jueves, julio 15, 2010

Obispos

Por Néstor Borri

Qué decirles, Monseñores: estamos aburridos, estamos cansados, estamos, la verdad, asqueados.








Lo menos que podemos decir de lo que ustedes hacen, es que es una irresponsabilidad pastoral. También es un escándalo, y una vergüenza. Dan asco. Dan pena. No da, la cosa, para más.







No da para más. A lo mejor ustedes lo saben, y por eso recurren a construirse una legitimidad entre lo más reaccionario, patético y antievangélico - aunque de misa diaria se maquillen- de nuestra sociedad. Porque con las mayorías que aman y sueñan, a ustedes no les va quedando nada. Ni de respeto, ni de legitimidad, mucho menos del afecto que, alguna vez, algunos pastores lograron de sus fieles. Hoy, disfrazados como van, suman al atuendo y la soberbia, la máscara patética de la altanería que no duda en reivindicar la muerte, y un aura de hipocresía que parece que sólo ustedes no perciben.







La teología de ustedes, sus sermones, sus admoniciones... apenas pueden ser llamados así. No sólo se la siente lejos de la vida y, claro, de cualquier forma de alegría o libertad. Además de eso, queda claro que apenas razonan, que son gente no feliz, que la complicidad que sostienen les amarga corazón y vísceras, ni hablar del alma. Pena darían, si le dejara lugar a la pena la repulsa que provocan.



Hace pensar que lo más evangélico y lo más práctico que podemos hacer con ustedes, además de ignorar sus indicaciones, es reírnos de su ridículas posiciones. Y así sería, una risa, si no fuera porque ustedes además siguen sosteniendo su complicidad con asesinos y genocidas. Y porque influyen, desde sus oscuras cavernas revestidas de dorados y piadosas imágenes, sobre políticos y otros dirigentes, que traicionando la democracia que los llevo a sus puestos, los obedecen a ustedes - digamos mejor que se usan perversa y mutuamente- y con esa obediencia toman decisiones que luego cuestan vidas.







Y sin embargo, el problema de ustedes no es con los gays y su matrimonio. Podríamos decir: ojalá así fuera, de manera que sólo eso fuera. Pero no: el problema de ustedes es con la vida, con el placer, con la libertad, con la felicidad.



También vemos esto: no se trata ni siquiera de que la mayoría de los que usan sotana estén en posiciones reaccionarias y que otros, valientes pero pocos, se hagan cargo como pueden de su madurez. No se trata de eso. De lo que se trata es que una casta de célibes ya no puede pastorear a unos creyentes maduros y, mucho menos, pretender orientar a una sociedad democrática.







La complicidad con los genocidas y el encubrimiento y aceptación de la pedofilia son sólo las manifestaciones más evidentes de la decadencia de ustedes, de su lejanía y su patetismo. De sus crímenes. No olvidamos eso. Pero también sabemos que la institución que ustedes dirigen desde arriba y desde lejos, tiene complicidades económicas con lo peor del poder concentrado; también sabemos que solo usufructuando una parte de los recursos públicos - materiales, institucionales, simbólicos, la educación a la cabeza- es que mantienen una presencia en la sociedad que la animación de la fe y la voluntad de las comunidades creyentes no les provee.







Una parte de ustedes, la más expuesta, la más explícita, es la que más claramente muestra públicamente los signos de su decadencia. Estertores de un poder que no volverán a tener. Ya no se oyen, casi, voces proféticas. Fallecieron o se apagaron, muchas veces condenados al ostracismo y el silencio desde arriba. Lo que preocupa es que , estadísticamente al menos, sería pensable que entre el número de obispos que hay en este país, alguno que sea buena gente habrá, algún adulto maduro, algún ciudadano conciente y, seria esperable, más de unpastor... Y sin embargo callan. Le apuestan al secreto y al silencio. Y, así, el espíritu "de cuerpo" prevalece, se transforma en argumento, en práctica recurrente y, en última instancia, resulta ser más importante que la verdad, que el amor, que el evangelio, incluso que la doctrina. El espíritu de cuerpo - y eso que ustedes con el cuerpo parece que tienen problemas, de los serios, de los serios y patológicos muchas veces- resulta ser el formato que adquiere entre ustedes la opresión interna, y la cohesión retrograda. Qué pena. Porque, visto de cerca, conociendo un poco, diríase que algunos pastores, hombres de bien, hay entre ustedes.







Pero bueno: así es la vida. Da la impresión de que ustedes la traicionan, y también de que se la pierden. Una lástima a veces, y un escándalo cada vez más seguido.







Qué decirles. Básicamente: no cuenten con nuestra obediencia. Eso es una fantasía trasnochada de ustedes. Despierten. Y vayan preparándose para no contar con absolutamente nada de nosotros y de nuestra sociedad, que quiere ser feliz en democracia, madurando, creyendo, amando. Disfrutando nuestros errores y buscando trascendencia con mejores pensadores, poetas, y dirigentes. Y acaso pastores. Sobre todo, con mejores compañías. Suerte en sus palacios y en sus cónclaves y en sus cócteles. Desde el lado de afuera de sus cortinados, les contamos que aquí sopla una brisa fresca. En la religión que ustedes predican, en un tiempo, se la llamaba, a esa brisa, Espíritu. Y qué decirles, monseñores: nosotros la llamamos , hasta nuevo aviso, Libertad.









1 comentario:

  1. me gustó mucho. Te deja con una sensación medio triste, si crees (como es mi caso) (aunque no sea católico; los católicos no tienen el monopolio de la intolerancia)
    Pero bueno, "nunca es triste la verdad...", dice el Nano.

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