La llamada Inestabilidad Kelvin-Helmholtz se da, principalmente, cuando hay velocidades diferentes, en densidades diferentes, entre dos fluidos, a través de la interfaz. Como me decían en la escuela -soy la última camada de esa vieja reliquia antropológica: la escuela (pública) analógica- " a modo ilustrativo", para luego desplegar, una serie de afiches, que pagaban, generosamente, de su bolsillo, Las Viejas. Las Viejas eran señoras, muchas veces señoritas, de mi edad. O rondando mi edad. 33 años. Con la diferencia cronológica de la maduración marchita que tienen los docentes (de escuelas públicas).
De esos afiches, hechos con marcadores y dibujos recortados de revistas y manuales, llamados "láminas", debíamos, nosotros, "extraer conclusiones". Buscaban, Las Viejas, hacernos ameno el trance hacia la ilustración. Buscaban, Las Viejas, lo mismo que ahora pero en la emergencia de la posmodernidad: adentrarse en ese misterio, de a ratos tan insondable que sólo cabe la pedagogía de la penitencia y el resentimiento, en ese misterio que es la infancia en tiempos acelerados y promiscuos.
A modo ilustrativo, los análisis que examinan un recorte, si se quiere con lupa y detalles -números y gráficos que, a modo ilustrativo, dan la talla de seriedad consultoril- de la realidad sin observar el flujo de fuerzas que chocan, en diferentes densidades y velocidades, son apenas y suficientemente, declaraciones políticas. Bienvenidas.
Se viene un mes difícil para el tinglado que gustoso se hace llamar kirchnerismo. Sin la vergonzante contradicción del 2008, cuando, como adolescentes, todos nos renombrábamos para no cargar el nombre del padre.
Las luchas emancipatorias, por usar el desteñido lenguaje del siglo pasado, tienen más sinsabores que triunfos. Qué se le va a hacer.
Aunque, noblemente, Las Viejas se esforzaron por resistir esa percepción del mundo, al fin y al cabo, yo, hijo putativo de la década del 90, sigo mirando las cosas en clave de literatura beatnik: ganadores y perdedores, en clave maximalista y lenguaje minimalista.
Vienen, entonces, previsibles derrotas electorales. Un mes difícil. En la histeria de la hiperinformación, se sacarán desde los adversarios-en clave beatnik- notas maximalistas de enormes caídas, acaso definitivas, que siempre, si vamos al caso, pueden ocurrir. Pero, con mirar, no sé, 6 meses, o un año, atrás, y lo previsible, estirando un mes hacia el futuro, lo que se ve, es distinto: la histeria comunicacional -los voceros casuales, ya de acto reflejo, con ratas de laboratorio (pero mucho amor, claro), de las corporaciones- dice, como la pared de Javier Villafañe, que está a punto de caerse. Pero mientras tanto, se desmoronó, con un soplido, la derecha unida en el Grupo A. Y cada archipiélago, no durará, más allá de las elecciones.
¿O acaso, Binner seguirá enfrentado a Pino Solanas? ¿El Hijo De alfonsín seguirá con De Narváez? ¿Das Neves no huirá más pronto que tarde de Duhalde? ¿Solá, Sanz, Morales, dan por concluida su tarea política? ¿Acaso los Saá no seguirán controlando San Luis?
Mientras tanto, el kirchnerismo, la fuerza más cohesionada y con un claro liderazgo y alcance territorial, seguirá, ahí. Un tercio del padrón, de mínima, mientras lo demás, se cae a pedazos.
De esos afiches, hechos con marcadores y dibujos recortados de revistas y manuales, llamados "láminas", debíamos, nosotros, "extraer conclusiones". Buscaban, Las Viejas, hacernos ameno el trance hacia la ilustración. Buscaban, Las Viejas, lo mismo que ahora pero en la emergencia de la posmodernidad: adentrarse en ese misterio, de a ratos tan insondable que sólo cabe la pedagogía de la penitencia y el resentimiento, en ese misterio que es la infancia en tiempos acelerados y promiscuos.
A modo ilustrativo, los análisis que examinan un recorte, si se quiere con lupa y detalles -números y gráficos que, a modo ilustrativo, dan la talla de seriedad consultoril- de la realidad sin observar el flujo de fuerzas que chocan, en diferentes densidades y velocidades, son apenas y suficientemente, declaraciones políticas. Bienvenidas.
Se viene un mes difícil para el tinglado que gustoso se hace llamar kirchnerismo. Sin la vergonzante contradicción del 2008, cuando, como adolescentes, todos nos renombrábamos para no cargar el nombre del padre.
Las luchas emancipatorias, por usar el desteñido lenguaje del siglo pasado, tienen más sinsabores que triunfos. Qué se le va a hacer.
Aunque, noblemente, Las Viejas se esforzaron por resistir esa percepción del mundo, al fin y al cabo, yo, hijo putativo de la década del 90, sigo mirando las cosas en clave de literatura beatnik: ganadores y perdedores, en clave maximalista y lenguaje minimalista.
Vienen, entonces, previsibles derrotas electorales. Un mes difícil. En la histeria de la hiperinformación, se sacarán desde los adversarios-en clave beatnik- notas maximalistas de enormes caídas, acaso definitivas, que siempre, si vamos al caso, pueden ocurrir. Pero, con mirar, no sé, 6 meses, o un año, atrás, y lo previsible, estirando un mes hacia el futuro, lo que se ve, es distinto: la histeria comunicacional -los voceros casuales, ya de acto reflejo, con ratas de laboratorio (pero mucho amor, claro), de las corporaciones- dice, como la pared de Javier Villafañe, que está a punto de caerse. Pero mientras tanto, se desmoronó, con un soplido, la derecha unida en el Grupo A. Y cada archipiélago, no durará, más allá de las elecciones.
¿O acaso, Binner seguirá enfrentado a Pino Solanas? ¿El Hijo De alfonsín seguirá con De Narváez? ¿Das Neves no huirá más pronto que tarde de Duhalde? ¿Solá, Sanz, Morales, dan por concluida su tarea política? ¿Acaso los Saá no seguirán controlando San Luis?
Mientras tanto, el kirchnerismo, la fuerza más cohesionada y con un claro liderazgo y alcance territorial, seguirá, ahí. Un tercio del padrón, de mínima, mientras lo demás, se cae a pedazos.
En una ciudad, en la costa del Pacífico, hay una pared que está por caerse. Son los restos de una muralla que hace siglos —piedra sobre piedra— levantaron los indios.
—Cuidado —decían los habitantes de la ciudad cuando algún turista iba a pasar al lado de la pared—, cruce la calle. Esa pared puede caerse.
Era un peligro esa pared. Podía caerse de un momento a otro.
Sobre la pared dormían la siesta los gatos en invierno.
Había lagartijas al pie de la pared.
Había una enredadera.
Había hormigas que subían y bajaban por la pared.
Había ratas debajo de la pared.
En un hueco de la pared había un nido de pájaros. Había arañas.
Un día hubo un terremoto. Todo se derrumbó en la ciudad: la iglesia, el hotel, la cárcel, los árboles. Sólo quedó la pared de pie, inclinada, a punto de caerse.
Javier Villafañe
Del libro: Circulen, caballeros, circulen.
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