Cuando se puso sobre el tapete la medición del “aislacionismo del mundo”, pavada que conceptualmente nada quiere decir –más allá de una innecesaria discusión que “pruebe” el grado de interdependencia en debilidad que sostiene la Argentina con los circuitos globales de la reformada pero vigente división internacional del trabajo- se impuso, además de una visión del mundo para consumo desde lejos de clases medias extraviadas, una clase social. La clase social decisiva de nuestra historia impuso, así, una faceta más de su ideología.
Hoy me desperté acordándome de la ex funcionaria justicialista que días atrás me dijo que la Argentina, culpa de la loca de la presidente, “está aislada del mundo”. Corrijo: me desperté porque el boludo del piso de arriba, o boluda, no sé todavía, decidió mudarse y hacer un ruido infernal a las dos de la tarde. Evidentemente, hacer semejante quilombo cuando la gente normal aún no se ha levantado demuestra la poca sociabilidad de mis nuevos vecinos. Ya les declaré la guerra preventiva. Así que lo primero que pensé fue: ojalá, los nuevos, sean Mariel y el Capitán. Después sí, y relacionado con lo que estaba soñando (un viaje en el tren fantasma) me acordé de esta mujer que me dijo lo del “aislamiento”. Recuperé, un poco, el humor en esta agitada mañana.
Me desperté con una carcajada. Yo no sé si la argentina está más o menos “aislada” del, mmm, “mundo”; pero tengo mis dudas que eso signifique algo más que un chamuyo de la tecnojerga neoconservadora, ese idioma que ahora se produce con transgénicos. Ahora bien, en tanto desplaza la problemática del desarrollo, o del subdesarrollo regional y en ese marco la meta del desarrollo nacional, el grado de “aislacionismo” puede ser mayor o menor, ni me importa, pero ciertamente es una victoria clara y concisa de la ideología oligárquica. No de la ideología neoliberal –aunque esos conceptos fantasmales y bizarros son propios de su falta de elegancia- tampoco de la cosmovisión capitalista y menos de la sensibilidad posmoderna (aunque, la problemática del desarrollo choque con la ideología neoliberal, hable de otra etapa del capitalismo nacional y suene a gagá a los oídos posmodernos); sino de la oligarquía. Punto y coma de la alternancia republicana.
La problemática del desarrollo –o, en nuestro caso, del desarrollo medio- está ligada a los términos del intercambio a escala mundial, pero con un enfoque industrial, mercado internista, de estado nación. Todos conceptos, se dice, perimidos. Aldo Ferrer puede joder con eso, pero dice –con tesón, con admirable fuerza- lo mismo desde hace muchas décadas. Los jóvenes egresados de las universidades privadas, en cambio, hablan otro idioma. Tienen el aislacionómetro, que mide cómo se portan los países de acuerdo a su imaginario temeroso. Son lo nuevo desde hace unos 500 años, traen el progreso desde hace unos 200 años, siempre con alguna excusa de último momento: porque el avión negro del ingreso al primer mundo pasa de largo y no aterriza, jamás. Será el gasto político, la grosería diplomática, las barreras para arancelarias, cualquier excusa se esgrime: siempre restos del viejo mundo que se aplican en los países desarrollados pero, claro, no son bienvenidos en el tercer mundo, perdón, en los países en desarrollo.
Los populistas cierran con una cinta aisladora el mapa nacional, y entonces, la argentina está aislada del mundo. Este concepto vale si se diversifican los mercados –por las “ventajas naturales” y el monocultivo- tanto como si se cierran las exportaciones, vale si se piensa una política de integración regional como si nos colgamos del saco de nuestro vecino en el BIRC (Brasil, India, Rusia, China), vale si renegociamos la deuda externa como si le pagamos al Fondo, vale si defendemos la institucionalidad latinoamericana como si le tendemos una mano a Cuba, vale para un barrido y un fregado.
Porque las viejas capas geológicas de la burocracia aristócrata del Ministerio del Exterior, no tiene nada para decir, significativo, fronteras adentro: de cualquier modo, los grasas no entendemos nada.
Tanto la “argentina” como el “mundo” son –solamente- algunos. Así, esos algunos que son, sin más, la Argentina, de pronto, aislados del imperio que es, también sin más, el mundo, se amargan y consideran un crimen de lesa soberbia no arrodillarse ante los espejitos de colores que ellos compran. Porque ellos revenden, para el mercado interno, esos espejitos de colores. Viven de eso, claro.
Suena hasta distinguido volcar en una cena la visión del mundo de la oligarquía. La próxima vez, basta de hacer papelones, cuando, en el medio de una cena, alguien me diga: la argentina está aislada del mundo, le voy a dar la razón.
No puede ser que nuestros oligarcas solamente puedan vender alimento sin procesar para los cerdos, esos inmundos cerdos de la China, de India, que son países, además de muy estatistas, son países algo grasas, de subculturas, muy tilingos. No puede ser que nuestros excelentísimos señores oligarcas, tan predispuestos a conocer Miami con la plata que ganan (sin trabajar, eso es cosa de negros) al venderle alimentos a los chanchos de la India, no puede ser que por los subsidios de la Unión Europea a gente que sí trabaja en los campos minifundistas, se les impida venderle alimento a los bellos chanchos de Francia, de Inglaterra, de la Madre Patria Española, no, estoy indignado: un espanto, de verdad, un espanto. Tener que vivir de los Chinos y no de los franceses, qué horror, nuestros abuelos, cuando nos dejaron sus campos, jamás hubiesen pensado que las cosas serían así. Con la Argentina aislada del mundo.
Hoy me desperté acordándome de la ex funcionaria justicialista que días atrás me dijo que la Argentina, culpa de la loca de la presidente, “está aislada del mundo”. Corrijo: me desperté porque el boludo del piso de arriba, o boluda, no sé todavía, decidió mudarse y hacer un ruido infernal a las dos de la tarde. Evidentemente, hacer semejante quilombo cuando la gente normal aún no se ha levantado demuestra la poca sociabilidad de mis nuevos vecinos. Ya les declaré la guerra preventiva. Así que lo primero que pensé fue: ojalá, los nuevos, sean Mariel y el Capitán. Después sí, y relacionado con lo que estaba soñando (un viaje en el tren fantasma) me acordé de esta mujer que me dijo lo del “aislamiento”. Recuperé, un poco, el humor en esta agitada mañana.
Me desperté con una carcajada. Yo no sé si la argentina está más o menos “aislada” del, mmm, “mundo”; pero tengo mis dudas que eso signifique algo más que un chamuyo de la tecnojerga neoconservadora, ese idioma que ahora se produce con transgénicos. Ahora bien, en tanto desplaza la problemática del desarrollo, o del subdesarrollo regional y en ese marco la meta del desarrollo nacional, el grado de “aislacionismo” puede ser mayor o menor, ni me importa, pero ciertamente es una victoria clara y concisa de la ideología oligárquica. No de la ideología neoliberal –aunque esos conceptos fantasmales y bizarros son propios de su falta de elegancia- tampoco de la cosmovisión capitalista y menos de la sensibilidad posmoderna (aunque, la problemática del desarrollo choque con la ideología neoliberal, hable de otra etapa del capitalismo nacional y suene a gagá a los oídos posmodernos); sino de la oligarquía. Punto y coma de la alternancia republicana.
La problemática del desarrollo –o, en nuestro caso, del desarrollo medio- está ligada a los términos del intercambio a escala mundial, pero con un enfoque industrial, mercado internista, de estado nación. Todos conceptos, se dice, perimidos. Aldo Ferrer puede joder con eso, pero dice –con tesón, con admirable fuerza- lo mismo desde hace muchas décadas. Los jóvenes egresados de las universidades privadas, en cambio, hablan otro idioma. Tienen el aislacionómetro, que mide cómo se portan los países de acuerdo a su imaginario temeroso. Son lo nuevo desde hace unos 500 años, traen el progreso desde hace unos 200 años, siempre con alguna excusa de último momento: porque el avión negro del ingreso al primer mundo pasa de largo y no aterriza, jamás. Será el gasto político, la grosería diplomática, las barreras para arancelarias, cualquier excusa se esgrime: siempre restos del viejo mundo que se aplican en los países desarrollados pero, claro, no son bienvenidos en el tercer mundo, perdón, en los países en desarrollo.
Los populistas cierran con una cinta aisladora el mapa nacional, y entonces, la argentina está aislada del mundo. Este concepto vale si se diversifican los mercados –por las “ventajas naturales” y el monocultivo- tanto como si se cierran las exportaciones, vale si se piensa una política de integración regional como si nos colgamos del saco de nuestro vecino en el BIRC (Brasil, India, Rusia, China), vale si renegociamos la deuda externa como si le pagamos al Fondo, vale si defendemos la institucionalidad latinoamericana como si le tendemos una mano a Cuba, vale para un barrido y un fregado.
Porque las viejas capas geológicas de la burocracia aristócrata del Ministerio del Exterior, no tiene nada para decir, significativo, fronteras adentro: de cualquier modo, los grasas no entendemos nada.
Tanto la “argentina” como el “mundo” son –solamente- algunos. Así, esos algunos que son, sin más, la Argentina, de pronto, aislados del imperio que es, también sin más, el mundo, se amargan y consideran un crimen de lesa soberbia no arrodillarse ante los espejitos de colores que ellos compran. Porque ellos revenden, para el mercado interno, esos espejitos de colores. Viven de eso, claro.
Suena hasta distinguido volcar en una cena la visión del mundo de la oligarquía. La próxima vez, basta de hacer papelones, cuando, en el medio de una cena, alguien me diga: la argentina está aislada del mundo, le voy a dar la razón.
No puede ser que nuestros oligarcas solamente puedan vender alimento sin procesar para los cerdos, esos inmundos cerdos de la China, de India, que son países, además de muy estatistas, son países algo grasas, de subculturas, muy tilingos. No puede ser que nuestros excelentísimos señores oligarcas, tan predispuestos a conocer Miami con la plata que ganan (sin trabajar, eso es cosa de negros) al venderle alimentos a los chanchos de la India, no puede ser que por los subsidios de la Unión Europea a gente que sí trabaja en los campos minifundistas, se les impida venderle alimento a los bellos chanchos de Francia, de Inglaterra, de la Madre Patria Española, no, estoy indignado: un espanto, de verdad, un espanto. Tener que vivir de los Chinos y no de los franceses, qué horror, nuestros abuelos, cuando nos dejaron sus campos, jamás hubiesen pensado que las cosas serían así. Con la Argentina aislada del mundo.
Mi estimadísimo: ¿Por qué esperar a que alguien saque la conversación en una cena?
ResponderBorrarHay que primerear, instalar con fuerza el tema: "estamos aislados del mundo y nos aliamos a los perdedores, como en el '45".
Así se asegurará el respeto de los asistentes masculinos y las miradas del público femenino, cosa que - en última instancia - es lo único que importa, Usted sabe...
genial, simplemente
ResponderBorrarigual tendriamos que ser más criticos.
pero no se tiene tiempo y menos en un blog
La crisis en Argentina ataca igual que en cualquier otro lado, sin embargo en ningñun otro lado hacen el escándolo que hacen acá.
ResponderBorrarSi esto no es opereta, yo soy Carrió puteando a Bergoglio.
Saca pasaje antes que no encuentres donde meterte.
ResponderBorrarChau, pseudo periodista pagado por los KK con la plata de la privatización de YPF !!!.
Chauuuu...
elechau, me has abrumado con tus argumentos...
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