Subject: Por qué esta mueca siniestra de la suerte
From: logarantizo@gmail.com
To: lucas-carrasco@hotmail.com
Hola Lucas, soy un lector silencioso de tu blog. Te paso lo que por necesidad catártica escribí el miércoles al mediodía, desde las tripas. Hoy tengo más esperanzas que temores.
un abrazo grande
Javier F. Rodríguez
¿Por qué esta mueca siniestra de la suerte?
Cómo me duele y se ahonda mi herida
Hasta el 2003 fui un peronista testimonial, primero por herencia, después por convicción teórica y emocional. Con Néstor llegó la verdad: la realidad. La constatación práctica. Por eso lo quiero. Por eso me duele. Mucho.
Sonó el teléfono, diez y algo, me levanté apurado por si era algo del censo, no sé qué pensé, tampoco pensé tanto. Era mi viejo. ¿Estabas durmiendo? No, sí, más o menos. Una mala noticia: murió Kirchner. Mi viejo lo llamaba así. A mi me gustaba, me gusta, decirle Néstor. No. Siempre se niegan esos momentos, es lo que primero queremos hacer: negarlo. No puede ser, pensé o dije. Lo qué sí dije es No lo puedo creer, aunque lo estaba creyendo. El aire cambió, oprimía mi pecho y me costaba respirar. Mi viejo me contaba cómo se había enterado y que Canal 7 no decía nada, pero Crónica sí. Que el aire cambió no fue una sensación mía, algo pesado cruzó desde la cocina hasta la habitación y preocupó a Isa, la tuve en seguida a mi lado, preguntando qué pasó. Murió Néstor Kirchner. También ella lo negó y el llanto la arrastró de nuevo a la cama.
Cómo duele. Algunos festejaron, leo que se escucharon bocinazos, intentos de cacerolazos. Que se vayan a la mierda. No me importa. Me importan los que hoy están como yo: tristes y asustados. Porque no saben qué va a pasar, porque temen un retroceso destructor. Es el peor día de mi vida, Javi, no lo puedo creer, me escribe Viole. Y no tenemos consuelo. Nos duele mucho. Nos dimos cuenta cuánto lo queríamos. Ya lo sabíamos, hoy lo confirmamos.
¡Cómo duele la puta madre! Y nos duele a muchos. Nos duele el amor, el amor que le tenemos. Un amor que trasciende lo político, porque él nos devolvió las ganas, las ganas de quedarnos, de pensar que se podía, que no estábamos equivocados, que iba a costar, pero que se podía. Las ganas de ser parte, de formar parte. Fuera del descreimiento y del desprestigio de la política que nos encajaron por tantos años. Nos duele por amor a Néstor, seguro, pero nos duele por la patria. Por eso duele tanto.
A mi viejo le creí, y hasta se lo creí a Clarín, pero somos muchos los que no queremos creerlo. Por que la verdad, que dios nos haga esto, no nos parece.
Cómo me duele y se ahonda mi herida
Hasta el 2003 fui un peronista testimonial, primero por herencia, después por convicción teórica y emocional. Con Néstor llegó la verdad: la realidad. La constatación práctica. Por eso lo quiero. Por eso me duele. Mucho.
Sonó el teléfono, diez y algo, me levanté apurado por si era algo del censo, no sé qué pensé, tampoco pensé tanto. Era mi viejo. ¿Estabas durmiendo? No, sí, más o menos. Una mala noticia: murió Kirchner. Mi viejo lo llamaba así. A mi me gustaba, me gusta, decirle Néstor. No. Siempre se niegan esos momentos, es lo que primero queremos hacer: negarlo. No puede ser, pensé o dije. Lo qué sí dije es No lo puedo creer, aunque lo estaba creyendo. El aire cambió, oprimía mi pecho y me costaba respirar. Mi viejo me contaba cómo se había enterado y que Canal 7 no decía nada, pero Crónica sí. Que el aire cambió no fue una sensación mía, algo pesado cruzó desde la cocina hasta la habitación y preocupó a Isa, la tuve en seguida a mi lado, preguntando qué pasó. Murió Néstor Kirchner. También ella lo negó y el llanto la arrastró de nuevo a la cama.
Cómo duele. Algunos festejaron, leo que se escucharon bocinazos, intentos de cacerolazos. Que se vayan a la mierda. No me importa. Me importan los que hoy están como yo: tristes y asustados. Porque no saben qué va a pasar, porque temen un retroceso destructor. Es el peor día de mi vida, Javi, no lo puedo creer, me escribe Viole. Y no tenemos consuelo. Nos duele mucho. Nos dimos cuenta cuánto lo queríamos. Ya lo sabíamos, hoy lo confirmamos.
¡Cómo duele la puta madre! Y nos duele a muchos. Nos duele el amor, el amor que le tenemos. Un amor que trasciende lo político, porque él nos devolvió las ganas, las ganas de quedarnos, de pensar que se podía, que no estábamos equivocados, que iba a costar, pero que se podía. Las ganas de ser parte, de formar parte. Fuera del descreimiento y del desprestigio de la política que nos encajaron por tantos años. Nos duele por amor a Néstor, seguro, pero nos duele por la patria. Por eso duele tanto.
A mi viejo le creí, y hasta se lo creí a Clarín, pero somos muchos los que no queremos creerlo. Por que la verdad, que dios nos haga esto, no nos parece.
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