lunes, mayo 11, 2009

Vuelve Tinelli pero ahora es progresista.


Ningún proyecto político que reciba un respaldo contundente de la Capital, tiene respaldo en el resto del país. Con la excepción del proyecto político progresistas y transformador que encarnó la Alianza de Chacho Alvarez y Fernando De La Rúa, esto es así desde hace nomás que 200 años.
Las razones son culturales, políticas y económicas, y se remontan a los orígenes de nuestra historia.
La actual derecha, entendida por el dispositivo liberal como "progresista" se concentra en los enclaves más favorecidos por las estructuras económicas y políticas actuales. Esto es, por dos pilares estratégicos del modo de organización social: la centralidad del puerto unida a la administración concentrada y la reforma constitucional prohijada por San Alfonsín y Carlos Menem. La centralidad de la administración estatal ligada al puerto, es también determinante para los armados políticos: la Capital Federal representa más o menos un 10% del padrón electoral, un par de puntos menos que Santa Fe y Mendoza, por ejemplo. Y sin embargo, todo gobierno contiene una sobredeterminación de funcionarios porteños que, tarde o temprano, quedan desligados de otras instancias institucionales como el Congreso, pensado en primer término (a través de la sobrerepresentación) como contrapeso del saldo de guerra civiles en la etapa llamada delicadamente "de organización nacional" y como reaseguro, posteriormente,del ya jaqueado bipartidismo (gran aporte institucional, hoy olvidado, de San Alfonsín: el Pacto de Olivos).
La división geográfica del país entre ricos y pobres no agota el análisis, pero sobredetermina la primacía de las clases sociales ligadas a la exportación en las provincias, y generan un vínculo de intereses materiales unitarios que, así como hoy los defensores de las AFJP son "progresistas", los exportadores y sus aliados porteños son "federales".
La conformación de la oposición al gobierno nacional, estructurada en torno a la ciudad de Buenos Aires aportando la estética de un "peronismo disidente" (que viene a disentir con todos los postulados del peronismo) se desparrama luego hacia la Pampa Húmeda, con primacía en el interior bonaerense, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos.
El despliegue de la soja y las clásicas disputas entre industrialistas (mercadointernistas) y exportadores primarios (antes llamados oligaquía, ahora no queda bien) amplían esa conformación política de un bloque social que pierde fuerza en el interior del país a medida que se aleja de la zona núcleo.
Esta conformación estructural puede hacer variar coyunturalmente las conformaciones políticas, entre dos grandes siujetos sociales: las patronales ligadas a la exportación junto a las clases medias más ligadas al puerto y una visión cultural aristocrática, y el resto del país en una mezcolanza de clases sociales donde otrora los trabajadores industriales tuvieron primacía, y hoy los desclazados y clases medias bajas agrupados en torno a partidos de sesgo municipal que establecen alianzas de mayor alcance en torno a objetivos propios (obras públicas, ampliación de capacidades estatales, parches fiscales, etc) que son ampliamente denigrados por el bloque social adversario.
Este es el escenario hoy, tras la caída de la hegemonía financiera aliada a los grupos económicos prohijados en la dictadura (y sus capas medias ligadas al puerto).
La partición de las entidades financieras (proceso que, bien visto, se repite en toda sudamérica) actualmente agrupadas en tres entidades y con menor fuerza gremial, así como el reacomodo de industriales y la homogeneidad del bloque agrario, son consecuencias de este proceso.
Ganar o perder la Capital Federal, no es un asunto de "política comunicacional" o de internas bizantinas, sino de qué modelo de país se pretende. Y con quién, y porqué.
Si pensar los términos de izquierda y derecha es un ejercicio vacío de sujeto -a tono con lo que sucede en las academias de ciencias sociales, con la idolatría del posestructuralismo- seguramente nunca se llegue a ningún lado, más que a la impotencia e incomprensión de los procesos políticos.
Si el progreso que define al progresismo tiene como sujeto una racionalidad superior -sin condicionamientos de clase- seguramente de ahí derive una sobredeterminación estética que, también y claramente, tiene -aunque no se admita-un fuerte sustrato clasista; pero sobretodo, deriva en la impotencia política; esa qué, tanto gusta en ciertos lados del país, donde los partidos vecinales buscan meter concejales hablando de la exportación, la ley de coparticípación o la minería de muy lejanas (e indiferentes) provincias. En síntesis, vuelve Tinelli; pero ahora es "progresista". Vuelve lo nuevo, vuelve Tinelli.

1 comentario:

  1. "La actual derecha, entendida por el dispositivo liberal como "progresista" se concentra en los enclaves más favorecidos por las estructuras económicas y políticas actuales."
    Me resulta sumamente interesante esta frase, más aún el post, es de una riqueza inestimable.
    Como hablaba otro bloguero, esto tiene que ver con las palabras y su envejecimiento. Un deslizamiento semántico tan grande, que el sentido original de "progresismo" se ha quedado quien sabe adonde.
    Y claro, está esa nostalgia por las políticas liberales que se gesta en esos grandes centros urbanos donde las diferencias sociales son más notorias.
    Yo decía que porteñoo y progresismo no son incompatibles en tu irónico blog anterior, y confirmo esto.
    Los porteños se "creen " progresistas y han inducido tanto sobre la palabra que se la han adueñado de una forma repugnante.
    Nadie puede creer que Berman y Blumberg pidiendo "mano dura" y "pena de muerte" son progresistas. Muy bueno.

    ResponderBorrar