Sobre la renuncia de Kicillof

Al otro día de descargar un ajuste "para los que menos tienen" Kicillof ya era un cadáver político.  Pero su agresivo suicidio político fue en 678, donde desplegó las técnicas del matoncito de Barrio Norte para controlar el desquicio que armó. Previsiblemente, no funcionó.
Los aplausos cuando en su compulsión fabuladora se permitía una coma (también mandó al corte, frenó los informes y habló una hora y media para no tirar un solo titular favorable) coronaron la amargura del desastre.
Lo de los amiguitos del hijo de Cristina era una joda y quedó.
De todos modos, no fueron sus monólogos los que lo sepultaron sino su incapacidad para administrar nada lo que lo condujo a un callejón sin salida.
Durante un tiempo tendrá que soportar los escraches. Cuando cambien de administración en el estado, el aparato de propaganda tendrá una colección crónica dura de gansadas y bartoleos del matón de Barrio Norte que se subió al caballo por izquierda y cuando quiso bajarse por derecha ya era difícil de domar.
Ahora hay que arreglar el desastre de Cristina. Y no con operaciones de inteligencia ni spicopateadas al pueblo. Que encima que tiene que sufrir por estos mercenarios, lo bombardean a pelotudeces.
Los volantazos, aprietes, matoneadas al viento, pronto pasarán a ser anécdotas. La legión de pobres que deja este ajuste, no.