sábado, mayo 31, 2014

La verdad y las formas jurídicas



-Hola cumpis!! ¿Torturamos a un negro o vamos al Bingo?
-¡Hagamos trabajo social!


Volvió la política. ¡Cocinemos!
Fernández Baraibar, un chanta de esos progres que están con todos los gobiernos, editaba una revista, junto a otros funcionarios. En el vendehumismo del progresismo, editar una revista con 100 ejemplares es estratégico para chuparle las medias al jefe de turno.
El progresismo es básicamente la disposición a escribir el diario de Yrigoyen. Tirá una moneda en Plaza de Mayo y no menos de 50 progresistas desenfundan las armas para defender al líder indiscutido de esa semana. Y de paso, le inventan un pasado heroico.
En uno de esos ejemplares, no se si todavía sigue saliendo ahora que han disminuido los viajes al caribe, hay una entrevista al Cuervo Larroque. Valiosísima.
Los señores funcionarios no saben escribir. Entonces desgraban textual lo que dice Larroque. Y es valiosa, un documento histórico, porque copian y pegan el sistema de pensamiento del nono que está peleado con la sintaxis. Que no puede elaborar una oración compleja ni por error. Es un documento de cómo un movimiento popular puede derivar en una asociación ilícita: se necesita, siempre, coronar a un estúpido.
Entre todo e discurso del burócrata ejemplar, que quiere dar teoría de comunicación, Larroque se permite un alto en la antipolítica del análisis del zócalo y cuela sus referencias históricas. En una especie de Billiken dictada por Bonasso. Poblada de malos muy malos y buenos muy buenos.
Era el año 2012. No había elecciones cercanas y entonces la ficción delirante podía transcurrir sin que llegue el tropiezo electoral que, como ya sabemos, les causó una colección crónica subdural de realidad. Y las urgencias de La Jefa (de las Fuerzas Armadas) ya no fueron reescribirse un pasado setentista sino reescribirse un pasado más inmediato: bíblico, el 2001; año en que por ósmosis hubo una crisis brutal.
La historia real es conocida. De la Rúa cava su tumba al pactar con el peronismo. La idea de Chacho Álvarez de impulsar a Cavallo tenía ese fin: reconocimiento a Menem, impulso a Cavallo, dádivas en el senado y como Salvador de la Patria, jefe de gabinete, él mismo.
Cavallo se va del departamento de Alberto Fernández, donde estaba Néstor Kirchner, para asumir el ministerio de economía.
Esas evidencias se borran, ahora, de un plumazo.
Hay que volver a reescribir la historia. Hacer del pre 2003 un drama tan terrible que, por un lado, homologue el empleo público de nuestra Licenciada Eterna con el de su marido y por el otro lado, la feminista que pone los logros de su marido en el currículum necesita destruir la verdad de que socialmente estamos en el mismo punto de partida. Excepto, claro, la minoría gobernante, que se enriqueció. Y ahora le tiene más cagazo a los tribunales que a los indicadores económicos.
Puerto Madero, ese monumento a la tilinguería y el lavado de dinnero; es el resultado de las privatizaciones. El 2001 los asustó. Temían, los soberbios bancarios, una pueblada que se los llevara puestos. Ellos fueron indiscutidos ganadores de la década. Ni agradecerán los servicios prestados y tirarán la escoria política en la puerta de Comodoro Py. Dentro de una canastita con una cinta rosa. Como se dejan los gatitos en la puerta de la iglesia.
Nada nuevo

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