Sonrien, los tres, cada vez
que alguien dice:
"un gobierno no puede tomar la bandera de los derechos humanos"
Sonríen siempre que se dice eso.
Y no es casualidad que sean estos tres.
Siempre.
Porque si acaso quien lo dice tiene razón, si acierta, es que habrían logrado su objetivo en los hechos.
Y
si la realidad desmiente a quien dice eso, también sonríen: porque
saben que han hecho carne sus objetivos en un modo de ver subjetivo
generalizado. Han logrado que eso se crea, naturalizando la creencia.
Y lo mismo vale , para
"la política es sucia".
"los gremialistas son todos corruptos".
"el estado no sirve".
y para tantas otras.
Hay muchos pasos dados, para que estos tres dejen de sonreir.
Pero: siguen teniendo , aun, con todos los pasos dados, motivos para sonreir.Y proveedores de sonrisas.
Y
nuestra alegría tendrá - ojala- la consistencia que sólo la conciencia
de la sonrisa de estos le puede dar. Si no... la banalidad la va a
amenazar. Porque la banalidad, y la banalidad de la alegria muy
especialmente, es quizas el eje central de la hegemonía de aquellos que
continuan la obra de esta trinidad sonriente.
Y acá acaba la reflexión y puede empezar la tarea.
Cualquiera que diga lo de más arriba, y todas sus variantes, tiene que saber - y tenemos que acompañar a que comprenda- que, no importando si tiene razón o no, está generando esas sonrisas. La sonrisa de estos tres. Perpetuándola.
Mientras: hay mucho hecho. Pero tambien mucho por hacer.
La celebración de los logros vale en si misma. Con todos sus límites.
Por los límites mismos es que hay que celebrar. Y lo vamos a hacer.
Pero esa celebración puede ser tambien alimento y combustible para una tarea en la que todavia tenemos mucho por andar. Mucho realmente.
Y, aunque lo sabemos, probablemente igual valga recordárnoslo.
Tendrías que explicárselo a Esteban Schmidt.
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