Liderazgo populista y empatía aspiracional
(Columna de la politóloga María Esperanza Casullo)
Han surgido líderes políticos que, con estéticas y lógicas distintas al populismo clásico, establecen lazos similares con su base electoral.
Un componente esencial de los liderazgos populistas es la relación afectiva directa y personal que se establece entre el (o la) líder y sus seguidores. Lo característico de este lazo de representación es su carácter fuertemente emocional; el lazo populista es, ante todo, una relación afectiva que se establece entre líder y seguidores, sin que medie una ideología, un programa o una estructura partidaria. Como lo expresó Max Weber, la representación populista es carismática, es decir, se basa en la creencia de que el líder está investido de características especiales que trascienden al común de las personas.
Si bien existe consenso acerca de cómo es el lazo de representación populista, poco se ha escrito acerca de los diferentes contenidos que el mismo puede expresar. Hay consenso acerca de que la relación es directa y personal. Es necesario avanzar en la identificación de subtipos según el tipo de afecto que es investido por los seguidores en el (o la) líder o según sean las cualidades que le son reconocidas como parte de su carisma personal.
Este tema ha sido mejor tratado para los populismos clásicos o de izquierda, como los de Juan Domingo Perón o Getulio Vargas. En estos casos, la apelación afectiva estaba basada en una promesa de redención popular. Estos líderes se comprometían personalmente a llevar adelante la causa de redimir la tragedia de un pueblo que había sido robado de su destino histórico por un actor social (en general la “oligarquía” o otros sectores de la élite económica aliados con el “imperialismo” internacional). Esta promesa redentora se expresaba concretamente en el compromiso del líder de llevar adelante una redistribución económica que haga llegar rápidamente bienes y servicios a los sectores populares.
qué fácil es la politología!
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