Escribe Mendieta:
Casi una semana tardaron en recomponerse del resultado que arrojaron las urnas en las primarias del 14 de agosto. Y como viene pasando estos últimos años, el intento de ordenar discursivamente la tropa vino primero por el lado de los “periodistas de opinión” y los analistas y luego, recién luego, en algunas voces puramente partidarias.
¿El nuevo caballito de batalla es? En octubre hay que impedir que el oficialismo repita un caudal de votos que le dé mayoría en ambas cámaras, por eso hay que impulsar un “voto equilibrio”. Que viene a ser así: no importa a quién vota a presidente (o presidenta) en octubre, pero corte boleta con nuestros legisladores.
La vacuna con este argumento fue, primero, tibiamente inoculada desde las páginas de La Nación. Luego fue funcional para que algunos la aprovechen para dirimir sus internas partidarias, y por eso Ernesto Sanz, del radicalismo, fue el primer dirigente de una fuerza en salir a militarla: tira debajo de un camión la candidatura presidencial de Alfonsín y, al mismo tiempo, resulta la mejor canción para la interna y para quienes son candidatos de la UCR, que ya se habían comprado el traje y la corbata y de golpe empezaron a pensar que con 12% no entraban. Con matices, fueron por el mismo camino Duhalde y hasta la propia Carrió.
Cinco cosas, y nada más que cinco cosas, acerca de este relato del voto “equilibrio”.
1- Políticos vs. Periodistas: La mayoría de la oposición política vuelve a chocar con la misma piedra una y otra vez. Su default posicional, su vacío estratégico, es otra vez llenado por los Morales Solá, los Majul, los Lanata. Lo que en sí no tendría nada de malo, pero evidencia este abandono del liderazgo por parte de quienes, en democracia, se supone expresan la conducción política de las sociedades: los representantes políticos. Quizás otra posibilidad, también válida, y también saludable, sería que los actualmente “periodistas” se hicieran cargo y se pusieran al frente de sus ejércitos y directamente, fueran ellos los candidatos (por lo menos no podrían lavarse las manos luego, como hicieron el lunes después de las recientes elecciones). De cualquier modo, nunca está de más recordar que la exclusiva responsabilidad de que esto suceda es de la dirigencia opositora: en política, los vacíos, siempre, alguien, los llena.
2- Hegemonía vs. Equilibrio. Hasta hace un par de semanas, no más, desde esas mismas columnas se hablaba del “amañado, particular y extravagante” sistema de balotaje argentino, que contempla “extrañas mayorías del 45%” o “las aún más particulares del 40% con una diferencia de 10 puntos sobre quien salga segundo”. Se hablaba, insisto, que estos valores para una segunda vuelta “son únicos”, ya que en cualquier “lugar serio del mundo”, un balotaje implica superar el 50% más uno de los votos. Cuando se decía esto –argumento sensato pero intrascendente: acá se eligió, producto de un pacto político, establecer ese sistema. Y otro pacto político puede modificarlo. Listo. Chau- nadie esperaba que CFK alcanzara las cifras que alcanzó. Por eso ahora es hasta risible escuchar a las mismas personas alertar sobre el peligro hegemónico de que Cristina Kirchner alcance esa cifra del 50% en octubre.
3- Equilibrio vs. Desequilibrio institucional: hay un aspecto si se quiere más profundo acerca de esta nueva andanada que hace eje sobre un supuesto institucionalismo republicano como último “dique de defensa” ante un “desequilibrio” de poderes. El primero es que niega un aspecto central de cualquier democracia liberal: el voto popular es soberano y es con esa soberanía que deben construirse mayorías para gobernar. Algunas veces esa mayoría debe construirse con alianzas (en el Congreso, por ejemplo), pero a veces no resulta necesario. Es cuando la sociedad dispone, otra vez, con su voto, otorgarle la mayoría a determinado partido o fuerza política. Yendo a la experiencia fáctica reciente, el congreso nacional tuvo estos últimos años (y aún tiene) “mayoría opositora” y sin embargo funcionó menos que nunca. Ni contrabalance, ni contrapoder ni ocho cuartos: se repartieron los cargos de las comisiones y se pusieron a echar nafta a la hoguera de las vanidades.
4- Argentina: vida cotidiana vs. Alienación. Puede esta apelación “institucionalista” interpelar a grandes mayorías de la población? ¿O es, precisamente, un camino sólo transitable para minorías que tienen resueltas ya otras prioridades? Veamos: se trata de una elección presidencial, donde se juega, principalmente, el gobierno ejecutivo de un país. Lo ejecutivo, en el campo no ideal, sino bien concreto, de la ciudadanía tiene un nombre: cercanía con mis deseos y necesidades. El votante tiene la inteligencia de hacerse una sola pregunta: ¿quién me ofrece mejores perspectivas de futuro a mis necesidades actuales? Y las grandes mayorías argentinas tienen necesidades, deseos y ambiciones muy concretos: trabajo, vivienda, educación, cloacas, seguridad, calidad de vida. Digamos que en las mesas de las familias, salvo en el reducido grupo de aquellas con todas las necesidades básicas más que resueltas, nunca se sirve de postre “institucionalismo y república” como si fuera “fresco y batata” ¿Quiénes son, en verdad, los alienados?
5- Oficialismo vs. Oposición: Ante una oposición tan falta de rumbos, el actual oficialismo corre el riesgo, efectivamente, de bajar sus estándares de calidad. Nunca es fácil competir contra uno mismo. Y ese es el desafío, en este momento, del kirchnerismo: superarse a sí mismo. Por el lado de la oposición –las oposiciones- resta desear que abandonen su modorra, su confusión de deseos con lectura de la actualidad y vuelvan de las vacaciones que se tomaron mientras dejaban al mando a unos improvisados comentadores. Igual de improvisados que quien esto escribe. Nunca está de más recordar que la Patria necesita de todos.
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