El 10 de diciembre hay recambio legislativo. Las distintas fuerzas contrarias a la primer minoría del kirchnerismo tendrán más visibilidad institucional.
Se presetnará un escenario, hacia el público, de mayores contrapesos, responsabilidades compartidas en el ejercicio del gobierno, frenos e intentos de parálisis, afinamiento de las propuestas programáticas de todas las fuerzas políticas, coaliciones variables, mayor complejidad en las alianzas.
¿No es acaso un escenario potencialmente propicio para una presidente como Cristina, y para que el kirchnerismo hable más con hechos, o bien, que los hechos hablen? ¿No tendrán más pesos las medidas de gobierno en ese contexto? ¿No es la ocasión para que se represtigie Cristina, Néstor hable desde algún lugar legislativo y se caiga la fábula del matrimonio dominado por él?
Si yo fuera opositor, y fundamentalmente si fuera opositor radical, dejaría de agitar el boomeran del pensamiento mágico: a partir del 10 de diciembre, el escenario político puede ser más difícil para el oficialismo, pero eso no quiere, para nada, decir que será más fácil para el radicalismo. Muy por el contrario. Mostrarse como alternativa de gobierno, los radicales reorganizando la Alianza, es quizás el mejor antídoto para que las clases medias huyan horrorizadas de la reedición del delarruismo, que el escueto y mal tipo de Julio Cobos parece tan bien encarnar.
Y saludos a Ramiro Pereira, mi amigo el intransigente radical.
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