nadie puede escapar al sentimentalismo siendo autobigrafico, todo en yo. Escribite un cuento.

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  13. che Lucas, si Néstor hubiera sido tan flojito como vos, no hubiera hecho los cambios fundamentales en la política como los q hizo. Y Cristina, más aún, teniendo q soportar la pérdida de su compañero y el embate diario de lacras políticas, jueces y medios conservadores. Te banco, me parecen interesantes algunas notas tuyas, pero me molesta mucho q hasta los q son del palo (o han querido serlo) caigan en el discursito fácil del patrimonio K, dándole letra a los buitres de siempre y q van a ser los primeros en comerse tu cuerpito cuando esté tibio todavía. Abrazo y no me afloje.-

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