lunes, febrero 16, 2009

Panorama


El peronismo se deshilacha, al costado (a la izquierda) no hay nada. El radicalismo no se recompone, pero renueva la estrategia para colgarse de listas sábanas, en alquiler para candidatos taquilleros. Las escisiones por derecha (o buscando ocupar un lugar a la derecha) del peronismo, no concitan, todavía, fugas masivas. Pero el malestar se recorre, se entrevé, hay clima de debate. A Kirchner no lo terminan de querer ahí dentro, y no terminan, tampoco, de acostumbrarse. Sin embargo, una sensación atraviesa la piel de los que analizan el devenir político: ahí se juega el partido. Ahí puede, en el justicialismo, venir la contra al kirchnerismo, o ahí puede, venir la continuidad. En cualquiera de los dos escenarios, sólo imaginarlo, es imaginar la precariedad. Esa precariedad es bien captada por el peronismo de derecha: un error de lectura que cometieron los destructores sistemáticos de las instituciones que oh! Viven preocupados por el futuro de las instituciones. La patronal agropecuaria es una anécdota de este universo. Su ingreso a los partidos opositores, les resta legitimidad para que el sector que los apoya, apoye a su vez lockout y medidas salvajes de los patroncitos enojados. Sin extorsión, la tienen, a largo plazo, más difícil. No pueden representar al conjunto, no pudo Patrón Costas, menos, hoy, y dudo de que siquiera pudiesen intentarlo, ni a De La Rúa llegarían, ni a intentarlo. El contexto regional, muestra que no están, como exageradamente se gritaba, agotados los proyectos nacionales y populares que florecieron, con sus matices, en Sudamérica. Tampoco, aunque se avanzó a pasos agigantados en una comparación histórica, están maduros los ambiciosos proyectos de comunidad regional, de Patria Grande. La crisis internacional, despliega un abanico de posibilidades, ninguna nueva, en torno a la crucial decisión del pueblo criminal de los Estados Unidos de definir quién les paga su endeudamiento en Walt Mart, o qué país bombardean keynesianamente. El ascenso de Chindia a las esferas mundiales, su inserción lenta y persistente en zonas aledañas a las zonas calientes, como África y Latinoamérica (especialmente Sudamérica) tendrá, seguramente y a partir del reacomodo de sus fichas en Medio Oriente y Europa del Este un correlato estadounidense de respuesta. Las elecciones argentinas de Octubre, el mapa de fragmentación territorial (que será presentado como fragmentación de clase y, vía el racismo de la derecha progresista, como deslegitimidad) que derive, reinstalarán, quizás, la noción de que la disputa por los dos modelos de país en pugna deberá darse en otros escenarios, que esmerilen al estado (confundido, no inocentemente, con el gobierno) de tal modo que, en el mejor de los casos, la derecha gane las elecciones del 2011, en el peor, que Cristina Kirchner no termine el gobierno.

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