Por Raul Degrossi
La puerta que da al comedor diario se abre. Un rayo de sol me da en la cara y un segundo después Lilita se interpone y queda recortada en la luz. Avanzo encandilado para saludarla. “Así debe ser la aparición de una santa”, (¿Santa Elisa de la Cama Solar?) pienso (también puede ser un tren que viene de frente, pienso yo) y sonrío para adentro, estoy conciente de que mi cara está desnuda en la luz. Veo su pelo recogido, finito, atravesado por el sol, su silueta romboide, (¿me equivoco o le dijo que está ovalada?) intuyo sus calzas (…a punto de estallar) y sus ojotas. La voz sonora (si no fuera sonora no sería voz, como dice la canción “…era muda, la mina era muda”) de Lilita dice mi apellido con un tono de sorpresa pero es una manera de saludar. Me detengo a mitad de camino porque no veo dónde piso. Ella ya está frente a mí. Traía una mano alzada como para abrazarme; menos mal que yo no correspondo porque Lilita está quieta, cabeza alzada, la mejilla lista para un beso y su mano apenas toca mi hombro para mantener la distancia.
Las apariciones no abrazan, que yo sepa. ¿Los líderes? He conocido a algunos, he oído hablar de muchos: salvo por protocolo, los líderes tampoco abrazan; a veces se dejan abrazar. (siempre que uno alcance a abrazarlos enteros, en este caso…)
Ahora con la luz en la espalda, Lilita va arrastrando las ojotas camino al sillón principal en el living de su casa. Las persianas están bajas como en las casas de provincia en verano. De afuera sólo llega un rumor de autos –es la avenida Santa Fe–. (¿no hay cacerolazos?)
Líder en chancletas, gorda, (¿me parece o la palabra que seguía acá era “impresentable”?) una líder rara aun para la Argentina, país de mujeres poderosas: Evita, las Madres de Plaza de Mayo.
–¿Lilita, va a tomar algo? –es Cristina de los Hoyos, su secretaria–. (que concheta la secretaria, de todos modos se le cumplió el sueño de tener una Cristina a sus órdenes)
Lilita quiere un té y jamón (¿un kilo, uno entero?). El periodista no quiere nada.
Ella es el centro de cualquier universo en el que se instale. (y sí, ocupa bastante lugar, pero de ahí a decir que es grande como el sol o un planeta, me parece medio jodido) Pero en su universo íntimo, su centro es un espacio doble: su living y su cama. En ambos recibe, estudia, diserta, predica, medita, reza, (¿nunca duerme esa mujer por ejemplo?) a veces escucha a otros. (pero a veces, muy de vez en cuando eh)
La cama como un centro social es algo femenino, propio de princesas y de mujeres acomodadas del interior. La princesa está instalada inmóvil como el sol, los demás la rodean y la sirven. (¡mirá vos los aires monárquicos de la gordi, otra que Máxima Soreteguieta!) El sillón de tres cuerpos en el living también facilita la conducción radial de Lilita. (¿tiene un programa en AM o FM?) Aquí ha instrumentado sus complicadas jugadas tácticas de 2007: su controvertida alianza con Telerman (a quien había condenado como aliado de De Vido), las idas y venidas de su candidatura y el armado de su Coalición Cívica. (y todavía le faltaban las del 2008: el robot Gay, piquito con Morales, peregrinación al santuario de Alfonso, cónclave con Piñón Fijo Juez, el payaso cordobés)
Es la cuarta entrevista y la última que tenemos para este retrato elaborado a lo largo de varios meses de 2007. (otra sutil forma de decirle gorda: pintar un retrato suyo demora varios meses) La asunción de Cristina, el futuro, la crisis de ARI, son algunos de los temas. ¿Cómo es esta dirigente política, la única que hasta ahora ha llegado muy alto sin ayuda de su esposo? (el/los pobre/s tipo/s por más que quisieran alzarla, no creo que hubiera/n podido)
Las mujeres argentinas que tienen peso (otra vez acá la discriminación a la obesidad) político y social tienen la impronta de Eva: la crispación, la furia y la referencia a la muerte. Eva, claro, está cruzada por su propia muerte tan temprana; pero además ella anunciaba que lucharía hasta la muerte por Perón y los destituidos y así fue, literalmente. Las Madres están constituidas para siempre por la muerte: la de sus hijos.
Lilita tiene su dosis de crispación y enojo. En cuanto a la muerte, ya lo veremos más adelante. (¿no será mucho compararla con Evita y las Madres?)
Tal vez la crispación y la furia no son un atributo de las líderes argentinas sino un rasgo argentino.
¿Y Cristina Fernández de Kirchner? Es obvio que ella tiene el perfil furioso femenino. Ahora tiene la oportunidad para mostrar su capacidad y estilo de liderazgo.
Lo que ninguna tiene es la ternura de Eva, quizá porque el estereotipo dicta que la ternura parezca debilidad y el enojo, fuerza.
Eva fue una mujer de su época. Era la esposa de Perón. Su marido la legitimaba; por entonces era la única manera de ejercer tanto poder y era muchísimo. Isabelita no cuenta, fue muy poco más que un instrumento. Cristina también es una mujer de su época en tanto es socia de su esposo en un proyecto común donde su identidad política se funde con la de él. (¿Cómo, no había doble comando?)
Lilita es la hija de un hombre dedicado a ser feliz y querido; era generoso y egoísta, (¿en qué quedamos, una cosa o la otra?) centrado en él como un chico o un artista. Ella también tiene los genes de una mujer inteligente, infeliz y eficaz, (acá parece que hay un error de tipeo, ¿no será “ineficaz”?) capaz de parar la olla (en el caso de Lilita de vaciarla) mes tras mes, año tras año hasta la viudez. (o sea que el padre era un cafiolo)
Por el padre está en la política. Para Coco Carrió, aristócrata chaqueño (¡gente como uno vieron!) venido a pobre por su despilfarro, la política era una manera de seguir viviendo en una barra ilimitada de amigos. ¿No será así para todos, cada uno/una con su estilo? El de Coco incluía el alcohol, las madrugadas y el andar y andar. (si fuera Coco Basile le dirían borracho, mujeriego, cafisho y que se yo, pero es Coco Carrió viste) Se esperaba mucho de él, rico, culto. Pero él nunca prometió nada. Apenas llegó a diputado provincial, pero en su mesa estuvieron todos los grandes líderes del radicalismo, sus amigos. En ese ambiente se crió Lilita. Balbín la hacía llorar (no era a la única) (“hablaba como en un radioteatro”).(¡Oscar Casco Presidente!) Illia iba a su casa cuando era presidente. Alfonsín era una figura familiar en su adolescencia. El poder le resulta familiar. (¿y desde cuando codearse con Balbín o Illia era estar cerca del poder?)
Quizá por su madre tiene una inteligencia superior, tenacidad y el afán de lograr.
Por el padre está en la política literalmente: (o sea que no llegó a la política por su inteligencia, ni por su tenacidad) él le pidió que fuera constituyente en el 94, ya enfermo terminal. (viejo de mierda, si palmaba antes nos librábamos del Agente Naranja) Entonces Lilita abandonó la carrera judicial (sí, de fiscal de la dictadura de Videla) y se estrenó estrella política. Ya se sabe: Alfonsín estuvo contento algunos años, convencido de que había aparecido alguien muy cercano a él con futuro en el radicalismo. Después, fue tarde para arrepentirse. “Soy mujer y soy inmanejable”, dice. “Soy un error del sistema”. De su padre, dice, aprendió la libertad. Mezcla rara. Es muy ambiciosa, y si no roba, no hay de dónde sujetarla.(ni cinturón de talla suficiente) ¿Pero a dónde va? (¡ah, esa si es una pregunta jodida para contestar!)
Va a la presidencia pero no va como un hombre. (¿eso se lo deja a Florencia de la V?) Lilita sufre y lo dice; duda, va y vuelve, (es emo, ¡buahh¡) se comenta a sí misma. Un hombre no necesita explicar por qué busca el poder. Lilita necesita justificarse, no puede quererlo sin más.
El poder tiene la impronta de los hombres y ella no tiene un hombre al lado que la legitime y la autorice.(y la…atienda) Por eso dice: “Al lado de un hombre exitoso hay una mujer de tailleur; al lado de una mujer exitosa no hay nadie”.
Lilita no está con sus dos hijos más pequeños, los del segundo matrimonio –la mayor parte del tiempo están con el padre en Chaco–,(¿por qué será?) no tiene vida familiar. En un país donde más de uno recompuso su matrimonio a la disparada para llegar mejor a una elección presidencial, ella –mujer– se ufana de no tener marido. Estas carencias coincidirían con la idea de que la política y la familia no pueden ir juntas. Ella describe la falta de una vida cotidiana con sus hijos como un sacrificio hecho ante un llamado superior, y cita al Cristo que le dice a uno de sus seguidores que debe dejar todo atrás. (¡pero todo todo eh Gordi: la cama solar, las vacaciones en Punta del Este, la pizza, el depto en Avenida Santa Fe, la secretaria privada, si no no es como Cristo, no me jodás¡)
En parte, no es la persona típica frente al poder. Avanza por los costados. (últimamente sólo por el derecho) Se acerca y se aleja. Quiere que quede claro que su vida es mucho más que la búsqueda del poder. Por eso dice: “Si pierdo esta elección, no me presento nunca más. (esto me parece que alguna vez se lo escuché decir) Yo hice todo lo posible”, etcétera. Luego confiesa que fue un error. (¿cuál fue el error: decir eso o presentarse como candidata a presidente?)
Lilita parece buscar el sufrimiento: “No me importa ir presa. Me gusta ir presa”.(¿aunque te toque el Pabellón Nº 5 de Ezeiza con la Rímolo?) Y por eso años atrás se ha exhibido obesa y mal vestida, porque una mujer sola debe pagar, a los ojos de todos, ella incluida, un precio muy alto para llegar al poder.
Por la misma razón, desde otro modelo femenino, Cristina se pinta tanto. Porque necesita recordarnos continuamente su vínculo erótico con su otra mitad, su fuente de legitimidad. Cristina es dos en el poder, representa a un matrimonio. Lilita quiere el poder y está sola. (¿una forma sutil de decir que vale o pesa por dos, o la gordi cero erotismo?)
Salguero 1245, un edificio de tres plantas en Barrio Norte. En planta baja, un vasto salón para fiestas. Primer piso, un departamento para los anfitriones. Allí se han concentrado Lilita y la Coalición Cívica hoy, 21 de octubre, elecciones generales. (che, avísenles que se concentraron una semana antes, las elecciones fueron el 28)
Es cerca de la medianoche. Enrique Olivera y Gerardo Conte Grand hablan en el gran salón. Arriba, Lilita los ve por televisión. Los cómputos se dan por gotas y no incluyen los distritos más importantes. ¿Es una técnica del Gobierno para disimular el triunfo de Lilita en algunas ciudades grandes del país? ¿O es simplemente porque en esas ciudades se corta boleta y el sufragio y el escrutinio son más lentos? Cristina ya ha salido a dar por confirmado su triunfo, exultante y emocionada. Lleva un vestido estampado con grandes rosas de tonos azules.
También Lilita tenía esa noche un vestido de rosas estampadas, las suyas de color bordó. (¡lástima que no le sirvió para anunciar el triunfo!) Sentada con las piernas abiertas en un puf (¡pago los dólares que sean por una foto!) frente a un televisor pequeño, Lilita parece ausente con un paquete de Marlboro en la mano. La rodean algunos dirigentes. Su hija Victoria (15 años) duerme con la cabeza sobre su falda. Sobre las mesas, los pocos canapés que quedan (se los morfó todos ella) se van poniendo amarillos. El dilema de Lilita es si acepta o no el triunfo de Cristina con tan pocos datos oficiales. (después de todo, la diferencia era nada más que de cuatro millones de votos)
En la planta baja, los hombres de Lilita y unos pocos periodistas brillan bajo la luz y el calor de la televisión rodeados por la oscuridad en el enorme salón de fiestas. Semejante amplitud tal vez estaba pensada para un triunfo. (¡qué desperdicio de salón y bocaditos!, pero a no amilanarse muchachos, el fútbol da revancha todos los domingos, y la política cada cuatro años) Y es un triunfo: Lilita está segunda por primera vez en su historia política. Pero ella esperaba forzar el ballottage y Cristina le lleva mucho más que diez puntos de diferencia. (sí, sí, mas o menos unos 23 puntitos) No hay ballottage. No hay festejos.
Por eso, la cara de infinito cansancio de Patricia Bullrich con la ropa ajada (“nos robaron las boletas en La Matanza”) (si, y faltaba una mesa de Necochea) y la cara de resignación enojada de María Eugenia Estenssoro. (no macho, tiene esa cara de boluda así nomás, de nacimiento)
Lilita lo veía venir. Las cifras oficiales adelantaban el triunfo de Cristina bien temprano. (así cualquiera la ve venir) Las de ARI le daban a Lilita un triunfo rotundo en la Capital, una elección muy buena en la provincia de Buenos Aires, en Santa Fe, etc., que finalmente se probaría cierto. Entonces, ¿de dónde salían los votos del triunfo de Cristina? “Eso es posible si nos dieron una paliza en el Norte y en Mendoza”, había dicho Lilita. (y en el Noreste, y en el Conurbano, y en la Patagonia, y en la Antártida…) Y así había sido.
Sólo con el ballottage podía soñar con llegar a la presidencia. Quizá se había aferrado a esa esperanza. Pero no hay caso: el país no está polarizado. (¡nooo, de ninguna manera, todo eso del peronismo y antiperonismo es historia antigua!) Ella dice estar feliz porque ahora se podrá ir tres meses al mar en vez de cuatro años a la Rosada. (si ganaba era revés: tres meses en La Rosada y cuatro años al mar) Pero no hay festejo pese a que saca más de 4 millones de votos (es que la otra sacó más de ocho millones nabo, ¿o no escuchaste a Borges decir que “la democracia era un curioso abuso de las estadísticas?) y eso la ubica como la líder más importante de la oposición y la consolida como la primera mujer en fundar y dirigir un partido importante. (tan importante que a los dos meses lo disolvió y formó otro)
Ahora en la Argentina, país bastante machista, de pronto hay dos mujeres que son grandes referentes políticos.
Lilita tiene el sello de los extremos. (o en los extremos, como las medias reses) Será porque se instaló en la sociedad con un acontecimiento crítico, cruzado por escándalos, por amenazas contra su vida y promesas suyas de escarmiento al poder: la comisión legislativa que investigó el lavado de dinero del menemismo. (¡ah, las famosas cajas que trajo de Washington donde “estaba toda la verdad”¡) Quizá sea porque tiene bien presente que en la caída de De la Rúa (y del país), durante el “que se vayan todos”, ella era una de los pocos dirigentes políticos con legitimidad. (¿o sea que el cantito era “que se vayan todos…menos Lilita”, pero como, no seguía “que no quede ni uno solo”?)
Por la razón que fuera –incluso porque la Argentina es un país de extremos–, Lilita se ve a ella misma como alguien que se hará cargo del país en una situación excepcional. (¿después de un golpecito de Estado promovido por ella tal vez?)
“Argentina es evanescente”, dice. “Parece de mucho poder pero es una obra teatral. Es de cartón”.
Ella ve “un derrumbe”: ve “un escenario de utilería” que se “desmonta por exceso de poder”, por sus “asuntos internos”, su “falta de límites”. Alude a los Kirchner, es obvio: “plenos poderes, Consejo de la Magistratura”. Y sitúa el conflicto en términos bíblicos: “Es David contra Goliat y sólo se le gana a Goliat sin nada, con otras reglas. Sucedió en Misiones: Piña es un testimonio”. (¿dónde, donde Cristina sacó el 78 %?)
¿Lilita imagina un caos?
“No. Una situación de reacción-contra”.
¿Cuándo?
“El momento oportuno puede ser también el tiempo de Dios”, dice, oracular. “Lo que va a venir en el país es muy difícil y muy maravilloso”. (¿en qué quedamos pitonisa, difícil o maravilloso, o sea lo que sea vas a decir “yo les advertí que esto iba a pasar”?)
Esto ve hoy. “Los delitos son cada vez más crueles. La violencia se descontrola porque la droga no tiene control. Se negocia con el delito en el conurbano: paran los secuestros a cambio de que sigan los piratas del asfalto y los desarmaderos. Hay violencia sindical: el tesorero de Moyano aparece asesinado. Hay violencia paraestatal: se pelean a punta de pistola y no puede haber escrutinio. (a vos te hubiera convenido) Y no me olvido de aquel que tomó la comisaría (el piquetero D’Elía): Kirchner te dice yo no reprimo y te manda la fuerza de choque”. (y sí, después va a la Plaza de Mayo a repartir piñazos)
Este futuro ve: “Hay un horizonte de conflicto y de más violencia. Temo que la violencia se desmadre y que alguien llame a una guerra contra el delito, contra los corruptos, contra el fin del Estado de Derecho. (¿no será ella la que llama no, y de paso: se le escapó el paro del campo al oráculo chaqueño en esa larga lista de males por venir?) Hay que evitar que la sociedad legitime la violencia estatal y paraestatal de derecha como si fuera una guerra, antes contra la guerrilla, ahora contra los delincuentes. Por eso lo más progresista hoy es armar un movimiento por la no violencia y la paz”.
Un ex lilito que quiere anonimato cuenta que en 2001 Lilita “sabía” lo que se venía: “Esto se cae, se cae, se cae, decía”. (si, empezó a sospechar cuando sintió el ruido de las hélices del helicóptero) Otro recuerda, con sorna, que en las semanas previas a la caída de las Torres Gemelas ella decía ver “mucho humo”. (¿se quemaría el lechón?)
Lilita nunca dirá a un periodista que ella tiene visiones –como los videntes, como algunos religiosos–; ya sabe que eso espanta votos. (aparte de dejar claro que está loca, si puede presentir el resultado de las elecciones, ¿para qué se presenta?) Dice que su idea del futuro surge de un proceso: intuición, información y reflexión. Pero dice también que ella tiene “un secreto” y que “la iglesia lo sabe”. (¡má qué mensaje de la Virgen de Fátima, estas son profecías misteriosas!) Su confesor es el cardenal primado de la Argentina, monseñor Jorge Bergoglio. (¡parva de dólares por un micrófono en el confesionario!) No dirá nada más.
La religión y el misterio de la muerte. En ese cruce se formó Lilita. La muerte le hizo descubrir en ella misma la capacidad de intuir, de “ver”. Tenía diez años cuando en la cocina de su casa le dijo a su mamá: “La tía Nenucha no está dormida, está muerta”, así, tranquila. (para eso no hace falta ser pitonisa, con tomar el pulso basta, y eso sin considerar que ella le haya tapado la cara con una almohada) La madre no la tomó en serio. Recién perdió la sonrisa cuando llegó al dormitorio.
Las muertes habían comenzado dos años atrás. Una compañera de banco había sido violada y asesinada; otra amiga de la escuela iba a morir por meningitis. Después de cumplidos los veinte años, su “amor de mi vida” y cuatro amigos de la universidad murieron una noche en un auto del que ella se había bajado a último momento. (¡máh que vidente, terrible mufa la gorda!)
Ahí Lilita aprendió a disociar. (¿empezó la famosa dieta disociada?) En medio de la desgracia aprobaba materias con 9 y con 10. Pero se desmayaba a cada rato. “Entraba en un tercer estado, no estaba viva ni muerta; quería estar con mis amigos”. (¿en el Borda?)
Cuando salió gracias al psicoanálisis de ese mundo oscuro, (¡sí, en el Borda!) encontró la religión. Es probable que se le haya impuesto mediante alguna percepción mística. Ella sólo dice que fue “una experiencia muy fuerte”. (¿habrá viajado en el Roca a la mañana temprano?)
Algunos amigos del Chaco aún le reprochan que entonces perdió su “mentalidad cartesiana”. En realidad, Lilita comenzaba a construirse un universo donde la religión y la razón van juntas, tal como postulaba el filosófo francés. Sólo que el universo de Lilita es político. Qué mezcla: ese universo tiene los brillos sombríos del apocalipsis y las alegrías exaltadas de la redención, pero también los equilibrios y los malabarismos de la razón. Posiblemente nadie haya incluido así lo religioso en la política argentina y llegado tan lejos. (hasta Saturno más o menos, la joda es cuando vuelve)
Lilita adapta su discurso a su auditorio. (o sea: le dice a cada uno lo que quiere escuchar) Sus dirigentes más cercanos no son creyentes y, sin embargo, valoran su solidez intelectual; incluso los que se fueron de ARI. Fernando Melillo, hoy legislador oficialista: “Su muy buena formación le permite hacer puentes intelectuales para explicar sus virajes ideológicos”. Su magnetismo alcanza a intelectuales y a religiosos de muchos credos. (el rabino Bergman por ejemplo) Otro dirigente que la dejó: “Su poder interno se basa en su claridad intelectual: los deja mudos con su discurso racional”. (no macho, no los deja mudos, los duerme)
Los tribunales de Retiro, 27 de agosto de 2007. Lilita en juicio oral, a dos meses de las elecciones se la juzga por calumnias e injurias. La acusa Héctor Antonio, dueño de una pesquera a quien ella vinculó con el asesinato –aún impune—de Raúl Espinoza, otro empresario pesquero de Santa Cruz.
Espinoza le había prometido a Lilita información sobre un presunto sistema de corrupción que derivaba dinero de la industria pesquera hacia el kirchnerismo. Fue asesinado por un sicario en la calle pocos días antes del plazo de esa entrega. Espinoza también le había dicho a Lilita que Antonio había querido comprarle su parte en su empresa y que él se había negado.
Lilita brilla toda de blanco al llegar a la sala de audiencias. Minutos antes, en su casa, hacía chistes: “¿María, llevás mi pijama a rayas?”, (avísenle que el traje a rayas en la cárcel lo suprimió Perón en 1947) o teorizaba: “Nunca más libre que presa”. Pero ahora se la ve seria cuando se sienta entre sus abogados; intenta una sonrisa y le sale mal. ¿Tiene miedo? Seguirá el desarrollo del juicio retraída. Ni siquiera se altera cuando su acusador, Héctor Antonio, explica que le ha puesto “Lilita” a una yegua de carrera para mostrarle a la acusada que todos somos vulnerables. (sería interesante ver la reacción si le hubiese puesto así a una chancha)
Sólo sale de ese estado cuando Antonio se ve obligado a admitir ante el juez que había mentido y a reconocer que después del crimen le compró a la viuda de Espinoza su parte en el frigorífico. Allí mira fijamente sin emoción a su enemigo herido.
Mal día para Antonio. ¿Qué lo habrá llevado a iniciar este juicio en un caso tan peligroso para él? La única persona que puede salir bien parada de esto es Lilita. (¿en qué quedamos, denunció un asesinato y por eso se comió el juicio por calumnias, o una mera compraventa de acciones?) Después de esa admisión será difícil condenarla por calumnias, y menos tan cerca de las elecciones. Antonio ha juntado las palmas a la altura de los ojos envolviendo su nariz. Parece protegerse de un mal olor (¿qué hiciste Lilita, te aflojaste después del miedo?) o rezar. Así devuelve la mirada.
Llegó el momento del alegato final. Ahora Lilita revive, recupera su persona, habla con severidad, su índice sube y baja sobre el escritorio como un hacha o un cuchillo. “Soy la primera líder política sentada en el banquillo de los acusados“, dice. Formalmente tiene razón: ningún otro llegó a juicio oral. Pero Menem fue acusado de asociación ilícita –y preso– hasta que lo salvó una Corte adicta. Sin embargo, la metáfora es válida por lo que sugiere: en un país siempre cruzado por escándalos de corrupción política, este juicio por calumnias parece una enormidad (bueno después de todo la acusada tiene su tamaño, vos le dijiste “ovoide”) y una ironía.
Lilita se deja llevar por sus temas: “Me da alegría dar testimonio por otros con riesgo de mi propia carrera política pero también de mi propia vida”. Esto es cierto quizá si se refiere a los días en que investigaba el asesinato de Espinoza. Ahora tampoco corre peligro de ir a la cárcel. (¿ y qué hacemos con el pijama a rayas?) Antonio sólo pide para ella un año y medio de prisión (en suspenso). En cuanto a su carrera, el juicio no hace más que beneficiarla. (o sea que todo fue pura propaganda electoral) Lilita habla de la impunidad y de su decisión de hablar sin fueros. “Hablo como ciudadana de la Nación y seguiré haciéndolo toda mi vida” (pronuncia la V corta) (¿ven que tenía claro que ni en pedo ganaba las elecciones?). Lilita tiene algo de Balbín (sí, perder todas las elecciones) en su oratoria, por algo la hacía llorar de chica: (viejo de mierda, hacer llorar a una nena) abre largos silencios después de las frases más rotundas y mira a su audiencia, calma y severa; cambia de ritmos y de tonos, transmite emociones. Pero tiene estructura y claridad, (¿en serio che?, porque yo la mitad de las veces no le entiendo un pomo lo que dice) no las frases vacías ni las disgresiones de Balbín. (ni los muertos ilustres se salvan en la comparación con Gorililita, le batieron hueco e incoherente al pobre Chino)
Al cabo de dos horas de cuarto intermedio el juez la pronuncia inocente. Lilita empieza a llorar. Al principio es un fluir de lágrimas sin gestos; enseguida es un sollozo y se tapa la cara. Llora y llora abrazada a sus abogados y a sus amigos que son mayoría en la sala. Llora en los pasillos y en las escaleras y en la calle, rodeada de cámaras de TV. “Lloro”, dice, “porque siento la presencia de Dios. Dios te lleva hasta extremos increíbles pero luego te…” (¿te qué?, parece la Iglesia del Antimilagro de Capusotto)
Sólo Lilita se anima a mostrar ese llanto desnudo –no los ojos húmedos ni la lágrima solitaria sino el llanto que transforma la cara, como lloramos todos de chicos–. Ninguna otra dirigente política se anima a mostrar así sus emociones profundas. (está todo bien, pero que pare con mostrar otras de sus profundidades porque el espectáculo puede ser fuerte) Eva era púdica llorando pero era más impresionante aún porque en su último tiempo su voz quebrada era un llanto dolorido palabra por palabra.
Lilita no es una dirigente tradicional. Sus enemigos coinciden en que “no tiene método” para construir poder. Sus amigos le encuentran una vuelta positiva: “Es una excéntrica: se convierte (al catolicismo), engorda, adelgaza, se sale del partido, renuncia a su banca, crea otra estructura. Experimenta en política con ella misma”. (se borocotiza todo el tiempo bah)
¿Lilita cambia? Mario Cafiero, un fundador de ARI que se alejó, dice que ella fue saliendo de una izquierda inicial “tal vez porque vio que la sociedad iba hacia el centro”. Y dice citarla textualmente: “Hay cosas del poder –decía ella– que yo voy a respetar. No vengo a hacer un cambio revolucionario. (¿en serio?, ¡qué desilusión, yo creía que asaltabas el Palacio de Invierno y se venía la reforma agraria!) Olvídense de que alguna vez cantamos la canción del Che Guevara”; (y quemen todas las grabaciones porque todavía quedan herederos del pobre Ernesto) fue en el primer congreso de militantes de ARI. Fernando Melillo sostiene como muchos otros ex lilitos que ella está “obsesionada con Kirchner”, que “actúa en espejo” con él haciendo lo opuesto. Y que su “giro a la derecha” fue obligado porque Kirchner ocupó la izquierda. (éste Kirchner también, que ganas de andar jodiendo a la gente, si no aparecía él Lilita terminaba con Lozano, Pitrola y Vilma Ripoll, ¿cómo me dicen, qué eso al final pasó en el conflicto del campo?, ¡mirá vós! )
Lilita dice que sus principios no cambian; que su idea de la Coalición Cívica se remonta a los albores de ARI. Y que antes que la ideología están la honestidad, la distribución del ingreso, etcétera. No cree que la ideología participe siempre en la manera de encarar esos problemas. (no seguro, si la pobreza la encaran igual López Murphy y Solanas, total los dos son re honestos) Sostiene que aquel izquierdismo de los albores era de un sector de ARI “que quería usarme y sacarme”. (¡aleja de mí Señor ese sucio trapo rojo!)
Sentada en su living, Lilita se sube las calzas negras para disimular un rollo. (de metro a metro y medio de ancho más o menos) Llama otra vez a su empleada y pide más té. (el jamón da sed) Falta muy poco para el fin de un año con varias campañas electorales. Hoy Lilita no tiene maquillaje. Sus ojos están desnudos sin rimmel y tiene los párpados algo hinchados. Su entonación no tiene el énfasis habitual. Tiene un aire vulnerable. Parece cansada. Está regenerando su energía, dice, y vuelve a su tema. (¿o al jamón?)
“Yo soy la única líder suelta, libre (habrá que ver por cuanto tiempo, lo que tarden en el Moyano en darse cuenta que se fugó) –sin necesidad de pactar–, que polariza naturalmente con la figura presidencial porque somos dos mujeres”, dice.
Bien claro. Ella se ve como la antagonista.
Uno podría creer que para llegar a la presidencia Lilita necesita una hecatombe.
“Siempre tengo varias alternativas”. (un paro agropecuario aquí, una denuncia por asociación ilícita y traición a la patria allá, una corrida bancaria acullá o algún timbrazo a los cuarteles si nada de lo anterior funciona)
El té se está enfriando en la mesa ratona.
“Ahora: vos viste que mi vida es una historia maravillosa. Es difícil. Llena de ataques, de peleas contra los malos. Hacés campaña, te roban los votos, tus ex maridos te quieren. (lejos) Yo nunca pensé...” (acá hay un rapto de sinceridad de su parte)
¿Qué se imaginaba Lilita?
“Ser juez…” (¿Luis Juez?)
¿Juez?
“¿Viste cómo Dios te lleva?” (más que Dios, a vos a la justicia te llevó Videla)
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