Recién
llegado de Buenos Aires de participar de los festejos del
Bicentenario, vuelco mis impresiones de lo vivido a partir del
domingo (que fue cuando llegué con mi familia), y tengo que empezar
por decir que hubo una cantidad impresionante de gente, por los menos
todos los días que nosotros estuvimos.
No
obstante, seguramente el número estimado por Moreno y el Indec
estará inflado, así que voy a esperar los datos de las consultoras
privadas, que como todos sabemos, son los únicos serios.
Nos
encontramos allá con unos amigos que tienen una hija estudiando en
la UBA, y por eso lo primero que hicimos fue ir a su departamento
para picar algo antes de ir a los actos. Las mujeres fueron a
comprar algo a un Coto cercano, y cuando vinieron entendí el
concepto de dieta disociada: en las milanesa el pan iba para un lado,
y la carne para otro, seguramente a mitad de camino entre el súper y
el departamento.
Terminamos
de comer y nos tomamos el subte con rumbo a la 9 de Julio, y al
llegar (ante lo que esperábamos fuera un clima de crispación) nos
encontramos con una grata sorpresa: cerca del edificio del Ministerio
de Desarrollo Social flotan globos alegóricos de una locomotora, un
dinosaurio y una ballena. Es evidente que Pino Solanas, Ernesto Sanz
y Lilita Carrió dan el presente, pese a sus diferencias con el
gobierno.
Emociona
ver largas colas en los stands de las Madres y las Abuelas, y en éste
último una nena no logra convencer para entrar a su abuelo que la
lleva del brazo, y que tiene un parecido increíble con Suárez
Mason.
Comienza
el desfile de las colectividades extranjeras, y claramente se destaca
entre todas la boliviana por su número, alegría, organización.
Como bien dice la locutora, trajeron a la Argentina su espíritu de
trabajo y sacrificio, ese que según De Angeli es patrimonio
exclusivo de los que toman vermouth en el bar del pueblo, mientras
llaman por celular a ver a cuanto cerró la soja.
Pasa
la colectividad china, ataviada con sus trajes típicos: las mujeres
con atuendos parecidos a los kimonos, los hombres con camperas de
cuero y celulares apurados por abrir el súper. En las colectividades
austríaca y alemana (que desfilan juntas) hay algunos brazos en alto
en una posición equívoca, y los integrantes de la colectividad
griega ensayan una extraña danza: la música es de Zorba, pero los
que desfilan pasan la gorra entre el público.
Aunque
está empezando a llover y parece que la tormenta vendrá con todo,
decidimos quedarnos hasta el final del desfile para ver pasar a la
colectividad de Venezuela. “Tenemos que hacerle el aguante a
Chávez” pensamos todos. Al final pasan ocho o diez bailarines
seleccionados por Catherine Fullop.
Y
pasa lo que tenía que pasar: los ruegos de Bergoglio al Señor de
las Cosechas tienen éxito (y eso que todavía no empezó el Te Deum)
y se desata una lluvia descomunal.
Todos
empiezan a correr por las calles tratando en vano de no mojarse, y yo
me empapo por completo incluyendo el jogging nuevo que me compró mi
mujer dos días antes para estrenarlo en el viaje, y las zapatillas
viejas que llevé yo para caminar cómodo. “Sonamos”, pienso, “no
tengo pilchas para el acto del Colón de mañana.”.
Tratamos
en vano de entrar en el subte pero un amontonamiento impresionante
nos los impide. Pienso para mí: “qué oportunidad desperdiciada
por la comisión interna para lanzar un paro sorpresa, y acumular
fuerzas en la base social para lanzar el argentinazo”.
Al
día siguiente (cambio de ropa mediante) rumbeamos para Plaza de
Mayo, y de pronto sucede algo que desmiente el lugar común de que el
kichnerismo (al igual que el primer peronismo) divide a las familias:
en la mismísima Casa Rosada me encuentro a mi suegra, que viajó con
mi cuñada la noche anterior.
Comenzamos
a caminar por la Avenida de Mayo hacia la 9 de Julio y en la primera
cuadra mi suegra se para a sacarse una foto con los Patricios.
Aprovecho la oportunidad y la convenzo a mi mujer de separarnos y
seguir viaje, “tu mamá no va a parar hasta sacarse fotos con todos
los miembros de la Primera Junta, y nos vamos a demorar un montón”
le digo y nos vamos.
En
el Paseo del Bicentenario comienza el desfile de los autos antiguos y
uno de ellos, que no logra ponerse en marcha, es superado por los
otros en la línea de largada: parece que el reutemanismo ha decidido
sumarse a los festejos.
En
el mismo desfile, recuerdo aquel programa de Cha Cha Cha cuando
Alfredo Casero hablaba de la primera brigada de motociclistas con
problemas de encendido: el conductor de una moto con sidecar
(increíblemente parecido a Pino Solanas) lucha por lograr ponerla en
marcha.
Pasan
varios colectivos antiguos en estado impecable, diría que mejores
que los que andan por acá por Santa Fe, todos los días. El
revanchismo montonero del gobierno no pierde ni siquiera esta
oportunidad para colar su política de derechos humanos: no hay
ningún Falcon verde.
Empezamos
después a recorrer los stands donde se muestran cosas típicas o
representativas de cada una de las provincias: frutas gigantes en el
de Río Negro, la Casa de la Independencia en el de Tucumán, la
maqueta del Puerto de la Música en el de Santa Fe.
Contra
lo que yo esperaba, en el de San Luis no hay platos voladores, pero
en el de Chubut un dinosaurio (un ejemplar de Dasnevesraptor supongo)
muestra sus dientes al kirchnerismo
La
lluvia de la noche anterior hizo estragos, y en el stand de Neuquen
unos pibes se afanan por volver a poner de pie a un dinosaurio de
goma espuma completamente empapado: el intento es tan vano como el de
relanzar la candidatura presidencial de Sobisch.
Volvemos
al hotel en busca de un par de piernas de repuesto, y porque
quedarnos a ver en pantalla gigante el partido de la Selección
contra los oficinistas de la embajada canadiense que te hacen el
trámite de la visa, parece una alternativa poco emocionante.
Decidimos
ir al acto del Colón, en nuestro humilde aporte al diálogo y al
consenso, y a las tres o cuatro cosas en las que nos tenemos que
poner de acuerdo los argentinos.
Cuando
estamos llegando, nos cruzan un señor mayor y dos mujeres también
grandes, él trajeado y ellas dos con vestidos negros de fiesta que
se dirigen indudablemente a la gala. Los intercepta una mujer que
vende escarapelas “a dos pesitos, vamos, a ponérselas que todos
somos argentinos”, les dice para convencerlos. Los tres la miran
con una mezcla de asco y horror, seguramente pensando: “nosotros no
compartiríamos con usted el mismo planeta, no ya el mismo país”.
Pasa
un tipo con la mujer llevando sillones para sentarse a ver el acto: o
no esperaba la repercusión popular que tuvo, o son de la embajada
del planeta Xillium, enviados por Rodríguez Saá.
Empieza
el acto, que no se puede apreciar totalmente porque no se entiende el
guión que lee un locutor de voz algo gangosa: hay quienes dicen que,
en su afán de capitalizarlo políticamente, el mismísimo Macri ha
tomado el micrófono.
Hay
un helicóptero sobrevolando el Colón, ¿será De La Rúa que se va
antes del final de la función, o Hadad que piensa entrar a ocupar su
palco levantando el techo?
Desde
donde estamos no se alcanza a ver claramente el escenario en el que
hay cuadros de baile, pero me consuelo pensando que ver a Ricardo
Fort en calzas no es algo que uno vaya a echar de menos; y en las
imágenes que se proyectan sobre la fachada del Colón se hace un
repaso de las grandes figuras de la lírica mundial: sorprende no ver
en la galería a Iliana Calabró.
Mucha
gente (con indiscutible aire de votantes del PRO) se empieza a ir
desilusionada, seguramente porque en el acto Macri no hace su
conocida imitación de Freddy Mércuri.
Una
mamá intenta explicarle a su hijo de tres o cuatro años (que carga
en brazos y se está durmiendo) la importancia del evento con algo
así como: “mirá Facundito, no te podés perder esto que es re
importante sabés, esto es el Teatro Colón y estuvo cerrado y ahora
lo reabren, bla, bla,...”.
El
pibe sigue haciendo esfuerzos enormes para sostener la cabeza, y es
muy probable que en el futuro se sume a Al Quaeda y organice una
serie de atentados con bombas contra teatros de ópera en todo el
mundo, los traumas de la niñez suelen ser muy fuertes.
Una
señora trata de abrirse paso entre la multitud diciendo “permiso,
tengo que llegar a Retiro”, el argumento suena tan poco creíble
como si dijera “disculpen, pero me cierra el canje de bonos de la
deuda, tramo minorista”.
El
acto es una típica postal del macrismo: imágenes proyectadas sobre
una fachada. De todos modos, lo raro es que en un acto organizado por
el PRO, no se escuche bien.
Termina
el acto y una marea humana pugna por encontrar un lugar para comer,
yo (experto en estas lides) les aconsejo a mi mujer y mis hijas”:
“no hay que resistirse, hay que dejarse llevar y ver donde te
dejan”.
Reviso
mi teoría cuando la ola nos deja en la puerta de un restaurant donde
un bife sale 68 pesos, y una parrillada para dos, 140, y espero la
próxima que nos deposita enfrente, justo donde hay una promo de una
muzzarella y dos cervezas por 48 mangos.
Nos
sentamos a comer y mi mujer llama por el celular a mi suegra para
decirle donde estamos, cuando llegan con mi cuñada se sientan en la
mesa de al lado y piden una pizza. El paro de Barrionuevo se hace
sentir: demoran como cuarenta y cinco minutos en traérselas (juro
que yo no tuve nada que ver).
Como
no tenían lugar en nuestra mesa, se sientan en la de al lado en los
lugares que les ofrece un matrimonio que no los ocupaba. El tipo le
da charla a mi suegra porque la ve que andaba con un prendedor de
Evita y la mantuvo entretenida todo el tiempo. Después me entero que
era radical, lo cual confirma que, entre tantos, alguno tenía que
servir para algo.
Cuando
volvemos a la calle, una gorda se queja amargamente al marido y a los
hijos que se fueron y la dejaron sola “mientras los 5000 negros me
tocaron el orto y me apoyaron”. La miro y pienso en consolarla
diciéndole que, por una cuestión de volumen, seguramente fue
involuntario y sin intención, pero no lo hago: temo que lo tome a
mal.
Como
estoy con mi señora y mis dos hijas les preguntó si a ellas les
pasó lo mismo y me dicen que no. No muy convencido de la respuesta,
no se si atribuirlo a la caballerosidad del público, o al hecho de
que todos estamos con el cuerpo completamente insensibilizado de la
cintura para abajo.
Volvemos
a la 9 de Julio buscando lugar cerca del escenario principal cuando
están tocando Los Kjarkas, (tengo que explicarle a uno que no son
kirchneristas garcas) y para estar ahí cuando todos cantemos el
himno a las doce de la noche.
Cuando
termina de cantar la Sole, se arma el desbande y mientras empieza el
espectáculo de tango vamos buscando la salida, y cuando llegamos al
cruce con Sarmiento (la calle, no el prócer) lo encontramos a
Mariotto (este sí, en camino de ser un prócer), al que apenas
alcanzamos a saludar antes que una columna de fans de 6 7 8 se lo
lleve puesto con rumbo desconocido.
La
misma ola se lleva a mi suegra, así que cuando vuelva a Santa Fe
prendo Canal 7, a ver si aparece de panelista en el programa, y
aprovechamos el vacío que se genera para acercarnos a hablar con
Filmus (ya que Sarmiento no estaba), que parecía francamente
emocionado.
Cuando
volvemos al hotel, pasan por la tele imágenes de los presidentes
extranjeros que vienen invitados a los festejos, y cuando aparecen
Zelaya y su mujer, la mía insiste en que están alojados en el hotel
que estamos nosotros, y que ella se los cruzó en el ascensor.
Yo
le digo que una cosa es que lo hayan derrocado, y otra que además le
hayan confiscados los bienes dejándolo en la calle, y sin guita para
pagar otra cosa.
Nos
dormimos después de ver las imágenes de la gala del Colón, con
Ricardo Fort con un traje de luces que reíte de Dominguín o
Manolete, y Susana con cara de estar pensando (dado que la función
que daban era “La Bohemia”): “¿para qué nos mostrarán la
vida de una hincha de Atlanta?”.
El
25 de mayo amanece con un sol esplendoroso, como dice la canción,
desmintiendo aquello de que los días peronistas eran el 1º de mayo
y el 17 de octubre.
Antes
de salir prendemos la tele, y Gastón Recondo opina (ante el
comentario de otro panelista que destacaba la ausencia total de
episodios de violencia en los festejos) que eso pasa cuando la gente
va espontáneamente a los actos.
“Sí”,
pienso yo, “como por ejemplo el 19 y 20 de diciembre del 2001”.
¿Nace un nuevo cientista social, un agudo analista de la realidad
nacional para reemplazar a Guinzburg, y suplir el ostensible declive
de Lanata y Pinti?
Allí
comentan el acto que en el acto del Colón de la noche anterior uno
de los dos únicos gobernadores presentes fue Binner, que se ve que
se ha tomado en serio eso de tener completo el carnet de vacunación
contra el populismo, no le falta ninguna dosis: desde el coloquio de
IDEA a Expoagro, el tipo no deja pasar una.
Decidimos
ir caminando por Callao y cuando llegamos a la plaza enfrente del
Congreso, hay un acto de los pueblos originarios, y más allá, en la
Plaza Lorea, se congregan (bueno, es un decir) grupos de izquierda
del MST, el PO y la CCC. Un cantautor confundido (seguramente
escindido de la Plaza Lorea) se apodera del escenario montado en
Plaza Congreso para cantar un tema dedicado a Severino Di Giovanni.
Viendo
la concurrencia (sobre todo en la Plaza Lorea) y escuchándolo, me
doy cuenta de algo: lo de las izquierdas no será la política de
masas, pero la rima y la métrica, menos.
Cuando
llegamos a la 9 de Julio, aviones militares pasan en vuelo rasante y
pienso: “cagamos, se levantó otra vez la Marina como en el 55’,
y sí, mucho tiempo no se iban a bancar este tema de los derechos
humanos”, pero enseguida me doy cuenta como viene la cosa:
Cristina se pudrió de los agravios de Macri y mandó a bombardear el
Colón. Igual, espero que Piñeyro no tenga razón y se caigan sobre
nuestras cabezas.
Nos
dirigimos hacia uno de los escenarios, donde se va a presentar la
delegación musical de Santa Fe, que en realidad resultó ser una
embajada de Rosario, con Los Palmeras como artistas extranjeros
especialmente invitados.
Baglietto
tiene menos aire que el Chacho Coudet, y Lito Nebbia hundiría la
balsa si se subiera ahora, pero los dos le ponen onda y contagian a
la gente, sobre todo el primero cuando canta el tema que es cortina
musical de 6 7 8 (todo un dato a tener en cuenta).
Entre
los dos, aparecen propuesta vanguardistas: dos xilofones (me corrigen
y me dicen: “no seas bruto, son marimbas”) y otro dúo de bajo y
salero/pimentero, con música que perfectamente podría ser usada por
el Coprosede para prevenir disturbios los sábados en las canchas del
ascenso.
A
mí me parece que, si con ese día y en ese marco la gente alrededor
bosteza y se empieza a ir, hay algo que no camina, menos
aun cuando suben al escenario Los Palmeras, y los primeros acordes de
“El bombón asesino” provocan un movimiento migratorio
impresionante (un aluvión zoológico diría Sanz) desde todos los
puntos del Paseo que virtualmente nos aplasta contra las vallas. Si
yo fuera Binner, replantearía las opciones musicales de cara a las
elecciones en el 2011.
Nos
movemos hacia el escenario principal y conseguimos ubicarnos en el
mismo lugar de la noche anterior, y al lado nuestro (al igual que
entonces) unos tipos improvisan un puesto de choripanes colocando
encima de un carrito de supermercado una chapa sobre la que ponen las
brasas y arriba la parrilla.
Después
que no me vengan con que en la Argentina no hay clima de negocios,
eh.
Lo
que si es cierto es que a los actos del gobierno van todos por el
chori: la cola empieza abajo del reloj del Banco Ciudad y llega más
o menos hasta la bajada de la autopista Illía. De todos modos, esto
desmiente las teorías de Sanz: no sólo en droga y juego se van los
180 pesos por pibe, también hay espacio para el Hombre Araña
inflable, pero eso sí: del Bicentenario.
Enfrente
nuestro, en una especie de cabina o algo parecido, unos pibes tratan
de treparse y son subidos por los que están arriba al mejor estilo
del palco de Ezeiza, aunque en este caso (sobre todo cuando las que
quieren subir son minas) la técnica que prevalece para ayudar al
ascenso, es la mano en los fondillos del pantalón (los agarran del
forro del culo, bah).
Los
que quedan en esa especie de platea privilegiada reciben de lleno y
por horas la humareda del puesto de choripanes que está justo abajo,
con lo cual después de un tiempo tengo ganas de decirle al
parrillero que los diera vuelta para el otro lado que se le iban a
pasar, pero lo pienso mejor: a mí tampoco me gusta que otro se meta
a darme indicaciones cuando estoy haciendo un asado.
No
puedo evitar pensar en lo que debe ser volver hasta Berazategui con
alguno de los que están arriba, en un colectivo con vidrios
cerrados, y si es hasta Jujuy ni hablar: ya sería como pensar que el
choripán es como la revolución: un sueño eterno.
Sorprendido
veo a un chino con una remera con la cara de Evita, pienso para mí:
“¿los amarillos no eran del Pro?”, y cuando anuncian por los
altoparlantes que el desfile esta organizado por Fuerza Bruta, al
lado mío alguien dice: “sonamos, D’Elía va a empezar otra vez a
los piñazos y seguro viene la patota del Indec con Moreno y “Acero”
Cali”, pero le explico de que va la cosa y se tranquiliza.
El
desfile de carrozas se demora bastante, y un amigo me pregunta: “¿no
estará a cargo del general Alais?”. Otros se quejan porque no
entienden las alegorías de las carrozas: esperen a que gobierne Pino
Solanas y festeje el centenario de su cumpleaños, y después me
cuentan.
Sin
embargo, tengo que admitir que la carroza que representa las
distintas crisis económicas es algo confusa, ¿quisieron decir que
para Martínez De Hoz, Cavallo, Souruille y otros era muy complicado
armar planes económicos estando cabeza abajo, o que nos dejaron a
los argentinos culo para arriba?.
La
continuación del paso de las carrozas se demora y algunos proponen
integrar a los que ocupan el recorrido al desfile mismo,
concretamente dentro del paragolpes del camión que va adelante. El
kirchnerismo paga el costo de no reprimir la ocupación del espacio
público.
La
ansiedad que hay porque el Congreso vote ya la ley despenalización
del consumo es muy grande: al lado mío dos tipos no pueden esperar
que salga, y están armando un porro.
Ironías
del destino: cuando desfila el cuadro que representa al campo, el
tractor que lo encabeza no puede avanzar, porque hay gente que se
atraviesa en el camino. Hace dos años vivimos la situación inversa,
¿una alegoría del cambio de humor social sobre las protestas de la
Mesa de Enlace?
Por
las pantallas gigantes vemos en la 9 de Julio como Cristina baila con
la murga que desfila por la Diagonal Norte. Pienso en Mirtha Legrand
diciendo: “¡claro, como querés que vaya al Colón si es una negra
grasa bailantera!”.
Veo
en la misma pantalla la imagen de Kirchner y me resigno: no va a
pasar desfilando por acá con el caballo manchado.
Cansados,
nos vamos al hotel cuando está terminando el desfile y antes de que
empiece el recital de Fito Páez, el heladero del rock, pensando en
todo lo que vimos y vivimos.
Desmintiendo
rotundamente el lugar común berreta de los medios, se vivieron días
de enorme alegría popular sin crispación alguna, salvo la cara de
tujes de Bergoglio en su Te Deum, o las quejas de Bonelli por TN
(¿tendrá un piércing en la lengua que cada vez se le entiende
menos?) por el poco espacio que se le dio en las imágenes del
Cabildo a los otros gobiernos democráticos fuera de los de Perón.
Descartado
que esté hablando del de Alfonsín (recordado en varios tramos), y
con la duda si para él los de Illía y Frondizi eran o no
democráticos pienso: “¿se referirá a De La Rúa y Menem?, ¿cómo
exponer en un pantallazo la semana de gobierno de Rodríguez Saá?”.
Lo
que si es verdad (y es algo a lo que el gobierno nacional tendría
que prestarle atención) es que durante varios días Buenos Aires
vivió un descomunal, continuo, absoluto y permanente caos en el
tránsito, eh.
Muy buena la crónica: muchas observaciones son muy graciosas, pero lo de las milanesas y la dieta disociada: genial. Saludos,
ResponderBorrarCasi casi a la altura de los mejores del género. Muy bueno, merece mayores glorias!!
ResponderBorrarGrosso. Muy divertido. Con su permiso (y dando los créditos respectivos) lo voy a hacer circular
ResponderBorrarLE PIDO PERMISO PARA HACER LO MISMO QUE gUSTAVO...
ResponderBorrar(www.usinaeducativa.blogspot.com)
Un gran Abrazo.
Me abuuuuuuuuurroooooo...
ResponderBorrarlas intervenciones de tu suegra en el relato se pasan. al final apareción de panelista?? o la devolvió la ola?
ResponderBorrarMuy bueno che!!
Abrazo
Impresionante crónica, digna de Tato Bores con una ribotra encima.
ResponderBorrarDr. Degrossi es usted genial. Hoy voy a ir a conocerlo a la radio.
ResponderBorrarMuy bueno el relato.
ResponderBorrarEstimado Degrossi con lo de la despenalizacion se paso!!
ResponderBorrarGracias!!
ResponderBorrarMejor descripción imposible.Un saludo a todos los periodistas en su día.
ResponderBorrar