sábado, julio 16, 2011

Oester Caba, este sábado


Mañana tengo que ver el partido de argentina, estoy en la República de Palermo, se suspendió la charla en Rosario, con mi hermanita adolescente que acaba de llegar. Ver el partido de Messi contra Batista, voy a escucharlo a Zambayonny en el Ateneo -¿es verdad que se llama N/D Ateneo (como le dijo mi hermano a mi madre, según me entero: pero mi hermano tiene un humor algo particular, por ejemplo, en el 2007 votó a Pino Solanas. Decía que Alfredo de Angelli lo hizo ultra K, que sino) por Nueva Dirección?-después al cumpleaños de Agustina, que se ausentó de la mesa de los jueves, mal ahí, pero bue. Y en algún momento pasar por la República de Palermo a la inauguración del local, que está en el afiche, y encima de todo, quiero ir a la Exposición Rural. Nunca fui, debe estar bueno. Ayer pasaba por la Rural, camino a canal 7, a buscarlo a Patucho para ir a almorzar. Me fui caminando. Quise entrar a la Rural, pero se me hacía tarde. La empresa Coca Cola puso un banner gigante frente al zoológico que dice 125 razones para tener esperanzas. No compro más la meada del imperio, la Coca Cola. Mozo, soda, limón y fernet. Tamos. Adiós a la Coca Cola. La patria -como en la Patagonia Rebelde- es el campo porque el campo es la patria, pero los auspicia, a ustedes, patriotas oligarcas con el cerebro lleno de bosta y en vez de anteojos las pizarras de Chicago, la empresa más mersa que representa lo más mersa del pueblo (sí que merso) de los EEUU. Perdón. ¿Tienen INADI allá? ¿Me denunciarán? Si no tienen INADI, y sólo por el amor que le tengo a los EEUU, les doy un consejo: acá está bastante al pedo, tiene tiempo, un tal Claudio Morago. Y María Rachid. Una dupla exitosa eh. Bueno. Entonces, caminé. Y había un cruce de avenidas -ni la más puta idea de dónde estaba yo, me había perdido- y se largó a llover. No había un puto árbol donde guarecerse y ningún taxista me paraba porque además iban a 360 kilómetros por metro. Ni una sola persona mayor a la que golpear y robarle el abrigo. Nada. De nada. Sólo lluvia. Sobre mi cabeza. Y mi panza. Y soy asmático. Y alérgico. Y empecé a estornudar. Y la lluvia me mojaba el pucho. Y la lluvia me mojó los billetes (no uso billetera) y quedaron hechos un bollo. Y yo no sabía dónde estaba. Y la putísima madre. Y no encontré otra cosamás práctica que correr. Al pedo. Porque los semáforos cambian a rojo sólo cada 45 minutos. Si tienen ganas. Y no tenían ganas (al fin y al cabo, los semáforos -atención, Lanata, ésta se te pasó- son empleados públicos). Y entonces me fui al medio de esa plaza demasiado inmensa -¿por qué no plantan soja ahí, para qué mierda sirven esos parques taaaaaaan grandes, más que para que los boludos como este servidor, se pierdan?- me fui al medio de la plaza a gritar, desesperado, Anabeeeeeeeeeeeelllllll, perdoname. Dios, hacé que me llame, dado que yo no puedo llamar. Probé pagar en Rapipago, en Movistar, en Pago Fácil, con mi tarjeta de crédito, con la de Felipe, con la Anabel cuando me quería, probé donarlo a Cáritas, probé mandar a la concha de la lora a algún cardenal, probé llamar la atención, pagar por cajero, nada. Movistar, donde quieras que estés, cuando te encuentre, me vas a conocer. Llamame, corazón. Gritaba. Por que en una de esas estaba en el barrio de Nuñez. O en Belgrano, donde viven unos parientes muy lindos. Y garcas. Probé denunciar que me estaban violando, robando, nada. Nadie pasaba por ahí ni me escuchaba. Yo tengo, desde mi más tierna adolescencia, mi credencial de periodista. Grité: me amenazan! La que traduce en señas los discursos de Cristina me mandó un Fuck You por cadena nacional! A ver si venían a rescatarme los bomberos. El Same. La AFA. Adepa, los marines, alguien, la puta madre. Nada. Sólo, tonto, mojado, en el medio de la nada sin saber dónde mierda estoy ni cómo llegar adonde iba.
Un taxista tocó bocina. Me saludó. Bajó un cambio. Abrió la ventanilla. Gritó "Devuelvan a los nietos" Genio, subime. Se fue a la mierda. Maldito traidor. Pero otro taxista atrás vio la jugada onda Alberto Fernández del primer tachero y cristianamente paró. Me abrió la puerta. Y empezó que en este país ya no se puede vivir. Que los montoneros. Linda suerte la mía.La dí la azón en todo, por supuesto. Igual, hizo unas cuatro cuadras y apareció la cara gigante de Florencia Peña dando la bienvenida en un cartelón gigante a Canal 7. Volví a quereme. Me bajé. El guardia de seguridad me pidió documentos. No tengo. Lo llamaron a Patucho. Lo volvieron a llamar. Nadie contestaba. Bueno. No era para tanto. Esperé una media hora. 45 minutos. Bah, ponele que una hora y media, tirando a dos horas. No me aburría porque había en el pasillo un contingente de chicos de jardín de infantes que chillaban, gritaban, se tiraban de los pelos, se largaban a llorar, se robaban la merienda. Yo tenía ganas de robarle la merienda a alguno. Y por ahí vino el de la limpieza y me pidió que salga a calle porque tenía que baldear. Y todo bien, si ya estoy mojado, un poco más de lluvia, no me va a hacer mal. Y entonces llegaron tres patrulleros de la federal. Y se bajaron y me hicieron tirar al piso y en segundos me encadenaron y me decían cosas que yo no entendía y atrás llegaron unos bomberos y abrieron un chorro de agua y bueno me tiraron con el chorro -cómo pega y arde- que tenía un líquido azúl y por ahí pararon y empezaron a reírse y salieron camarógrafos de todos lados y uno con cara de banana me dijo: "es un chiste, una cámara oculta. Allá, a aquella cámara, mandale saludos a Patucho"
-Tenías que ser de San Lorenzo...jajajaja-dije yo.
Siempre fue un jodón Patucho, eh.

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