domingo, febrero 05, 2012

¿Ajuste o sintonía fina?


¿Ajuste o sintonía fina?

 Por Lucas Carrasco

La quita de los subsidios provoca que algunos usuarios tengan que pagar más por los servicios públicos domiciliarios y de transporte.  En el debate económico, esto se puede llamar ajuste o actualización, pero en lo concreto se trata de un aumento del dinero que cada usuario invertía en esos servicios.  
Todas las tarifas estaban congeladas desde el año 2003, basta recordar cuánto era el salario que cada uno cobraba hace 9 años, o cuánto salía un café, una entrada a la cancha o cuánto uno dejaba en la parroquia. Mientras ocurrían los aumentos, tanto de los precios como de los salarios, muchas tarifas controladas por el gobierno quedaron, en cambio, congeladas. Si uno calcula el porcentaje de aumentos de precios en varios productos y de aumento salarial en un conjunto de personas (la familia de uno, por ejemplo) va a notar que el porcentaje de aumento de las tarifas es menor.
El problema económico se originó cuando el crecimiento de los salarios y de los precios dejaron desfasadas las tarifas congeladas. O sea, habían crecido tanto los precios de la economía –también de los costos de esos servicios específicos- que era cada vez mayor la cantidad de dinero que el gobierno tenía que poner para mantener esas tarifas, volviéndose de a poco injusto, porque el conjunto del gasto y la inversión del estado sostiene a la vez muchas variables como las escuelas, las políticas sociales, la asignación universal, las deudas de los anteriores gobiernos, los hospitales, etc.
La electricidad en mi casa de Capital era cinco veces más barata que la que paga mi abuela, jubilada, en Paraná.  Hace algunos años, cuando existía un alto desempleo, mi abuela ya estaba jubilada y ganaba más que yo. Hoy, es al revés. Porque hay más empleo, por lo tanto salarios más altos, etc. Hoy en una cena me podía gastar prácticamente lo mismo que la boleta de un mes entero de electricidad.
Pero mientras tanto, además, no sólo la ecuación energética cambia en el mundo a cada rato (el valor del petróleo se define en las Bolsas de Comercio y en los cuarteles generales, ni más ni menos) sino que aumentaron, por suerte, los costos para las empresas. ¿Por suerte? Sí, aumentaron los salarios de los trabajadores de EDESUR y EDENOR, los del correo que me mandan la boleta, los bancarios donde voy a pagar, etc.   
Los controles a las importaciones no son un invento de este gobierno en la Argentina ni en el mundo, al contrario, los gobiernos neoliberales los anularon como una rareza que produjo la debacle de la industria, con sus costos sociales en el empleo y el salario, y en la economía toda.  Esa economía que nos hacía cantar “¿Dónde hay un mango, viejo Gómez?”
Basta pensar en el trabajo de cada uno y cómo la importación abierta en un mundo en crisis podría, rápidamente, reemplazarnos a nosotros como trabajadores. En mi caso, mi trabajo es estudiar durante la semana, entender las noticias, buscarlas y contárselas a usted los domingos. Pero si el monopolio de Clarín en el papel o la importación abierta a países que pagan salarios más bajos o en monedas devaluadas no se hubiera solucionado, habría menos trabajadores que harían posible que usted nos leyera. Y este diario quizás se vería obligado a tener menos páginas y yo a trabajar de otra cosa.
La regulación de las importaciones es, además, una medida que están tomando todos los gobiernos en el mundo para proteger, ante la crisis mundial, sus propias fuentes de trabajo.  El gobierno argentino, como es natural, intenta proteger las fuentes de trabajo de los argentinos.
Si se mira más en fino, la regulación de las importaciones, los derechos de exportación para productos sin elaborar (las llamadas retenciones, que paga, por ejemplo, la soja a granel, sin elaboración. Es una alícuota muchísimo menor si la soja es en aceite: porque su procesado implica muchos más trabajadores argentinos y sale, por eso mismo, mucho más caro vender aceite de soja que la soja a granel, que casi no emplea trabajadores gracias a las tecnologías vigentes) las reservas del Banco Central, el subsidio a las tarifas, el estratégico desendeudamiento son políticas económicas que acompañan el valor del dólar. La cotización del dólar, de suma importancia para el comercio exterior, tiene que ver también con el trabajo argentino. La mayoría de los trabajadores no compramos dólares, pero el valor de esta moneda, aunque no lo sepamos, determina también nuestros salarios, nuestro trabajo, etc.
Suena un poco amargo que sea el dólar quien marque nuestro futuro laboral para los que no compramos dólares, pero además porque quienes juegan a la bicicleta financiera son los banqueros, los propietarios de grandes fábricas y grandes extensiones de campo, los organismos multinacionales y los gobiernos extranjeros. La sintonía fina lanzada por la Presidenta busca adecuar justamente todas las herramientas posibles, las anteriormente nombradas, en pos del mismo objetivo macroeconómico, que nos parece tan lejano, tanto como de la vida cotidiana: nuestro trabajo, sin ir más lejos.  Y que no sean solamente los grandes jugadores de la economía del mundo quienes definan nuestro futuro.
Hasta estos días, la crisis mundial más dura que vivió el capitalismo fue durante fines de   la      década del 20 y el 30. En Argentina coincide –y no casualmente-con el primer golpe de estado militar, que derrocó al gobierno democrático de Yrigoyen. En el mundo, esa crisis fue detonante del ascenso del nazismo, del fascismo, de dictaduras y guerras, hambrunas y desesperación. Esa crisis fue de “sobreproducción” es decir, políticas económicas que empobrecían a los trabajadores y entonces nadie podía comprar lo que se producía.
La actual crisis mundial es de carácter financiero y abarca las deudas externas de los países, principalmente europeos (pero no solamente). Es decir, por ahora, es una crisis distinta, que la Argentina soporta sin mayores pesares por el desendeudamiento que inició el expresidente Néstor Kirchner y continúa Cristina.  Pero las recetas neoliberales que en Europa se están tomando –haciendo los clásicos ajustes para pagar la deuda, que en Argentina vivimos en los años 90- pueden derivar en una crisis de “sobreproducción”. O sea, por ejemplo: el país X fabrica bicicletas que vende a la Argentina y compiten con las fábricas nacionales, hay un ajuste en ese país que rebaja los salarios de la fábrica de bicicleta, con lo cual pueden venderlas más baratas; peor aún, como el ajuste salarial se dio en todos los trabajadores del país X esos trabajadores postergan la compra de bicicletas, entonces la fábrica tiene más “stock” y las trae a mitad de precio que las bicicletas hechas en Argentina. En este caso, habría “ajustes” en las fábricas de bicicletas Argentinas, reducción de turnos, etc, porque se fabricarían menos bicicletas porque la gente busca las importadas, que son más baratas.  ¿Cómo salir del círculo vicioso? Controlando la importación de bicicletas.
Los neoliberales objetarían –es lo que le objetan a Cristina ahora- que de ese modo no se perjudican los trabajadores de las fábricas de bicicletas pero sí lo otros, por ejemplo, este periodista, que no puede comprar  las bicicletas más baratas (la verdad es que mi poco espíritu deportivo afecta la industria nacional, ja).  Claro, el problema es que si abren la importación de bicicletas, ¿por qué no la del papel para diarios?, pero además, si quedan sin trabajo los fabricantes de bicicletas lo joden a mi tío, que es ingeniero en seguridad industrial, y si hay más trabajadores desocupados quizás se vendan menos diarios  (Crónica, justamente, el preferido entre los trabajadores) y si hay más trabajadores en la calle dispuestos a un menor salario pero conseguir laburo, seguro le bajan el sueldo a mi hermano en su fábrica, que va a aceptar para no quedarse sin nada. Lo que ya vivimos tantas veces los que ya no somos jóvenes. Y todo porque yo quería aprovechar las bicicletas a precio de saldo del país X.
Lo mejor, es justamente, controlar las importaciones. Pero no restringirlas.  Porque si el país X no nos puede vender ninguna de sus bicicletas, los fabricantes nacionales, que siempre fueron pícaros, la van a vender con precios altísimos bajo cualquier excusa. Si eso pasa, basta “liberar” una cantidad de bicicletas del país X, más baratas, para poder regular el precio de los fabricantes nacionales.
Los grandes lineamientos de la economía tienen relación con nuestra vida cotidiana, por eso es fundamental comprenderlos y saber valorar correctamente. Sobre todo porque muchas veces los economistas hacen difícil la comprensión de las cosas.  Algunos, incluso, de mala fe. Porque trabajan de lobistas de bicicletas del país X. Otros, porque su jerga es sólo para iniciados. Pero yo no lo puedo echar la culpa a los economistas por haberme comprado una bicicleta que duerme en el balcón esperando mi espíritu deportivo que no aparece. Qué lástima.
Publicado en Crónica. Firme junto al pueblo

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