En los años 20, aunque hoy pueda sonar raro, era común que izquierdistas variados compartieran ámbitos culturales con antisemitas violentos, incluso nacional socialistas, y fascistas. Las obras de Roberto Arlt, en nuestro país, reflejan un poco ese clima. Que no fue, para nada, excepcional, sino con las particularidades, inevitablemente nacionales, corazón.
Antes que los neoliberales recreen la aritmética aristotélica, pobre Aristóteles, pero en algún sentido, es como Trotsky, no tiene por qué hacerse cargo, aunque en general, las macanas y boludeces se las mandan en su nombre, antes de sacar la bandera del "justo medio", imposible cuando de miradas sobre el mundo hablamos -otra discusión es la validez de la mecánica dialéctica, en el sentido marxista, que en cierta medida es también hija (natural, devenida en huerfanita) de la aristotélica noción del justo equilibrio- antes de eso, hay que precisar que esos ámbitos cpmunes de intercambio crujen, justamente, cuando imrrumpe el liberalismo, o neoliberalismo (para diferenciar el liberalismo real del efectivamente existente) a través de su brazo militar, aliándose con el stalinismo contra el fascismo y el nazismo.
Climas de épocas previos, sutiles y matizados, se disuelven ante la aventura contundente que de vez en cuando invoca, en su nombre, la historia. Con mayúsculas.
Hoy puede sonar raro para cualquier chico del CBC de La Cámpora, enterarse que quienes sostenían al Cámpora real, al Cámpora Sobrinito (para diferenciarlo del tío que nunca fue pero, calma, no fue tío también, además, y secundariamente, porque Perón no resultó ser padre) enterarse que compartían lugares comunes con delirantes maoístas de la Revolución Cultural, cursillitas, sacerdotes mesiánicos, y formaciones ultra verticalistas que, ni de lejos, podían bancar, por ejemplo, la tibia pero importantísima revolución femenina. Sectores, quizás marginales, que no conducían, aspectos menores vinculados a los avatares -siempre engañosos, siempre complejos- de las biografías. No son aspectos centrales, sí, en cambio, efecto colaterales -resaltables por lo impensados desde el hoy - de climas de épocas.
Nuevamente, la irrupción de la historia, con el clericalismo del terrorismo de estado, y el fracaso de la vía guevarista al socialismo, diluyeron estos prolegómenos menores.
Esto para advertir que, hoy, un clima de época lleva al campo de las ideas de izquierda democrática, progresistas, nacionales y populares, a cierta aceptación cándida del ecologismo sin matices. El ecologismo berreta. El de ocasión. El que se aísla de la economía, de la cuestión agraria, de la organización de la producción y las fuerzas sociales en juego, por decirlo en lenguaje desusado. El cándido ecologismo extremista, por usar una palabra que no gusta al equilibrismo en boga.
Abandonos del patrón industrial en las ideologías, crisis de los grandes relatos, olvido del sujeto en el terreno de la teoría política, viejas vanguardias (perdón por la palabra) estéticas que son siempre novedosas, culpas y fracasos de la historia densa, lo que sea.
Quizás, sólo quizás, la irrupción de la historia - en su forma más apreciada, lamentablemente, que es la guerra y la carnicería- delimite estos campos.
Creo que con las matanzas del liberalismo realmente existente, ya deberían, estos campos, estar en veredas diferentes. Aún, no. No sucede.
Creo que sucederá pronto.
Aunque siempre unidos, por el amor. Obvio.
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