La cola del banco, hay poca gente, fin de mes. Tema obligado: la inseguridad, Susana. A mí hace mucho que no me afanan, una cagada. Porque si bien es feo que te afanen, por el momento que pasás y por lo que eventualmente perdés, está bueno, a la vez, porque sos protagonista, por un ratito, un toque, de la conversación de la cola del banco. En eso pienso, fijate, Susana. Y en la relación de China con Africa, y en las ganas –con la peatonal de Paraná mojada de lluvia y siesta- de comer tortas fritas. Pero, claro: es difícil conseguir, hoy, ahora, acá, tortas fritas buenas. Seamos sinceros. Como las de la feria. La feeeeeeria: jeje, (las cosas que la mente asocia, quién lo diría) uno de los puesteros de la feria es el que le firmó la afiliación a Alfredo de Angelli al justicialismo. Tremendo. Ya no es puestero, sino, ahora, funcionario público. Y Alfredito, para variar, sobre su afiliación, miente. No fue en el 87, como le dijo al diario La Nación: minga, fue en el 94, pleno auge del menemismo. Cuando yo ya no iba más a la feria a comprar tortas fritas; ya tenía 16 años y me interesaban solamente las mujeres, y alguna que otra cosa, ponele, relacionada, pero no las tortas fritas. Las de las siestas lluviosas en la infancia. Pero cuando yo era chico, y llovía, y no había clases y por eso era una bendición porque yo odiaba la escuela, la odiaba con toda mi voluntad culpable, entonces en esos días, en la vereda de mi cuadra, que era todo el mundo que yo conocía, en la vereda varios vecinos hacían tortas fritas y las vendían. Una costumbre que se ha perdido: en mi casa no hacían por el olor a frito que luego quedaba (la misma censura sufría, por suerte, el pescado), así que las comprábamos: muchos vecinos, que no tenían negocios, sino que simplemente el acto de amasar y todo el bardo con la grasa implicaba que no daba hacer pocas tortas fritas (qué oración confusa, pero se entiende, creo), entonces las vendían, o las regalaban, a todos los pendejitos –éramos como 15- que chapotéabamos por la lluvia buscando qué cagada mandarnos. Y fueron varias, no éramos unos tiernos capullitos inocentes, ni se crea. Esas tortas fritas tenían, sí, otro sabor. Se amasaba más. Se las hacía bien grandes, finitas, crocantes: nadie andaba preocupado por los kilos que sobraban. Y entonces lluvia y torta frita eran una misma cosa. Todavía podía sentarme, masticar, pensar cómo sería la selva africana que algún día recorrería, o cómo serían las mujeres bajo la ropa, si sería cierto eso de que dios nos vigila siempre, podía pensar esas cosas. Ahora, en la cola del banco, previendo las tortas fritas se me ocurre que el Grupo Clarín fue ingrato con Carrió, que llegó a decir que “prefería aliarse con los grandes grupos económicos porque está en juego la libertad de expresión” y Clarín le contesta inflándolo a De Narváez, y pienso en una nota periodística de otro diario, escrita por un conocido, donde hablan de la Coalición Cívica como un rejunte de centro izquierda, pienso en esas cosas: no voy a conseguir, tampoco, buenas tortas fritas. Y seguramente lloverá largo rato; me habré de mojar al volver a la oficina, al esperar el colectivo. La inseguridad, ah, sí, señora, tremendo; claro. Las viejas cobran la jubilación llenas de miedo. Una patada al estómago, la vida vieja y con miedo, siempre con miedo. A ver, me digo: es que acaso vos no tenés miedo. No es una pregunta, ya quedan menos cosas por preguntarse, menos misterios. Volvamos. No consigo buenas tortas fritas. Todo ha cambiado: hay una crisis de valores. En Wall Strett, ciertamente, hay una crisis de valores. Pero llegará, alguna vez, me suelo preguntar, el día en que crea que todo tiempo pasado fue mejor, cuando había valores, se respetaba la vida, oh! aquellos tiempos:podías elegir entre López Rega, Firmenich o Videla, qué lindos tiempos, seguros, sobretodo. Ahora que las calles son el miedo, que lo público es el miedo, que el otro es el miedo. Qué lindos tiempos, Susana: cuando Carlos Monzón todavía no había matado a su mujer, por lo menos se lo merecía, la gente no se metía con vos si vos no te metías en nada raro. Nostalgias de viejos miedos con ropas nuevas. Las tortas fritas de antes no eran mejores que las de ahora. Seguramente, el que mejor era antes, soy yo.
Muy bueno.
ResponderBorrarY que ricas son las tortafritas.
y ahora que recién llego de laburar, y te leo a vos y ma dan unas ganas tremendas de comer tortafritas,y no tengo harina, y el de la prrilla de enfrente no vende tortafritas, qué hago??
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