María Esperanza Casullo analiza los discursos pos electorales de Cristina, y principalmente, los Tres Tirstes Tigres: Duhalde Binner y Alfonsín:
...resultó de gran interés escuchar los discursos de Alfonsín, Duhalde y Binner luego de saberse que quedarían los tres en relativa paridad. Para un candidato, el gran desafío en el pasaje de una primaria a una elección general es siempre cómo pivotar de manera no forzada desde un discurso que necesariamente está dirigido al interior de su propia fuerza partidaria a un discurso dirigido a seducir al campo más amplio de potenciales votantes de la general. Visto desde este punto de vista, ninguno
de los tres discursos pareció especialmente decisivo.
Alfonsín eligió relativizar la importancia de las primaras y enfatizar un ángulo optimista (“la bandera negra –quiso decir “a cuadros”– se baja recién en octubre”.) Se agregaron a esto algunas apelaciones bastante generales a posibles sectores de su coalición (“los emprendedores y los trabajadores”). Sin embargo, el discurso de Alfonsín resaltó, por su misma ausencia, lo que es tal vez la mayor falla de su comunicación política: la incapacidad de ofrecer un relato verosímil que enmarque, dé sentido y explique su alianza con Francisco de Narváez. Esta ausencia es llamativa, ya que esa alianza debería, por su audacia, ser el puntal de su campaña.
Sin embargo, Alfonsín dijo poco y nada sobre su relación con De Nárvaez. Así, su discurso quedó extrañamente desperfilado: no enfatizó los temas socialprogresistas más caros a su tradición, no eligió un discurso más populista de derecha similar al de De Narváez, y tampoco ofreció una síntesis novedosa. Si Alfonsín quiere llegar a octubre sin una sangría de votos debe ofrecer algún relato atractivo sobre su alianza
con De Narávez, si no, correrá el riesgo de espantar al votante radical sin reemplazarlo con ningún otro sector.
El discurso de Binner demostró dos cosas: primero, que a pesar de salir cuarto el FAP imagina como posible seguir creciendo de aquí a octubre y, luego, que para hacerlo irá con decisión a captar a los votantes radicales desencantados con el experimento de la alianza Alfonsín/De Narváez. Para esto, Binner enfatizó el perfil socialdemócrata de su Frente (con una extensa a “los niños pobres”), mencionó a una figura emblemática para el corazón radical como lo es Arturo Illia e invocó el emblema radical de “que se quiebre pero no se doble”.
El discurso binnerista utilizó todos los temas del discurso liberal-progresista urbano más clásico, matizados por una apelación al federalismo. Fue también enfáticamente antipopulista, ya que no apeló a un lazo emotivo directo entre la persona del votante y la persona del candidato. Queda por verse, sin embargo, cuál es la amplitud real que tiene el espacio progresista no populista en el país; los malos resultados de Proyecto Sur en todos el país, el segundo lugar de Binner en su propia provincia y la mala performance de Margarita Stolbizer en la provincia de Buenos Aires plantean ciertas dudas sobre esta estrategia.
Una mención especial merece el discurso de Duhalde, que resultó sorprendente. Los buenos resultados que obtuvo su propuesta, que peleó un segundo lugar con Alfonsín hasta el final, hacían prever un discurso más abierto, general y conciliador, dada la necesidad de sumar votos de aquí a ocubre por fuera de su “núcleo duro” de peronistas antikirchneristas. Nada más alejado de lo que sucedió.
En su discurso, Duhalde pareció seguir más preocupado en impugnar al kirchnerismo que en impulsar al duhaldismo. Para empezar, Duhalde no mencionó ni una sola
orientación concreta para su posible gobierno. Luego, sus tres menciones a “Juan Domingo Perón y Eva Perón” dejaron muy claro que él le habla a un votante exclusivamente y ortodoxamente peronista.
Duhalde además eligió un discurso con una retórica excesivamente violenta y que pareció no haber sido sometida a ningún tipo de testeo. Por caso, un candidato que carga con la fama de alentar acciones conspirativas no debería decir “aspiro a recibir buenas noticias mientras ustedes están durmiendo” ni cerrar su discurso con la frase “le vamos a darle un susto al Gobierno”, ya que estas metáforas resaltan antes que anulan las connotaciones más negativas que ya existen sobre su persona.
Finalmente, hay que resaltar que Duhalde tuvo el dudoso honor de ser el primero en
romper una regla no escrita pero estricta de la política argentina desde 1983 a la fecha, al utilizar la palabra subversión.
Acá, completo.
¿Sabés que, Lucas? El discurso de Binner (no sólo éste sino en general) es típico de quienes apelan al progresismo aséptico de cierta clase media amante de "la revolución sin dolor y los obreros sin olor". (Esa expresión la usaba mucho mi finado padre -veterano de las luchas comunistas europeas de los años 20- y a mi me causaba mucha gracia).
ResponderBorrarEddie