El mejor momento para hacer buen periodismo
29-08-11 00:00
Existe, dentro del gobierno, la idea de que el aplastante triunfo de Cristina Fernández la transformará, a Ella y sus principales funcionarios, en los dueños de la verdad (¿existe esa idea? Ajá, ¿cuál vendría a ser la prueba?). Que a partir del lunes 15 de agosto, ninguna información, denuncia, crítica o investigación que haga el periodismo que no depende del Estado (pará: vos "denunciaste" que dejaste de depender de los 7 millones del estado en Julio, no en agosto) tendrá validez o la más mínima importancia (No, no confundas, lo que vos digas no tiene validez). Que la cantidad de votos que obtuvo el Frente para la Victoria les da patente de corso para decir y hacer casi cualquier cosa (naaa, vos sacaste, con Carrió, 3% y decís cualquier cosa). Que no se puede, ni siquiera, insinuar la existencia de irregularidades en la votación o el escrutinio (ajá, no se puede decir: sólo llevás 25 notas sobre el tema), porque la paliza fue tan grande que hacerlo implicaría no reconocer la supremacía y transformarse en un mal perdedor (se te nota, Majul). Que debería prohibirse (¿eh?) hablar de clientelismo y distribución de fondos del Estado para ganar la elección porque eso supondría el no reconocimiento de, por ejemplo, la Asignación Universal por Hijo o la distribución de computadoras a los niños y los adolescentes que las necesitan (sí, está prohibido decir...lo que acabás de decir, ajá). Que ningún dirigente de la oposición estará habilitado para criticar ninguna política (¿? Vos sos un dirigente de la oposición, te subsidiaban con 7 millones anuales, ahora te dejaron de subsidiar por calumniador, y seguís criticando todo lo que quieras: y está bien, gracias a vos fue el 50% de los votos a Cristina). Que la presidenta y los principales ministros podrán multiplicar su patrimonio con toda naturalidad sin que ningún periodista tenga derecho a dudar e investigar cómo lo hicieron (sólo los principales diarios y los principales medios estuvieron varios días con ese tema tan silenciado de las declaracioens juradas hechas públicas por el gobierno!). Que cualquier irregularidad que cometa alguien considerado amigo como Hebe de Bonafini, Raúl Eugenio Zaffaroni, debe ser, de ahora en más considerados actos destituyentes (mierda, ¿cón quién hablás en "casa de gobierno", con el que vende garrapiñadas en la puerta?) . Y que la persecución a través de organismos públicos como la Secretaría de Inteligencia (ehhh? no haría falta, digo, alguna prueba para decir esa boludez?), la Administración Federal de Ingresos Públicos (no me digas que encima de que el estaod te volvió millonario, te querían cobrar impuestos...) y los entes reguladores que deciden sobre los medios (ehhhh?), las empresas de servicios, los formadores de precios y los bancos, contra los estigmatizados como enemigos podrá ser convalidada porque los fiscales y los jueces federales ya no tendrán ninguna duda sobre dónde se encuentra y cuánto va a permanecer el verdadero poder.
Por supuesto, semejante estado de opinión nunca será reconocido en público por la Presidenta de la Nación (básicamente porque es una mentira tuya). Al contrario, Cristina Fernández seguirá declarando que propicia todo lo contrario (ah, claro, pero vos seguirás diciendo que Cristina piensa lo contrario a lo que dice, porque vos te basás en...¿el psicoanálisis, el tarot?). La unidad de todos los argentinos. El respeto por quienes piensan diferente ( y también por quienes no piensan: ¿o acaso a vos la presidenta de te faltó el respeto? ¿es culpa de la presidenta que te griten por la calle que sos un salame?). El tratamiento igualitario por parte del Estado a todos los argentinos incluidos los periodistas de los medios de comunicación que la critican y la investigan. ¿Para qué va a modificar su estrategia si hasta ahora le está yendo tan bien?
Muchos dueños de medios y periodistas (por ejemplo....¿quiénes?) suponen que lo peor está por venir. Que durante los próximos cuatro años la propia existencia de muchos medios no dependientes del Estado y la libertad de trabajo de decenas de profesionales serán puestas en cuestión (lo dice la ley, no sé si manejás qué es el estado de derecho, corazón) .
Comprendo el miedo que los embarga (¿a quien?), pero no comparto (¿con quién?) para nada esa idea tan pesimista (¿de quién?). Creo, al contrario, que la presión oficial, la nueva hegemonía política y mediática, constituyen una inmemorable oportunidad para empezar a hacer un mejor periodismo. Quizá menos urgente y menos impreciso. Con tiempo suficiente como para consultar a la mayor cantidad de fuentes (bueno, podrías empezar a ponerlo en práctica: una, sólo una fuente, hubieras citado). Más enamorado del dato (ahhhhhhh, ja: ¿y cuál dato tiene este panfleto paranoico y mal escrito?) y siempre atento a la manera de presentar los temas, para que la información no solo sea rigurosa (ja), sino también atractiva para el lector, el oyente o el televidente.
Es cierto: está la tentación oficial de ir por todo (lo sabés de buenas fuentes?). De comprar cada vez más medios con la excusa de equilibrar y democratizar a las empresas y los periodista de la corpo. Pero en este camino, el gobierno se está transformando en el multimedio político más poderoso de toda la historia de la Argentina (el dato riguroso, ajá) . Y al mismo tiempo, está generando una reacción profunda, legítima y genuina de todos los que suponen que las democracias no pueden sobrevivir sin un sistema de medios crítico e independiente de los gobiernos de turno (bue, acá el dato riguroso se deja para dar pie a la filosofía, tipo Fernando Iglesias).
Por eso queda la oportunidad de volver a las fuentes. De recordar porqué nos hicimos periodistas. De tomar la lapicera, la libreta de apuntes y hacer lo que debemos. De revisar los expedientes y de investigar también a los fiscales y los jueces que dictaminan al compás de los deseos oficiales (eso suena a apretada, más bien). Queda el buen uso de la web y de las redes sociales. Quedan los libros y los lectores críticos y atentos (uf, no seas derrotista, ya van a ganar los honestos narcotraficantes y contrabandistas republicanos, che!).
Es un tiempo muy parecido, en muchos sentidos, al que configuró el mejor periodismo de investigación de los años noventa (sólo que esos buenos periodistas te siguen considerando un pavote y se te cagan de risa...en la presentación de los libros que firmás!), cuando el menemismo pensó que había derrotado a los medios y Carlos Menem gobernó con la sensación de que podía ser eterno y que nada de lo deseara le podía ser negado.
Ni el bronce de la historia ni el oro de los mortales (queeeeeeeeeeeeeee? No, mirá, mejor con la historia, no te metas mucho!)
Por supuesto, semejante estado de opinión nunca será reconocido en público por la Presidenta de la Nación (básicamente porque es una mentira tuya). Al contrario, Cristina Fernández seguirá declarando que propicia todo lo contrario (ah, claro, pero vos seguirás diciendo que Cristina piensa lo contrario a lo que dice, porque vos te basás en...¿el psicoanálisis, el tarot?). La unidad de todos los argentinos. El respeto por quienes piensan diferente ( y también por quienes no piensan: ¿o acaso a vos la presidenta de te faltó el respeto? ¿es culpa de la presidenta que te griten por la calle que sos un salame?). El tratamiento igualitario por parte del Estado a todos los argentinos incluidos los periodistas de los medios de comunicación que la critican y la investigan. ¿Para qué va a modificar su estrategia si hasta ahora le está yendo tan bien?
Muchos dueños de medios y periodistas (por ejemplo....¿quiénes?) suponen que lo peor está por venir. Que durante los próximos cuatro años la propia existencia de muchos medios no dependientes del Estado y la libertad de trabajo de decenas de profesionales serán puestas en cuestión (lo dice la ley, no sé si manejás qué es el estado de derecho, corazón) .
Comprendo el miedo que los embarga (¿a quien?), pero no comparto (¿con quién?) para nada esa idea tan pesimista (¿de quién?). Creo, al contrario, que la presión oficial, la nueva hegemonía política y mediática, constituyen una inmemorable oportunidad para empezar a hacer un mejor periodismo. Quizá menos urgente y menos impreciso. Con tiempo suficiente como para consultar a la mayor cantidad de fuentes (bueno, podrías empezar a ponerlo en práctica: una, sólo una fuente, hubieras citado). Más enamorado del dato (ahhhhhhh, ja: ¿y cuál dato tiene este panfleto paranoico y mal escrito?) y siempre atento a la manera de presentar los temas, para que la información no solo sea rigurosa (ja), sino también atractiva para el lector, el oyente o el televidente.
Es cierto: está la tentación oficial de ir por todo (lo sabés de buenas fuentes?). De comprar cada vez más medios con la excusa de equilibrar y democratizar a las empresas y los periodista de la corpo. Pero en este camino, el gobierno se está transformando en el multimedio político más poderoso de toda la historia de la Argentina (el dato riguroso, ajá) . Y al mismo tiempo, está generando una reacción profunda, legítima y genuina de todos los que suponen que las democracias no pueden sobrevivir sin un sistema de medios crítico e independiente de los gobiernos de turno (bue, acá el dato riguroso se deja para dar pie a la filosofía, tipo Fernando Iglesias).
Por eso queda la oportunidad de volver a las fuentes. De recordar porqué nos hicimos periodistas. De tomar la lapicera, la libreta de apuntes y hacer lo que debemos. De revisar los expedientes y de investigar también a los fiscales y los jueces que dictaminan al compás de los deseos oficiales (eso suena a apretada, más bien). Queda el buen uso de la web y de las redes sociales. Quedan los libros y los lectores críticos y atentos (uf, no seas derrotista, ya van a ganar los honestos narcotraficantes y contrabandistas republicanos, che!).
Es un tiempo muy parecido, en muchos sentidos, al que configuró el mejor periodismo de investigación de los años noventa (sólo que esos buenos periodistas te siguen considerando un pavote y se te cagan de risa...en la presentación de los libros que firmás!), cuando el menemismo pensó que había derrotado a los medios y Carlos Menem gobernó con la sensación de que podía ser eterno y que nada de lo deseara le podía ser negado.
Ni el bronce de la historia ni el oro de los mortales (queeeeeeeeeeeeeee? No, mirá, mejor con la historia, no te metas mucho!)
Te va a hacer mal leer notas de ese muchacho, posta. Si después empezás a sentir mareos e incapacidd de leer un texto coherente y fundamentado no digas que no te avisé.
ResponderBorrar¡Aguante el nuevo género literario: las columnas de Majul comentadas con negritas: http://nestornautas.blogspot.com/2011/08/dos-potencias-se-saludan.html!
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