La mejor comida del mundo

No sé qué opinará Claudio Lozano, que sabe un montón de estas cosas, pero para mí, la mejor comida del mundo es el pancito mojado en salsa. No sé porqué no existe una comida, un plato así, si es lo mejor que un ser humano puede comer en esta tierra, y en el cielo, donde manda San Pedro y Lozano.
Por más que mi vieja controle que no me propase, para mí, que me pregunte a ver si le falta sal a la salsa, es un gesto maternal lleno de amor y cariño, un momento infinito. Porque entonces, agarro un pan de La Peruana –la mejor panadería en todo el occidente cristiano. Imaginate si será buena, que el gerente es un amigo que, como candidato a gobernador del PRO, no tenía el rutilante nombre de Mandy Saliva, pero Addy Orduna tenía más onda. No tanta, eso sí, como la de Claudio Lozano, pero igual; aunque sacaba menos del 5%; estaba bueno ver los afiches con la cara de Addy y Mauricio. En fin, no somos nada, todo se pierde, se transforma, se evapora. Agarro un pan como si estuviera sacando noblemente una espada, o un romántico ramillete de flores, o una eficiente chequera convincente, lo que quieras, Felipe. Bien, el caso es que cuando mi vieja hacía una salsa (perdón, ésa salsa) y me preguntaba si le faltaba sal, yo podía tocar el cielo, la barba de Lozano, tener la sonrisa de Bogart. Era más placentero que leer el Facebook de Guillermo Cherasny, mirá lo que te digo. Y no puede uno sentarse a una mesa en Puerto Madero y decirle a los dos bananas que te miran serviciales como si morfar no fuese un proceso natural y suficiente, supongo que la cara de colimba condecorado, de empleado del mes en Mac Donald, de asesor de Lozano, es porque tienen que justificar que te comen la billetera asquerosamente, llamando empolladura de Tailandia con un sutil arrojo de esencias de aceitunas maduras a un puto huevo frito, pero el caso es que uno no puede decirle alcanzadme, loco, la panera y traedme la olla con la boloñesa. Porque uno es kirchnerista, pero lo disimula. Quiero decir: hay lugares donde ser un grasa no va, posta. Así que uno se contenta comiendo una boludez con gusto a limón de suavizante vívere pero elogia ese plato inmenso pero cuadrado donde esa cucharadita miserable de comida haría cagar de hambre a cualquiera. Y toma un poco de vino y aspira como asmático pero poniendo cara de que uno de esas cosas -de esos saberes inútiles y snobs- cacha todas. Ni ahí. Pero uno se acostumbra. Sabe mirar un cuadro vulgar de la hija de alguna millonaria caprichosa, con paciencia y vista fija en un museo, contando los segundos, frunciendo el ceño. Sabe hacer esas cosas. Poner cara de culto. Mi hermano más chico tiene una foto que le sacó una amiga, mientras en el museo Che Guevara en Córdoba, miraba profundamente, intentando captar la esencia de la obra de arte que contemplaba drásticamente: era un matafuego, pelotudo! No sé si notaron que, a excepción de un escritor italiano llamado Andrea Camillieri (creo que se escribe así) y del genial Vázquez Montalbán, en las novelas negras los duros detectives nunca comen. Beben, bebidas blancas, como para el campeonato, pero nunca comen. Si se sientan, con la rubia atorranta, a una mesa de restaurante, mientras estén leyendo las cartas del menú sucederá, de improviso, algo que los levantará de la mesa. Una llamada misteriosa, un tiro en la ventana, la aparición de un hombre en la barra. Una pena. Para mí la violencia, el crimen, la bebida, las trompadas, las mujeres escurridizas, están íntimamente ligadas a la comida. Y ya huelo lo que llega de la cocina, estuve toda la mañana preparando esa salsa. Cuando llegue mi pequeña pondré a hervir los tallarines caseros y, como siempre, no almorzaré con ella. Ya estoy lleno y con ganas de dormir la siesta. Estuve toda la mañana haciendo esa salsa, escuchando Manu Chao, tomando un solo vaso de vino cada tantos cinco minutos, y la fui probando, lenta, placenteramente, con un pan, sí, de la Balear porque estoy en Santa Fe, pero es lo que hay. Todo no se puede, en este mundo, Claudio. Ahí llega, voy a servir la comida, que tengo que dormir una larga muy larga siesta. ¿Alguna novedad en el clima político, Degrossi, renunció la presidenta, Chávez entró en guerra con Colombia, descubrieron que Berlusconi era gay, algo así? ¿no? Bueno, me voy a dormir, entonces.