Cuando tenía 23 o 24 años escribí, con sorna, un cuento donde estaban involucrados mis amigos, los amigos con los que, un poco de años antes, compartimos la locura de la izquierda roja y sus laberintos y callejones. Metáfora plena de lugares comunes: laberintos y callejones, que tiene, a pesar de eso, precisión. No rigor, sino precisión, para ajustar cuentas con el pasado.
El cuento se hizo grande y luego novela, hoy perdida -por suerte- en librerías innombrables. Las calles de Paraná, los lugares donde viví, las chicas que me quisieron, los besos que imaginé y las revoluciones que no hice. Hace un par de semanas me sonó el teléfono. Un pendejo, con la prepotencia de la juventud, quiere filmar eso. Le dije que no cuente conmigo.
Las locas aventuras de la mueca concentrada, de las reuniones larguísimas, de las noches tenaces, de las ideas alocadas, pero duras, firmes, en su faz tierna, soñadora. Las imposibles internas.
Vengo de una procedencia rara, un pastiche cultural que no siempre me enorgullece. Nunca siento que la parada ya esté hecha, que todo esté aprendido, y me muevo como pez en el agua en la dureza de las discusiones teóricas. Cuando vino el huracán kirchnerista, yo tenía un montón de contradicciones nacionales y populares, por decirlo con lenguaje llano, gracioso, y una lectura, pretendidamente fina, de la historia nacional. Ciertas cuestiones de la economía, del engranaje del funcionamiento de las cosas, un alejarse, como silbando bajito, de las imaginativas teorías de los estudios culturales y su enorme capacidad de aislamiento epistemológico. A veces siento que me cobro cuentas con el pasado que fui. Otras, recuerdo con cariño que ciertas objeciones, zancadillas, trabalenguas que hoy me hacen pibes de esa izquierda roja, yo las hice.
Qué feo suena la del hombre que está de vuelta.
Qué difícil se me hace sacarme un poco de soberbia.
A veces me veo como un hueco de tiempo que no sé cómo llené. Me veo de nuevo, besando a esa chaqueña del partido comunista que tenía trenzas y análisis críticos sobre cada piedra que se mueva en este mundo. Claro que ninguna piedra, lo supe después, se mueve en este mundo por sí misma. Si el tiempo es un agregado de valor y deterioro, la piedra, nada hace por sí misma. Ni deteriorarse.
Bailando al son de los bombos y el carnaval, una murga, con amigos que ya no veo, en una fiesta del MST, en una casa vieja, del barrio de San Telmo.
Perdiendo la cabeza con unas tetas de Patria Libre en Rosario.
A los tiros con los radicales en un congreso estudiantil.
Palazos, asambleas, pintadas, peñas, fotocopias universitarias, panfletos larguísimos que, con mi prosa barroca, sometí a consideración. Discusiones enormes sobre el reloj cucú que adorna una ciudad cordobesa. La poesía, que leí en aquellos años. El endurecimiento del corazón, que adquirí siendo sensible.
No importa los chistes que haga y seguiré haciendo.
Ojalá que el Frente de Izquierda alcance los votos necesarios el 14 de octubre.
Yo no los voy a votar. Pero admiro la tenacidad, la constancia, los huevos que le ponen a ese empeño.
En el fondo, a veces, me enojo como una señora divorciada, sabiendo que ahí se guarda mucha crueldad verbal -yo no me quedo atrás, tampoco- y mucha honestidad y tesón.
A veces me enojo por el pibe que fui.
Pero en el fondo tengo un secreto orgullo y una sensible admiración hacia los militantes de la izquierda, ese pariente chinchudo que no sé si me expulsó o yo le pegué un portazo. Ya no importa. Pero en buena medida, la mayoría de mis nostalgias de amores juveniles y justificados absurdos, se guarda en esos meses, en esos años, donde tenía la revolución a la vuelta de la esquina pero la esquina quedaba en la luna. Donde quedan, además,las mejores poesías.
comparto el deseo que lleguen, digo,forman parte del paisaje,mas alla de costumbres kiosqueras.
ResponderBorrarPero es spot pidiendo un voto como quien pide una monedita...
Medio triste.Claro que en materia de tristezas la de Alfonsito es para llorar
Salú!
ResponderBorrarY claro, ese final... hay arte y hay política, y hay contradicciones. pero hay arte. y hay trinchera desde ahí. la más genuina (¿la más pajera?) y con nostalgia al revés, yo más aguerrida peroncha en los años de juventúd y más anarca ahora, me reafirmo poeta. el único rincón donde la libertad es absoluta. y la realidad se corre hasta donde intentes.
(jamás me enteraré si acuerda o no...obvio)
Sobre todo cuando "Little Richard" se pregunta lloroso por qué no nos parecemos ¡a Chile!, brasil o Uruguay si tenemos todo para ser como ellos.
ResponderBorrarComparto. Aunque también me divierta haciendo chistes sobre la izquierda dura, reconozco que hay convicciones ahí.
ResponderBorrarSaludos.