martes, abril 19, 2011

Salta, la linda

La "revolución de los coroneles" de 1943 nace a partir de que el régimen militar-radical-clerical, sustentado en el fraude, intentara dejar la presidencia en manos del ultra conservador millonario Robustiano Patrón Costas.
Entre otras cosas, Patrón Costas tenía uno de los principales emporios azucareros en el norte argentino, con base en Salta, la linda.
La "revolución de los coroneles" estaba integrada por dos sectores, de compleja formación política. Mi tío abuelo integraba un sector, del que luego emergería Juan Perón para reorganizar la dicotomía existente y nutrirse con elecciones transparentes y clara, de la presidencia constitucional de la nación. En 1946. Mi abuela, que en el 95 no supo a quién votar porque el General Onganía murió en las vísperas siendo candidato, hasta el día de hoy le otorga a Evita el sutil calificativo académico de "puta" por el hecho de ser actriz. "Y...en ese momento las cosas eran así" se atajaba, ante la risa de sus desfachatados nietos adolescentes, este escriba incluido. Contaba que el tío abuelo se había abierto de la revolución cuando Perón fue nominado como candidato de lo que quedaba de la "revolución de los coroneles" ya saldada la disputa interna en favor de Perón (lo que determinaría la correlación de fuerzas -cómo estamos, re Sociales, señora- escenificada el 17 de octubre) se había abierto no por ninguna disidencia, al contrario, era secretario de Perón en el Minsiterio de Guerra, sino porque éste frecuentaba a una actriz joven, sin casarse, para colmo a una actriz sin doble apellido. Bue, ningún doble apellido sería actriz de folletín.
Nunca me creí esa historia, pero años después, cuando José María Rosa la cuenta -en el libro autobiográfico en manera de reportaje- le di entidad. Sorprenden los climas de épocas y la perseverancia de los legados en la microhistoria oral. En fin.
Volvamos a Salta.
Perón tenía el apoyo de cuadros conservadores que armaban los Centros Cívicos, que luego junto a los Centros Gremiales se conjugarían en las Unidades Básicas. Tenía, además, el apoyo de los radicales renovadores y de los mayoritarios laboristas. Con éstos últimos se armó flor de quilombo cuando Perón, en vísperas de su campaña electoral, nominó como candidato a gobernador de Salta a Lucio Alfredo Cornejo, el  otro gran empresario azucarero -explotador y oligarca como Patrón Costas- para competir contra el ídolo de los conservadores.
Los laboristas, furiosos, protestaron, intentaron armar -como en Córdoba y Santa Fe- algo parecido al bloque laborista revolucionario, pero en el devenir histórico se fueron integrando al Partido de la Revolución Única  primero, al Partido Peronista después, al calor de las desgracias de Cipriano Reyes, además.
Cornejo ganó la gobernación de Salta, mientras se discutía, a tono de murmullo, en las universidades porteñas el carácter del peronismo: bonapartismo o fascismo era el debate que se insinuaba y creaba las condiciones de posibilidad para que, bombardeos y golpe de estado mediante, una década después se discutiera la naturaleza social del peronismo: si integrado por obreros migrantes del campo o si integrado principalmente por viejos cuadros sindicales. Gino Germani versus Portantiero.
La compleja composición del peronismo en enclaves lejanos de los centros de disputa intelectual no estaba en la cabeza de nadie. Pero sirve para entender las complejidades del proceso político y las complejidades que subyacen en todo movimiento popular.
¿Cuál es el punto?
Las coaliciones populistas se caracterizan por una alianza de clases, ok. Que redefinen -a la vez que se ven depositarias de- la organización económica social. Pero. Fundamentalmente, crean un modelo simbólico novedoso que ciertamente entra en contradicción apenas arrancar, pues se trata de orientar esa potencia simbólica con viejos actores políticos preexistentes al clima refundacional.
Los laboristas, groso modo, munidos de la necesidad práctica de hacer política para sus bases obreras, no tuvieron otra que comprender esto.
Los socialistas, comunistas y radicales ilustrados que quedaron en la vereda de enfrente, vieron crecer tanto su impotencia y rencor que llegaron a aplaudir los crímenes más calumniantes contra la condición humana, como los bombardeos a Plaza de Mayo y los fusilamientos de prisioneros, legales e ilegales.
Con menos dramatismo, la historia no se repite, pero si ilumina fronteras de viejas nociones antipopulares que siempre están a la vuelta de la esquina. Como recurso para satisfacer, masturbatoriamente, la impotencia y el rencor, esa combinación de impolítica que pugna contra su propia evanescencia por hegemonizar el relato político.
Evita era una puta.

3 comentarios:

  1. Lucas, alguien que habló con Mario Wainfeld en su programa por Nacional contaba que Perón nunca fue a Salta entre el '46 y el '55. Y que Evita iba una vez en tren y antes de llegar a la capital le avisaron que la esperaban las "señoras bien", no recuerdo si con huevos o con piedras. Ahí le dijo al maquinista que pegara la vuelta.

    Otra: alguna vez Perón contó que mantuvo una buena relación con Patrón Costas durante su gobierno. Y seguramente el Cornejo que mencionás habrá sido pariente de un Cornejo Linares que fue senador peronista (o neo) por Salta en los '60.

    Un abrazo.

    ResponderBorrar
  2. Muy interesante. De todas maneras, no viene mal recordar que, como en todo proceso, el líder se sacó de encima a quienes le podían hacer sombra. No sólo Cipriano Reyes o Domingo Mercante. Cuando Perón descubre que estaba rodeado de serviles y alcahuetes, y era necesario rectificar rumbos, se le complicó. El peronismo cae en 1955 no por falta de apoyo popular y fuerza, sino por la falta de reflejos políticos

    ResponderBorrar
  3. ssshhhhhhh, jeje, es así.
    Pasa que hay varios delincuentes corriendo con la vainilla del cerebelo del general, je.

    ResponderBorrar