lunes, mayo 24, 2010

Las pasiones políticas



Me han querido cagar a trompadas más de una vez y también, una vez, en Trelew, una moza me dio un beso, dejó el delantal y se fue conmigo hasta Puerto Madryn y volví después de un día larguísimo y varias noches cortas, tan cortas como fugaces. En una asamblea me dijeron de todo antes de expulsarme, en otra me dijeron mal la hora para dejarme afuera, y casi lo reviento, otra vez,  a Marcelo cuando en Rosario, tomando una ginebra con dos aguerridas veinteañeras del PC, me fui a mear detrás del monumento y él me robó la más linda; me quedó de saldo la más combativa, pero a los 19 años qué te importan esas cosas. A los 19 años unas buenas tetas valen más que un puño aguerrido, no jodamos.
Corrí de los gases y me refugié en el viejo edificio de la UBA. En Jujuy hice dedo para encontrar a la dirigente de la CTA que hoy hace furor. Me metí en los laberintos de las grutas de Río Negro para rosquear cargos estudiantiles y me fui de mambo, una vez en La Paz, y pueteé a todo el mundo. El vino y el pescado, los asados y los bares con cervezas, cuando me dejaron a pata en Bariloche y cuando hice reír a todos en Misiones. Empecé a hacer chistes bastante hirientes, después sí pude hablar en serio. Como esa vez que en una charla entre futuros antropólogos confesé que no sabía un pomo del tema por el que me habían invitado.
A veces, antes, se me ocurría que todo podía, en el fondo, ser estúpido. Inútil. Convenía que no me rajen del laburo, tocar las dos campanas y vender un periodismo en el que nunca creí. Debí no haberme peleado con algunos amigos, aún al costo de no ir teniendo nuevos amigos. Una mejor relación con tías estúpidas y primos medio nabos. Debí  haber creído que el mundo entero que es tu barrio en ciertas ocasiones no se divide tanto. Y no hacer la adolescencia, esa especie de colimba del posmodernismo, con el boom latinoamericano y Ernesto Cardenal. Las imposturitas de Cortázar, la prematura nostalgia, los trenes que tomó Henry Miller. No sé si hubiera sido distinto, si ya no tenía este espíritu de polémica en los genes, y la política, las pasiones que despierta, son posteriores. Es la discusión del huevo y la gallina, que sólo tiene sentido paradojal si uno es ateo militante.
Pero conversé con la de la despensa, estiré los pies sobre el escritorio de un ministerio, llamé por teléfono para conseguir pensiones, escuché a Hugo Chávez lagrimeando como un boludo, fui y volví y cambié y seguí siendo el mismo, escuché a Gilberto Gil con otra mirada, me reí y me amargué y pataleé y más de una vez me inventé héroe con epopeyas de otros. Después de todo, así son las cosas. Entre picardías y decepciones.
Hay gente que va en un colectivo mirando por la ventana pensando las variables duras que condicionan los cambios sociales, y otros que venden alfajores en los micros. Hay mujeres que esperan un héroe en las terminales y otros que sueñan con una mujer en cada puerto. Con conflictos, idas y vueltas, a veces me parece que todo más o menos funciona bien. Convivimos socialmente, qué se yo, en algún punto funciona.
Si llegamos a creer que la caída de los grandes relatos y el debilitamiento del estado/nación nos volvía extraños en el universo simbólico de ideas en que nos movíamos como pez en el agua esquivando el mundo salvaje que hay debajo de los mares, y después resucitamos viejos anhelos nacionales y populares, y en ese recorrido conocimos el sabor amargo de la traición, la implacable presencia de lo fútil, algún sentido debería recogerse. Un homenaje a las pasiones, por lo menos. Lástima que no me sale, del todo. Ni sé qué quiero decir. Una vez conocí a una vieja que guardaba en un poblado de tierra árida los viejos recortes de La Protesta que recordaban la campaña de solidaridad para que su papá saliera de la cárcel.  Algunos tenemos, aún minorías, que poder entender esas cosas. Mientras sigue la vida mansa y vecinal de las mayorías. No es que seamos mejores, eso no.
Hay algo raro. A medida que pasan los cumpleaños, uno va aprendiendo muchas cosas, entre otras, buenos modales que van minimizando las pasiones. Entonces los sueños por los cuales uno leyó a Marx y Galasso, a Gramsci y Cooke, a Giles Deleuze y Horacio González;  y por los cuales siguió la trayectoria de Mariátegui como si fuera una película, los escritos de Aldo Ferrer como un Plan B,  las caídas de Guevara y las pesadillas camboyanas, todo eso, que es tanto y nunca termina ni cierra ni concluye, va quedando en sus aspectos emocionales como debajo de la alfombra donde caminamos. Y sabemos más de rosca, de tácticas, de diagramas. Los buenos modales, tan necesarios. Tan oportunos. Miramos atrás y aprendemos. Pero no deja de ser algo raro. Y en el fondo, quizás, equivocado.
No sé si da para olvidarse de eso.
Capaz que como homenaje al tipo más puro que quise ser, vale la pena tenerlo en cuenta, de vez en cuando, a eso: uno puede estar equivocado.

7 comentarios:

  1. valen más que un puño aguerrido, no jodamos.


    mmmm, puño aguerrido,puño aguerrido
    ¿puñetero tardío?
    ouch

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  2. en Trelew? ¿se puede saber en qué bar?

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  3. Hay veces, como ya le he dicho, que veo desfilar pos su post a la mejor literatura, la mas versada poesia, a Arjona dándose besos con Sabina.
    En estos momentos de balances bicentenarios o bianuales, es bueno preguntarse si esos, sus relatos, valieron la pena, pues yo le digo que sí, que cuando vuelen sillas tal vez no me tenga de su lado, sino que tal vez sea yo el que le haya robado las pasiones de una dieciueveañera.
    De lo que no puede dudar es que lo agonal, de lo que no pocas veces renegó, conforma parte de su identidad, que lo hace reconocible en medio de una velada de unos cuantos miles. Tampoco puede dudar de que muchos de los que frecuentamos por acá también nos gustan las camas desechas y las sillas volando.
    Creo que el delarruismo ha sido superado totalmente

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  4. son pequeñas revoluciones internas,
    pero que no nos deshacen, más bien nos rehacen, nos reconstruyen,
    todo lo que fuimos sigue estando latente, sigue siendo. Y si reflexionamos sobre aquello, más aún es.

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  5. De sillas que vuelan, algún tortazo, un beso robado, una sábana húmeda, decepciones, traiciones y pequeños triunfos quedan los relatos. Grandes relatos como éste.
    Un abrazo bicentenario

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  6. Grande Lucas, una historia militante de locura como debe ser.
    Abrazo bicentenario y te esperamos en Gualeguay.

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  7. Si era lo que querías, te salió: un homenaje a la pasión política, pero en clave literaria. Y de cómo sigue siendo complicado, para algunos, el cinismo y la hipocrecía a pesar de los años.
    Creo que es esa pasión la que diferencia a los mejores blogs políticos del periodismo tradicional, y cuando a esa pasión se le une el talento literario y la creatividad, resultan post como estos.
    Felicitaciones.
    Un abrazo

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