Cobos.

Las derechas argentinas tienen que escoger entre el atributo de gobernabilidad que representó el menemismo o el riesgo de la incertidumbre de un buen empleado como Fernando De La Rúa.

Ambos partidos, el radicalismo y el peronismo demostraron, como en todos los países, adaptarse con frescura al éxito y empujar al líder que está por caerse.

El próximo presidente estará a la derecha de Cristina Kirchner si es que el kirchnerismo, solo o aliado, no gana las elecciones.

Una lectura correcta de su relativa derrota electoral (sigue siendo primera minoría) es que se fue "muy a la izquierda". Las lecturas estéticas, en el fondo, son livianas y no escapan a viejos prejuicios de clase.

Así, entonces, Cobos hace lo correcto al coquetear con la derecha peronista, no sólo por el atributo de gobernabilidad que quiere imponerle a la opinión pública, la previsibilida a las elites de la Asociación Empresaria Argentina (no olvidemos que emerge a la defensa de intereses corporativos tras una muy guasa traición) y encajonar al radicalismo orgánico como el partido que firme los papeles, ponga los fiscales y reparta cajas de leche, entre otras tareas menores.

El aislamiento, en tiempos dialógicos con las corporaciones antidemocráticas, en el que queda encerrada Carrió es también un negocio para el auditorio de la señora que juega con las instituciones al ritmo de sus descarriados nervios.

Y también funcional al kirchnerismo, que sabe que, en todo caso, el eje derecha e izquierda es el único clivaje que puede dotarlos de potencia en un eventual (y hoy improbable) ballotage.

¿O no, Charlie, que entre Reutemaaan y Máximo Kirchner, elegís a...a quién elegís, Charlie?