Tal como va la cosa, la campaña permanente de la previsible oposición, se desenvuelve con tópicos que difícilmente cambien (aunque la imaginación del Grupo Clarín supera el cine de ciencia ficción: ahora, les interferimos las antenas, juaz!). Y tampoco los del oficialismo. O pueden cambiar, ponele que sí, pero hasta ahora, por lo menos, tienen dos grandes sujetos ausentes: trabajadores en negro y desocupados. La oposición, sea de la corporación que sea (Sociedad Rural y Federación Agraria a la derecha, Grupo Clarín a la centro izquierda denuncista; etc) no tiene ninguna llegada a estos dos grupos heterogéneos y complejos. Tampoco a los trabajadores en blanco y agremiados que están en la CTA y en la CGT, base social del oficialismo (más allá de los persistentes fracasos instituyentes de De Generaro). Y es el oficialismo, además, el único que puede mostrar cartas, para estos grupos, esperanzadoras. Las viudas de la Alianza, con el semianalfabeto de Gerardo Morales, mi dios. Pero el kirchnerismo puede mostrar que logró que la pobreza descienda y también la desocupación. Las mentiras del INDEC ponen en duda cuánto, ahora, están o no bajando esas cifras, pero vistas desde el 2003, constituye uno de los principales logros del gobierno (tengo ganas de hacer un paréntesis sobre esto: días atrás, el domingo, lo pensaba: qué interesante es leer a Claudio Lozano en el suplemento de Economía del Diario La Nación diciendo en el fondo -o recortado haábilemente, maniobra que no puede, con su formación, desconocer- lo mismo que la derecha, mientras Pino Solanas, en las páginas políticas, se manda denuncias estruendosas que pretenden, con el ibarrismo residual, situarse a la izquierda de ese pequeño mundo que es la Capital Federal. Otro día, quizás, la sigo). Pero, me parece que lo más preocupante –lo del INDEC sin duda que lo es, pero esto me parece más preocupante aún- son las aparentes limitaciones (o no, lo cierto es que resulta difícil contar con herramientas para medirlo) que muestra el modelo para perforar el núcleo duro de la desocupación; el trabajo en negro rural y la pobreza estructural de innempleables (y las insuficientes y faltos de audacia políticas sociales de la carrindanga de Desarrollo Social). Además de algo central: la ausencia de oportunidades para ingresar al mercado laboral –y no ser negreado- de los jóvenes. La falta de políticas públicas para sortear el negreo empresarial. Y la alternativa horrible en la que muchos jóvenes que consiguen un primer empleo desembocan: trabajar para las tan mimadas pequeñas y medianas empresas (mimadas en la academia, en las estadísticas, en la Mesa de Enlace, en la izquierda y los progresismos: difícilmente, los laburantes que tienen que soportar el negreo, la humillación, el trato directo de jerarquías y acomodos familiares, la ausencia total y absoluta de protección sindical o jurídica o social ni que hablar de cultural, sea, difícilmente para los laburantes, sea un encanto). Nada de esto está en la campaña. Se puede argumentar que la Coalición Cívica propone un Ingreso Universal a la Infancia, y es válido, siempre que, se recuerde, esa propuesta la elaboró Lo Vuolo y ahora la estrella brilla en la JP Prat Gay y que, en Santa Fe y Tierra del Fuego, donde gobiernan, no aplicaron nada de esto, además de que difícilmente sea compatible con el desfinanciamiento estatal y la vuelta a los noventa que proclaman. De nuevo: la pelota está en el oficialismo. Ahí, se puede, apenas, debatir (sí, así suelen ser estas novedosas dictaduras sudamericanas) pero condicionados por la urgencia, por adversarios poderosos, y por los riesgos de jugar a todo o nada. Mientras se siga discutiendo la distribución de la renta sojera sin una construcción social que la sustente (en ausencia de una construcción política con épica y militancia) seguirán, quizás, ausentes, jóvenes, desocupados y trabajadores en negro. La coparticipación quizás va en esa dirección; pero cómo me hubiese gustado que cree empleos directos, sin contratistas de obras de por medio (para perforar, verdaderamente, la pobreza dura), y que esos empleos se enfoquen a la elaboración de alimentos para intervenir, un poco más en serio, en la disputa de la renta agropecuaria. Pero es lo que hay, Susana, te matan en la calle y nadie hace nada, asfixian a las fuerzas productivas y, como dice el camarada Binner, hace falta un yoc (mirá que chic!) de confianza que atraiga inversiones, jeje.
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