jueves, noviembre 26, 2009

la zoncera de las Listas Sábanas





Por Raúl Degrossi


La reforma electoral que impulsa el gobierno deja mucha tela para cortar, y cada quien trata de llevar agua para su molino, señalando lo que le falta o porqué no la acompañó aunque (como muchos) diga “estar conceptualmente de acuerdo” o haya propuesto proyectos iguales o similares, o más aun, aunque se beneficie con su instrumentación como es el caso del radicalismo pero, ¡Dios los libre de decir en público que acuerdan con algo propuesto por el oficialismo, salvo que sea la reapertura del canje de deuda!.
Entre las críticas que se escucharon al proyecto sobresale por ejemplo (por su suprema estupidez) la formulada por el presidente de la UCR quien criticó que “la norma no contenga los temas de las “reelecciones indefinidas o las leyes de lemas”, vigentes en varios distritos”, a lo que habría que señalarle que, siendo la Argentina un país con régimen federal, no puede el Congreso Nacional inmiscuirse en las leyes provinciales que establecen como se eligen las autoridades de cada uno de los distritos, sin posibilidad de intervención en esos asuntos, del gobierno federal (artículo 122 de la Constitución).
Tampoco puede pensarse que el senador Morales se refiera a los cargos electivos nacionales, porque no rige ahí la ley de lemas (sistema de doble voto simultáneo para ser más precisos), y las posibilidades de reelección indefinida no se dan en el caso del Presidente y Vice de la Nación, y sí en el de los Senadores y Diputados nacionales, pero surge de la misma Constitución y para modificarlo, obviamente no bastaría una simple ley del Congreso como la que se está discutiendo.
No me voy a detener en cuestiones como el voto electrónico (fuertemente cuestionadas en países que lo implementaron como Alemania, por la posibilidad cierta del fraude electoral), o la boleta única, un cómodo atajo de los partidos que no pueden garantizar una estructura de fiscales para controlar la regularidad de los comicios, y que parece obviar que, de ese modo, es más probable lograr el efecto de la confusión del electorado (sobre todo en ciertas franjas etáreas y sectores sociales determinados), que con el método tradicional de una boleta por partido que postula candidatos; quizás promover esa confusión sea el propósito secreto e inconfesable de algunos.
Reflexionemos un poco sobre la crítica a las tan vapuleadas “listas sábana”, entendiendo por tales aquéllas en que se presentan en la boleta una cantidad importante de candidatos, de los cuales el primero o los que ocupan los lugares más expectantes son conocidos o potables, y detrás de ello irían de contrabando una caterva de impresentables.
Dejando de lado que ese es un distingo netamente político no siempre fácil de hacer por la ley (y que en cierta medida no menor condiciona las opciones electorales del ciudadano, haciendo en consecuencia inocua la maniobra del que la promueve, e innecesaria una arquitectura legal para evitarla), la tensión entre expectativas electorales, y desempeño político de los electos, no es algo que se resuelva fácilmente y menos con alquimias legislativas.
Se dice hasta el cansancio que esta reforma electoral está hecha a la medida del oficialismo, pensando en las elecciones del 2011, con lo cual hay que reflexionar sobre qué elegimos entonces, y en qué condiciones.
La elección más relevante es, sin dudas, la de Presidente y Vice de la Nación, que de acuerdo con la Constitución integran una fórmula elegida por el pueblo en forma directa, a simple pluralidad de sufragios pero en doble vuelta, con el particular sistema de ballotage diseñado por la reforma de 1994 (artículos 90, 94, 87 y 98 C.N. y sus correlativos del Código Electoral Nacional Ley 19.945).
Como para esa elección el país entero conforma un distrito único (artículo 94 C.N. y 148 del Código Electoral), no hay ahí lista sábana que valga y tampoco importa (a los fines legales claro) de qué lugar del territorio provengan los votos de los que ganan, como sucedía cuando regía el sistema de colegios electorales que reproducían el sistema de composición de las Cámaras del Congreso, y el mayor peso demográfico de algunas provincias, se compensaba con el elemento igualitario que aporta el régimen federal a través de la representación en el Senado.
Y ya que de Senado hablamos, en 2011 se renueva un tercio de su composición de acuerdo al orden establecido por sorteo conforme lo dispuso la cláusula transitoria Quinta de la Reforma del 94’, y a los fines de su elección cada provincia conforma un distrito único porque la representan en su totalidad (artículo 156 del Código Electoral), y la Constitución establece en su artículo 54 como se distribuyen las tres bancas de cada provincia (como es sabido, dos al partido con mayor número de votos y el restante al que le sigue en orden); a lo que hay que agregar que conforme a eso, cada elector vota por una boleta con dos candidatos de los tres a ser electos (artículo 157 del C.E.), así que tampoco allí hay sábanas que valgan.
Y quedan las elecciones de Diputados nacionales, donde también cada provincia es considerada como un distrito único (artículo 45 C.N.) y los que le corresponden a cada una son determinados por una ley luego de cada censo (artículo 47), con un piso mínimo de representación (3 diputados) para las provincias chicas, más allá de la proporción que les correspondería estrictamente por su población.
Vamos a suponer que ahí si podríamos hablar de listas sábana, a condición que la provincia en cuestión tenga un número importante de legisladores, y sin olvidar que lo que elegimos cada dos años son la mitad del total, con lo cual si por ejemplo tiene diez diputados, en el 2011 votaríamos cinco; de ahí para abajo no parece serio hablar de “sábana”.
Sería el caso de las provincias más grandes caso Buenos Aires (tiene 70 diputados nacionales, renueva 35 cada dos años), Santa Fe (que tiene 19), Córdoba, Mendoza, Entre Ríos, la Ciudad de Buenos Aires y alguno más que se me escape, pero no creo.
Esos diputados se asignan a los diferentes partidos por el sistema proporcional D’Hont o del cociente de acuerdo al artículo 161 del Código Electoral, lo que asegura (a partir del piso mínimo del 3 % del padrón electoral del distrito de acuerdo al artículo 160) las bases legales para la pluralidad política de representación, lo demás depende de la voluntad del electorado.
Habría que modelarlo matemáticamente en cada distrito, pero el piso del 3 % es inocuo en las provincias chicas (o sea que esté o no, no altera el reparto de las bancas) por menor cantidad de legisladores, y en las grandes solo juega (excluyendo a los que no llegan) si y solo sí se dan dos condiciones: gran fragmentación electoral y número alto de legisladores que correspondan a la provincia. De lo contrario los cocientes hacen su trabajo, a favor de los que más votos sacaron.
¿Cuáles serían en esos casos las alternativas a la “sábana”?, dos: las borratinas por los electores (pudiendo tachar pero no sustituir candidatos) y las circunscripciones uni o plurinominales.
El primer caso está expresamente prohibido por el Código Electoral Nacional en su artículo 157 para la elección de Senadores, y 159 para la de Diputados, y el proyecto del gobierno no plantea modificar eso, que de todos modos tendría (de hacerse) dos inconvenientes: complicaría el escrutinio y significaría en cierto modo una intromisión de los ciudadanos en la interna de los partidos (a menos que se lo contemple como posibilidad ya en las internas abiertas), que en consecuencia resulta incoherente que lo planteen justamente los que pretenden que los candidatos de los partidos sean elegidos exclusivamente por los afiliados.
Pero además significaría simplemente correr hacia abajo la “sábana”, porque no se puede pensar que se les permita a los electores sustituir candidatos de la lista (escribiendo por ejemplo nombres escogidos por ellos en sustitución de los que tacharon) porque sería introducir candidatos fuera del plazo de oficialización de listas por la justicia electoral, con el agravante de que por ejemplo eligiesen a alguien inhabilitado para ocupar el cargo, o que no reuniese los requisitos exigibles.
Y queda el caso de las circunscripciones uni y plurinominales.
El primer caso se daría cuando cada provincia (distrito) se divide en secciones electorales, tantas como cargos se vayan a elegir (en el caso de Buenos Aires por ejemplo, en 35 partes) y el electorado de cada una de esas secciones vota por un solo candidato, en este caso a diputado nacional y no por la “sábana” de la lista completa, y dentro de la sección se adjudica la banca a simple pluralidad de sufragios (el que más votos saca en la sección, se la lleva).
El segundo es parecido, pero en cada una de las secciones se vota por más de un candidato (dos, tres o más) de acuerdo al número total de cargos a elegir por el distrito (provincias) y la cantidad de secciones en que se lo haya dividido, y dentro de cada una de ellas se aplicaría el sistema proporcional de los cocientes para determinar cuantos cargos le tocan a cada partido.
En el primer caso se podría pensar que se gana en cercanía o mayor conocimiento entre el elector y el candidato, pero con riesgo cierto de suprimir el pluralismo y aumentar la hegemonía política: supongamos que un mismo partido gana (aunque sea por un voto), todas las secciones, se quedaría con la totalidad de las bancas en juego.
Aun sin llegar a eso, puede suceder que gane un número de bancas mayor al que porcentualmente le correspondería aplicando los cocientes en un sistema de distrito único, por la sencilla razón de ganar en un buen número de secciones, por escasos votos. En el ejemplo de Buenos supongamos que gana en 21 de las 35 secciones, se llevaría el 60 % de las bancas, casi con toda probabilidad con un número de votos muy inferior a ese porcentaje, o aun teniendo menos votos que otro partido en el total provincial.
El sistema de las circunscripciones plurinominales disminuye los riesgos de hegemonismo, pero lejos estarían de desaparecer porque dependerá de cómo se conformen las secciones geográficamente, si se toma o no una base demográfica (poblacional) común para todas y del grado de desarrollo territorial de cada fuerza política.
Todo parece indicar que son alquimias que lejos de favorecer a las fuerzas menores, podrían perjudicarlas y es que en el tema de las llamadas listas sábanas pasa como con otros (como los ya nombrados del voto electrónico y la boleta única).
Si bien es legítimo hasta cierto punto que cada fuerza política especule con los sistemas electorales, acerca de cual le resultaría más conveniente (y sin que esto implique aprobar a libro cerrado la reforma planteada por el kirchnerismo, y el modo en que trata de conseguirla), esas especulaciones no pueden reemplazar a la construcción política, y menos cuando se asumen clichés o zonceras (como el latiguillo de las “listas sábana”) que tienen un fuerte tufillo del discurso anti-política.
Si los fines son nacionales (presentar una candidatura presidencial, llegar a gobernar el país, desarrollando o planteando un proyecto de pretendido alcance nacional), los medios deben serlo: hay que conformar una estructura política territorialmente presente en todo el país, en condiciones de presentar candidatos con posibilidades en todas las provincias, para construir una mayoría parlamentaria que respalde una eventual acción de gobierno, a menos claro que se repitan otras zonceras como “la escribanía del Poder Ejecutivo”, o cosas por el estilo.
Así como no se puede agitar al voleo el fantasma del fraude cada vez que se aproxima una elección porque se socavan las bases mismas del sistema democrático, no se puede encubrir todo el tiempo la propia incapacidad de construcción política y la resignación de esa construcción al espacio mediático en reemplazo de la verdadera militancia.
Peor aun si, desde la política, se apela para eso al discurso sospechoso de ciertas ONGés que en realidad encubren un ideal de política y políticos sumisos, como garantía de un Estado débil y bobo, que vive con complejo de culpa por su corrupción o ineficiencia; el atajo ideal para dejar crecer libremente al Dios mercado y mantener en las sombras (donde mejor se mueven) a los detentadores del poder verdadero.              
                                        


5 comentarios:

  1. Lucas mira esto que mal le hace a la república http://www.lacapital.com.ar/ed_impresa/2009/11/edicion_401/contenidos/noticia_5001.html

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  2. No acuerdo con la idea de que la boleta única sea un cómodo atajo de los partidos que no pueden garantizar una estructura de fiscales para controlar la regularidad de los comicios. Por el contrario pienso que en el fondo de esta frase está la aceptación tácita de que el estado es incapaz de garantizar la distribución de los votos de los partidos menores, ya sea por error o por omisión.

    En realidad la tarea de los fiscales debería ser otra diferente a la de estar recorriendo cuartos oscuros para saber si les robaron los votos o enterearse si el correo envió o no las boletas, lo cual es una soberana pérdida de tiempo y esfuerzo.

    Por otra parte no han sido las fuerzas menores las inventoras de la mayoría de las listas espejo, listas canasta o sumatorias, sino que tanto el PJ como la UCR potenciaron deliberadamente estos sistemas con el visto de bueno de juzgados electorales que les respondían políticamente. Ahora, como los sellos de goma ya no son funcionales, el costo de su supresión lo deben pagar los partidos políticos no tradicionales y que nunca tuvieron ni el interés ni la voluntad de avalar semejante despropósito.

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  3. Con un poco de ingenio, se pueden crear sistemas mixtos. Es mentira que existen solamente como alternativas a la lista sabana circunscripciones unominales o plurionominales.
    Pero suponiendo que fuese asi (que repito, no lo es), si el gobierno con la reforma electoral, busco eliminar partidos, entonces, cual es el problema con las plurionominales?
    Defender a la lista sabana por 1 o 2 diputados por districto, que puede llegar a sacar como mucho, los partidos chicos, no me parece relevante realmente.
    De hecho, seria una medida coherente con otras tomadas por la reforma politica.

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  4. Buenas
    Cuando leo o escucho comentarios sobre como implementar el acto eleccionario,simempre me pregunto cuantos de los que opinan alguna vez participo en uno como fiscal o autoridad de mesa.
    Del 83 al 99 fui fiscal por la UCR en casi todas las elecciones,tanto internas como generales.
    Hacer un escrutinio es aburrido y cansador sobre todo si hay solo una autoridad de mesa,ya que teoricamente son los unicos habilitados a manipular los sobres y las boletas.
    Por si alguno no sabe el proceso,se los resumo
    - Contar los sobres y que coincidan con los votos emitidos,te la regalo contar 300 sobres.
    - Abrir cada sobre y acomodar las boletas por partido,siempre y cuando no haya cosas raras,doble voto para una candidatura,corte de boletas(les meteria las tijeras en el upite,no es muy democratico pero te rompe las pelotas).etc.
    - Contar los sobre abiertos de nuevo y ponerlos en la urna.
    - Hacer el escrutinio propiamente dicho,si tenes suerte y te toco una escuela acordarte de llevar tiza y borrador y rogar que alguno no se haya llevado matematicas ,sino el conteo es eterno.
    - Rogar que todos los numeros te coincidan,sino a empezar de nuevo todo.
    - Si todo va bien,tipo 9 de la noche firmas todo,cerras la urna y lo entregas al Correo.
    Ahora que esta claro como es,las objeciones:
    Las tachaduras,olvidate,quien hace el conteo.
    La boleta unica,aca en provincia en una gral con todo tenes minimo 6 campos,o sea que si mal no entendi serian 6 boletas sueltas (una por campo)y marcado el candidato.Un quilombo,cuando haces el conteo miras el numero de lista y es mas facil,en el caso de la boleta unica tendrias que leer cada boleta.No olvidar que mucha gente vota lista completa.
    Y todo esto sin contar discusiones entre fiscales por cuestiones nimias,por interpretaciones a la ley electoral,etc.
    Antes de opinar seria bueno que participen y vean de que viene la mano.
    Perdon por la extension ,gracias

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