Iba pensando, aburrido, en el colectivo; como si fuera un libro, de tapas duras, las distintas esquinas que tienen un significado. Si pensás así las cosas, vas haciendo una colección de fotos. Imaginadas, claro. Probablemente distorsionadas. Y hay esquinas que ni el nombre sé, ni sabría cómo volver. Pero las cosas interesantes, si te lo ponés a pensar, suceden en las esquinas, nunca a mitad de cuadra. No sé porqué, pero las chicas no besan a mitad de cuadra, ni te dan cachetadas ni se despiden para siempre sino es en una esquina. Pensalo. No son las plazas ni los bares ni los livings los que tienen la espontaneidad, la magia, la gracia, la ternura. Y tampoco sé porqué los ladrones no roban a mitad de cuadra, sino que te esperan en la esquina. Y en la esquina pasan los trolebus y los colectivos y en la esquina se frenan los taxis. No todos los taxis ni todos los colectivos ni todos los trolebús de Rosario paran en las esquinas, pero sí los importantes.
Hay una esquina, en Paraná, que me oyó dos veces discutir con dos chicas. Una, ya falleció, y la otra me olvidó, pero la esquina sigue ahí. Está la esquina de Esquina donde terminé a las piñas. Una en el barrio de Monserrat, o Constitución, por ahí, donde perdí mucha plata. Se me fue del blsillo. Y hay una, fue en los años 90, en calle corrientes frente al mercado del abasto, donde un peruano con una navaja muy ágil quería sacarme la guita que yo no tenía. Terminé hablando con el peruano. Me invitó, esa madrugada, a tomar unos pases. Esa esquina ya no existe: a pesar de que siguió el día laboral cuando murieron dos bolivianos albañiles, hicieron un shopping y la esquina se modernizó, ponele. Las esquinas no van al cielo cuando mueren y tampoco tienen tumbas, pero cuando se van, cuando sucumben al tiempo o a los arquitectos yuppies, no se pueden llevar los recuerdos. En la esquina de FM La Tribu conocí a Enrique Symns, y en la esquina de la casa de mi vieja velaron a mi mejor amigo. Las esquinas tienen ese no sé qué. Me acuerdo que el jardín quedaba a mitad de cuadra; pero, con mi delantal anaranjado y la canastita con la merienda, yo me sentía llegado, del brazo de mi abuela, cuando doblaba la esquina: recién entonces me sentía llegado. Porque yo rayé esa esquina con una tiza azúl. Una vez no quise ir al jardín (alegé aburrimiento: me castigaron, por supuesto, no dejándome jugar con la pelota en el patio) y no había facebook para ratearse, y no fui al jardín y la esquina me habrá extrañado. No supe ni sabré, porque las esquinas no hablan. Y cuando en la esquina cerca del boulevard me dejó mi primer amor, sentía que el mundo se me venía abajo y que nada más grave y aterrador podía sucederme: tener 15 años, de nuevo, qué lindo estaría. La esquina ésa, cerca del boulevard, habrá sabido de historias así, de adolescentes tristes, de despedidas y reconciliaciones. Guardó silencio la esquina, y tuve que esperar al tiempo para darme cuenta que nada es para siempre y nada es la hoguera final. Fue en la esquina de la escuela donde le toqué las tetas a Carolina. Y donde fumé mi primer pucho. Y donde planifiqué una guerrilla guevarista. Después, San Benito se hizo otra ciudad, la escuela fue haciéndose grande -y vieja- y a Carolina si la volviera a ver capaz que no la reconozco. Teníamos 13 años y un montón de sueños. A la semana, Carolina me dejó, y como venganza me puse de novio con su mejor amiga, Roxana, creo que se llamaba.
Fue en la esquina de la entrada de mi casa, en Paraná, donde se jugaba a la escondida, donde se dibujaba la rayuela, donde subíamos los kartings que hacíamos de madera con rulemanes, y en la esquina de calle misiones cuando llovía y se inundaba nos dábamos un chapuzón y nadábamos con una tabla de tergopol que nos regalaban en la heladería.
El libro con cada foto de cada esquina me duró bastante del viaje, casi 6 mil hectáreas de soja vistas por la ventanilla.
Después llegué acá, a mi casa, en Santa Fe. Vivo en una esquina. A veces viene Fernando a esta esquina para irnos a Paraná, a veces viene el Betta para irnos a Rosario, mañana pasa Degrossi para irnos a la radio.
Y tengo las ramas que me ensucian el balcón, un paraíso, y las hojas secas -sé que suena cursi, pero es así- me hacen acordar a mi pequeña.
En enero estaba en Clorinda, Formosa, en un hotel. Mi plan era quedarme a vivir ahí, buscarme un trabajo, no sé. El plan me duró una noche. Cuando una rata se asomó por el placard y una ex novia me mandó un mensaje. Ese hotel quedaba a media cuadra. Por eso no funcionó. Mi casa de acá queda en una esquina.
Me tienen podrido mis vecinos. Dicen que soy un quilombero. Tienen razón. Cuando empiezo a odiar la vida provinciana, pequeña, aburrida, tengo que irme. Y cuando me voy y no puedo, en 10 minutos y con suma urgencia, acercarme al río Paraná, empiezo a rabiar contra los subtes y los aeropuertos y el ruido y la gente nerviosa y triste y sacada.
No sé a qué iba todo esto, pero me gusta contarlo.
el río Paraná es - casi siempre- una puerta al "interior".
ResponderBorrarsaludos...
esas esquinas del cuore, ese río...
ResponderBorrarcarrasco, cómo entiendo eso de hacer planes de una noche, de querer irse, pero no bancarse sin el río (en mi caso sin la sierra y sin el río sauce grande que es un hilo de agua a comparación al paraná).
estar siempre en las esquinas, nunca a media cuadra, che!
salud! saludos!
pa mi vivir en una esquina es algo así como exhibicionismo urbano.
ResponderBorrarAguanten los pasajes de barrio!, aún a sabiendas de la falta que nos hacen los centros de manzana.
Puta que lo parió, ¡cómo escribe usted Carrasco!
ResponderBorrarAhora no sólo le envidio su pluma (qué viejo suena esa frase, pero no encuentro el sinónimo) y su cercanía al Paraná, sino también la esquina de su casa.
Saludos,
Vivo justo detrás de la esquina, no me acuerdo sí tengo marido...sí me quitas con arte el vestido te invito a champagne...
ResponderBorrarCopado! En la esquina de las 4 esquinas donde vivía en Concepción del Uruguay creo que viví la misma tragicomedia que acabo de leer...
ResponderBorrarHace esto: cada vez que te calentás con Jazmín, en vez de asesinarla con un tic lisergico hablala en la clave onírica de esta nota.
chau viejassssssssssssss
Che, en serio el kichnerismo te paga por escribir estas cosas? el gobierno da para cualquiera! cuac
ResponderBorrarquería decirlo
Saludos vieja.
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