Hasta el año 2007 nuca había votado por un candidato que resulte electo presidente.
Nunca, tampoco, me vi en la trinchera oficialista, mientras sucedió el masivo corte de rutas del "campo". Odiaba al campo, en cambio, y todo lo que esa palabra encubre; desde mucho tiempo antes.
Desde que una gallina con la cabeza cortada corría perseguida detrás de un perro, y mis cinco hermanos, nos alejábamos mientras metían a la gallina en un fuentón con agua hirviendo; nos corríamos a comer sánguches de un mucho más sano salame.
O cuando, habré tenido menos de diez años, fui al viaje de estudios de 5to año de la escuela internado agrotécnica donde trabajaba mi vieja. Un viaje felíz, donde el 70% de los alumnos eran viejas de mierda de 17 años, muy cariñosas conmigo, eso es cierto.
Desde Villa Urquiza al Palacio de San José, en Entre Ríos. Alojadas en un lugar del ejército, tocaban hasta la madrugada la guitarra las chicas que no tenían dinero para ir a bailar, a la ciudad. Yo estaba contento, porque conocí la madrugada, despierto, y con permiso, encima, de mi vieja. Yo bailaba, un galán. Al fin y al cabo, había ganado un premio bailando, en una feria, temas de Yoni Tolengo. Y las viejas, entonces, me sacaban a bailar.
Y estaban felices, contentas, y llenas de nostalgia: odiaban el campo, o eso percibí. Se iban del internado a casarse, a morir como empleadas domésticas en la ciudad, a que todos los atardeceres sean amargos, hasta envejecer: rodeadas de hijos y frustraciones, calladas y católicas, como corresponde a las mujeres de campo.
Los chacareros, los pequeños y medianos empresarios, los que no son gringos, los gringos y descendientes de alemanes, de judíos, de colonias. Los hijos de peones, de autoridades del club social, de policías, de empleadas domésticas, de colectiveros que iban hasta Córdoba, fueron mis compañeros de los primeros años de la escuela secundaria, donde tenía que atravesar todo Paraná, salir de la ciudad - y en esos días era todo descampado, ahora ya no- y entender una serie de códigos nuevos que, a los 13 años, parecían muy importantes. Los atardeceres, saliendo de la escuela, esperando el colectivo en una calle llena de polvo, me parecían tristísimos. Yo quería ser un cantante de rock, no un encantador de serpientes en el banco de suplentes.
No tiene nada que ver esto que estoy contando, pero en realidad, no queda mucho por decir: estos son, también, mis primeros días, nervioso, antes de una campaña. No mi primer campaña. Pero esta vez siento, de verdad, que algo se juega, que algo está en juego, y también una parte de mí: y que no está seguro el resultado.
Capaz que contar sobre mi primer beso en esa escuela de campo me de menos verguenza que decir, hoy, a los 31 años, que siento que una parte de mí se juega en esta elección.
Supongo que quien lea esto, también siente algo parecido: las burlas de la academia, las indiferencias, lo difícil que, socialmente, se ha vuelto esta cultura política, este oficialismo. Hay gente más sofisticada, gente más preparada, gente que siempre es algo mejor; que hacen cola para encontrar un tipo como yo; lo desean. Para burlarse los más tontos, para sobrarme los más frustrados, para explicarme los más soberbios, para refutarme los que dudan, para probarme los que se cuestionan. Todos, sacados y sorprendidos, por mi insistencia. No voy a ponerme en víctima a esta altura del partido, sólo constato que otra vez soy minoría socialmente; pero de otra intensidad, con otra modalidad: seguramente menos convencido que cuando fui comunista, seguramente menos problemático que cuando fui adolescente, pero hay algo, se nota, se respira.
Tuve, después de muchos años, un ataque de asma. Eso me pone algo diferente: me hace recordar cosas, como si ya estuviera viejo. Mi amigo Iparraguirre, ahora candidato del comunismo, tiene la tesis de que yo no tuve infancia: que ya nací viejo. Es un (viejo) chiste suyo, que le saca carcajadas. Que ni viene al caso.
Aunque sí, en este punto: hay quienes no, la mayoría de las personas, no sienten -o entienden, depende de donde uno se pare en el campo epistemológico- que las pasiones políticas que lo atraviesan tocan los huesos, configuran lo que, prestos al resumen, se llama, sin más, personalidad.
A veces pienso qué puede suceder, años adelante, con esos pendejos que se iniciaron en la política escuchando el veneno que se supo desparramar. Si en mesas de navidades, con los familiares queridos, también les sopapearon los oídos con la conchuda, con los montoneros, con las sobradas, las gastadas, el odio escondido, irracional, la tosquedad republicana, el consenso silencioso sobre los años felices, la burla infinita. Qué harán esos pendejos.
Yo recuerdo, mi primer campaña, aunque aún no votaba. Tenía dudas entre Pino Solanas y Bordón.
Y en una reunión familiar, había decepción: había muerto una gran esperanza, postulante a presidente. Había muerto Juan Carlos Onganía.
Me decidí por Pino Solanas.
Qué harán los pendejos de familias peronistas, entre dos fuegos: comprendiendo, en la piel, los amigos, la vida social fuera de la casa que es todo en la adolescencia. Qué peronismo mamarán. Cómo configurarán la cabeza, después de los días locos donde volvió la política.
Qué harán los hijos de los muertos, de los presos, de los desaparecidos. Que deben haber notado, en alguna vibración, en alguna mueca: el miedo. La más humana de las cualidades, el miedo. Luchando con furia por esa otra cualidad que nos distingue: el deseo de proteger, el amor. Qué harán; qué habrán sentido, a los 15 años, frente, también, a un árbol de navidad.
En Paraná la noche se hizo húmeda. Dentro de poco, se van a llenar los bares, el Gallego estará encendiendo el fuego, mi hermano cuidando al amigo en terapia intensiva en el hospital, mi hermanita planificando enamorarse de su nuevo amigo en Facebook, supongo que tengo que elegir entre irme a Santa Fe a terminar el último libro de Sebrelli o acostarme a dormir, o apostar por encontrarme con algún borracho en la noche de Paraná.
También podría seguir escuchando a Cacho Castaña, buscarle la vuelta, tener un buen escrito, un buen final, algo potente por decir.
Una respuesta para las críticas, certeras o, mejor, eficientes, de ayer: nunca tengo nada bueno para decir, sueño con ser un populista incurable, pero en el fondo soy un pequeño burgués asustado. Quién lo sabe, puede ser.
Todo puede ser.
Hay gente que tiene cosas inteligentes para decir.
Otros que, si no lo dicen, se marchitan.
Nunca, tampoco, me vi en la trinchera oficialista, mientras sucedió el masivo corte de rutas del "campo". Odiaba al campo, en cambio, y todo lo que esa palabra encubre; desde mucho tiempo antes.
Desde que una gallina con la cabeza cortada corría perseguida detrás de un perro, y mis cinco hermanos, nos alejábamos mientras metían a la gallina en un fuentón con agua hirviendo; nos corríamos a comer sánguches de un mucho más sano salame.
O cuando, habré tenido menos de diez años, fui al viaje de estudios de 5to año de la escuela internado agrotécnica donde trabajaba mi vieja. Un viaje felíz, donde el 70% de los alumnos eran viejas de mierda de 17 años, muy cariñosas conmigo, eso es cierto.
Desde Villa Urquiza al Palacio de San José, en Entre Ríos. Alojadas en un lugar del ejército, tocaban hasta la madrugada la guitarra las chicas que no tenían dinero para ir a bailar, a la ciudad. Yo estaba contento, porque conocí la madrugada, despierto, y con permiso, encima, de mi vieja. Yo bailaba, un galán. Al fin y al cabo, había ganado un premio bailando, en una feria, temas de Yoni Tolengo. Y las viejas, entonces, me sacaban a bailar.
Y estaban felices, contentas, y llenas de nostalgia: odiaban el campo, o eso percibí. Se iban del internado a casarse, a morir como empleadas domésticas en la ciudad, a que todos los atardeceres sean amargos, hasta envejecer: rodeadas de hijos y frustraciones, calladas y católicas, como corresponde a las mujeres de campo.
Los chacareros, los pequeños y medianos empresarios, los que no son gringos, los gringos y descendientes de alemanes, de judíos, de colonias. Los hijos de peones, de autoridades del club social, de policías, de empleadas domésticas, de colectiveros que iban hasta Córdoba, fueron mis compañeros de los primeros años de la escuela secundaria, donde tenía que atravesar todo Paraná, salir de la ciudad - y en esos días era todo descampado, ahora ya no- y entender una serie de códigos nuevos que, a los 13 años, parecían muy importantes. Los atardeceres, saliendo de la escuela, esperando el colectivo en una calle llena de polvo, me parecían tristísimos. Yo quería ser un cantante de rock, no un encantador de serpientes en el banco de suplentes.
No tiene nada que ver esto que estoy contando, pero en realidad, no queda mucho por decir: estos son, también, mis primeros días, nervioso, antes de una campaña. No mi primer campaña. Pero esta vez siento, de verdad, que algo se juega, que algo está en juego, y también una parte de mí: y que no está seguro el resultado.
Capaz que contar sobre mi primer beso en esa escuela de campo me de menos verguenza que decir, hoy, a los 31 años, que siento que una parte de mí se juega en esta elección.
Supongo que quien lea esto, también siente algo parecido: las burlas de la academia, las indiferencias, lo difícil que, socialmente, se ha vuelto esta cultura política, este oficialismo. Hay gente más sofisticada, gente más preparada, gente que siempre es algo mejor; que hacen cola para encontrar un tipo como yo; lo desean. Para burlarse los más tontos, para sobrarme los más frustrados, para explicarme los más soberbios, para refutarme los que dudan, para probarme los que se cuestionan. Todos, sacados y sorprendidos, por mi insistencia. No voy a ponerme en víctima a esta altura del partido, sólo constato que otra vez soy minoría socialmente; pero de otra intensidad, con otra modalidad: seguramente menos convencido que cuando fui comunista, seguramente menos problemático que cuando fui adolescente, pero hay algo, se nota, se respira.
Tuve, después de muchos años, un ataque de asma. Eso me pone algo diferente: me hace recordar cosas, como si ya estuviera viejo. Mi amigo Iparraguirre, ahora candidato del comunismo, tiene la tesis de que yo no tuve infancia: que ya nací viejo. Es un (viejo) chiste suyo, que le saca carcajadas. Que ni viene al caso.
Aunque sí, en este punto: hay quienes no, la mayoría de las personas, no sienten -o entienden, depende de donde uno se pare en el campo epistemológico- que las pasiones políticas que lo atraviesan tocan los huesos, configuran lo que, prestos al resumen, se llama, sin más, personalidad.
A veces pienso qué puede suceder, años adelante, con esos pendejos que se iniciaron en la política escuchando el veneno que se supo desparramar. Si en mesas de navidades, con los familiares queridos, también les sopapearon los oídos con la conchuda, con los montoneros, con las sobradas, las gastadas, el odio escondido, irracional, la tosquedad republicana, el consenso silencioso sobre los años felices, la burla infinita. Qué harán esos pendejos.
Yo recuerdo, mi primer campaña, aunque aún no votaba. Tenía dudas entre Pino Solanas y Bordón.
Y en una reunión familiar, había decepción: había muerto una gran esperanza, postulante a presidente. Había muerto Juan Carlos Onganía.
Me decidí por Pino Solanas.
Qué harán los pendejos de familias peronistas, entre dos fuegos: comprendiendo, en la piel, los amigos, la vida social fuera de la casa que es todo en la adolescencia. Qué peronismo mamarán. Cómo configurarán la cabeza, después de los días locos donde volvió la política.
Qué harán los hijos de los muertos, de los presos, de los desaparecidos. Que deben haber notado, en alguna vibración, en alguna mueca: el miedo. La más humana de las cualidades, el miedo. Luchando con furia por esa otra cualidad que nos distingue: el deseo de proteger, el amor. Qué harán; qué habrán sentido, a los 15 años, frente, también, a un árbol de navidad.
En Paraná la noche se hizo húmeda. Dentro de poco, se van a llenar los bares, el Gallego estará encendiendo el fuego, mi hermano cuidando al amigo en terapia intensiva en el hospital, mi hermanita planificando enamorarse de su nuevo amigo en Facebook, supongo que tengo que elegir entre irme a Santa Fe a terminar el último libro de Sebrelli o acostarme a dormir, o apostar por encontrarme con algún borracho en la noche de Paraná.
También podría seguir escuchando a Cacho Castaña, buscarle la vuelta, tener un buen escrito, un buen final, algo potente por decir.
Una respuesta para las críticas, certeras o, mejor, eficientes, de ayer: nunca tengo nada bueno para decir, sueño con ser un populista incurable, pero en el fondo soy un pequeño burgués asustado. Quién lo sabe, puede ser.
Todo puede ser.
Hay gente que tiene cosas inteligentes para decir.
Otros que, si no lo dicen, se marchitan.
sé a que te referís Carrasco.
ResponderBorrarAnoche lo escuché.
Yo creo...no sé, pasa que yo voto otra cosa, pero a la vez, no sé, me emocionás con la pasión que le ponés.
Bueno, suerte.
Su problema, pibe, es que el corazón no lo deja pensar.
ResponderBorraraguante el corazón!
ResponderBorrarDe los mejores post, sin duda.
ResponderBorrarCarrasco Presidente, ¡para que nadie siga haciendo nada!
Carrasco...iba a decir lo acompaño en el sentimiento, pero me pareció demasiado cliché...
ResponderBorrarpuede ser que yo a mis 25 años tambien sienta que naci viejo, o que por lo menos nací en la decada equivocada para hacer politica.
Está muy bueno lo que escribió cumpa...y no se me ponga tristón que el Domingo a la nochecita hay que festejar!!!
Soy Marta
ResponderBorrarfuimos juntos a la escuela
Lucas, que los porteños no te ganen, es lo único que pido.
Vamos a ganar, somos patagónicos. Que la tristeza de la "cultura" no te gane, que no te ganen los porteños.
Acordate de los bailes, de los besos, de las cartas, del centro de estudiantes de la gente de verdad.
Vos triunfaste, pero no nos abandones, aunque se te burlen y se rían, vos sos de los nuestros,no nos dejes.
Te adoro, pendejo, te adoro.
Una bomba el post
ResponderBorrarsaludos
Ay.
ResponderBorrarAplauso Carrasco....La verdad que me siento representado... Aunque soy un poco mas viejo que vos, a veces, no se porque me pregunto si no seré yo que atraso.... Pero despues, al ratito me doy cuenta que no, que lo que pasa es que nos quieren vender el cuento de la antipolítica, de que ellos son buenos porque no viene de ese lugar tan manchado por muchos, de los nuestros, pero mas de los otros.... Si algo le debo al conflicto de la 125 es haber recuperado a mis casi 40 las ganas de militar, de exponer mis ideas, De pronto pude reconocer de que lado no quería estar.. Ya se, a lo mejor parece que nacimos viejos... O en la década equivocada.... Pero que lindo que es esto...
ResponderBorrarDe vuelta, abrazo desde La Plata
Me hiciste poner la piel de gallina. Estoy igual que vos, hace 10 días que no voy a una reunión social para que no me rompan las pelotas los anti k y los antipolítica. Hasta me puso contento resfriarme para tener la excusa perfecta¡.Por suerte tengo la radio para desahogarme. Ojalá todo salga bien y las ratas coloradas tengan que seguir haciendo la cola.
ResponderBorrarazo desde la plata.
sol naciente, el hombre de pie
Dos o tres cosas que me hace pensar lo que cuenta, dice, Lucas.
ResponderBorrarHay un libro, en estos dias, de Chiozza, que se llama "higado,cerebro, corazón. Tres modos de la vida". Cuenta un poco cómo es que pensamos con todos los organos. Cuanta politica necesitamos, que nos haga pensar con , por lo menos esos tres cerebros.
Lo segundo: lo veo con el tema de la respiracion. Ya sea con el asma o similares. Me hace acrodar a una notas geniales de H. Gonzalez, sobre el termino "cons-piracion" en todas las culturas politicas. Y esa ambiguedad de, por un lado su necesidad, su inevitabilidad, su cosa de minoria, el secreto siempre develandose de las decisiones de unos pocos, ganen o fracasen. Cons-pirar: la tarea colectiva de respirar. Cuidado con el asma.
Y tercero, me remite, esto de la respiracion a su post sobre lo estrategico del voto en AP, hace unos dias. Me remite lo de ahora, por el tema de la respiracion y del entusiasmo. SI me permite algo asi como grondonizarme, sabrá que la particula "sp" en respirtacion y otras similares, remite a espiritu, que significa viento. O al reves, a viento, que es lo que se toma, entiende por espiritu. No intento ilustrarlo, solo compartirle lo que pensé en su post aquel. Sabra tambien que el termino entusiasmo significa , etimologicamente, "estar atravesado por un dios". Con todo, esto, lo que me dejo pensando, de cara al 29 -porque si lo estrategico no sirve para ver unos dias mas alla, para tomar diferente el tiempo- de cara al 29, decia, que deberiamos pensar como hacer para que el entusiasmo no sea una variable "independiente" de la estrategia, ni su contrario, etc. El entusiamo como tarea politica. NO como adjetivo, sino como sustantivo.
Saber que pienso? Que será por eso que en este tiempo nos aconsejan...barbijos.Porque el entusiasmo y la estrategia, en su grado inicial, en su statu nacendi,es una cuestion de respiracion.
N.
Carrasco
ResponderBorrarLucas, a quien conocí entreverado en Rosario....
Estás bien parado en esos balances de las pasiones, las dudas y el por-venir
Te repito desde mi edad edad y mis lecturas: es muy importante tu decir!!!
lucas como haces que tu pasión, tu sentir y tu conviccion sean tan dulces y sentidos por todos..
ResponderBorrarnunca te marchitaras tu, tu decir brota solo..
y mas allá d mis criticas en algunas q otras peleas, q bueno q seas un populista incurable..y q bueno q me lo contagies!
gracias por tanta belleza, verdad, realidad y sobre todo ESPERANZA al porvenir!