martes, febrero 07, 2012

Como vine yo me iré. Insoportable, como vine.







Anoté, palabras sueltas, en un papel, que arranqué, de una carpeta, hace un rato, sentado en una mesa, de un bar, en otro barrio. La cadencia pausa, tierna, paciente, de ahora. Madrugada. Pero algunas veces ando como loco y pateo la mesa de cualquier lugar y rompo todo y lo que esperaban de mí de pronto no está, se fue. Se fugó. En la prisa de las cosas. Entre los nervios de los días.
De los días enteros. De los días oscuros. De los días ajenos. 
Un pedazo de carne desgarrado en la mesa de los policías de la moral ayer estaba lleno de vida. Y hoy frío espera el veredicto ante la ansiedad de los buitres. Calculadores del mal comportamiento ajeno. Medidores de la pena. Sermones de ocasión. Avenidas lineales para salir corriendo. La noche entera. La noche oscura. La noche ajena.
Me hice con una mochila imaginaria al hombro para recorrer mi barrio. Mirar las esquinas. Buscar recuerdos. Reconocerme. Silbando al farol, estereotipado. Como si me mirara, en la tristeza insólita del asfalto, al espejo una mañana. Y no encontré nada. Más que a mí mismo. Horrorizado, quién sabe con qué. Capaz que, apenas, con esto que soy. Capaz. No sé. Aprendí a desconfiar de mis juicios más sesudos. Para abrirme a preguntas. Para abrirme de brazos. Desesperado. El acto de apenas mirarse al espejo. El espejo entero. El espejo oscuro. El espejo ajeno. 
Yo miré con precisión de orfebre cada uno de mis defectos. Me rompí la cabeza contra el puño de la culpa. Me eché la culpa. Confesé bajo amenazas, me confesé culpable mil y una vez en noches desesperadas, ante el juez turbio de este desgarro que guardo dentro del pecho. Yo lloré desconsoladamente sin motivo. Yo fui prisionero en los campos de la angustia. Yo me hice de nuevo. Yo les mentí. Yo me reí. Con la risa entera. Con la risa oscura. Con la risa ajena.
Y mientras eso pasaba un perro apenas silbaba al farol.
Los últimos náufragos en una isla pequeña se besaban, emocionados se tiraban en la arena a hacer el amor. No contaron las horas. La miseria del tiempo. Se sabían a salvo de la esperanza. Suben ahora a una palmera y sacan frutos que rompen contra las piedras. Con contundencia. La contundencia del hambre. La contundencia entera. La contundencia oscura. La contundencia ajena.
Hay un hombre de mediana edad y de mediana barba pegándole con furia mansa a las teclas. Detrás de esa ventana. Detrás de esa cortina. Apaga los teléfonos y enciende la esperanza. Tiene los ojos rojos. Tiene un cinturón gastado. Tiene un agujero en la zapatilla. Tiene un montón de olvidos. Olvidos enteros. Olvidos oscuros. Olvidos lejanos.
Se hace el boludo. Está, hay quien lo percibe, por estallar. Y mientras tanto. Se hace el boludo. El boludo entero. Yo le ayudaba a mi abuela a tejer los ovillos de lana que compraba a granel, era el niño ahí, sentado al lado del sillón hamaca en el patio, cuando venía en el cielo la oleada de golondrinas y el ovillo se hacía el ovillo entero. Para un pullover entero. Para un pullover oscuro. De un boludo lejano. Este mismo que ahora te escribe.

10 comentarios:

  1. son un gusto también estos textos, desbordados, poéticos... éste, por ej. se lee de un tirón y se siente. salud amigo entrerriano.

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  2. "Se sabían a salvo de la esperanza" Abrazo!

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  3. ".....Detrás de esa cortina. Apaga los teléfonos y enciende la esperanza. Tiene los ojos rojos. Tiene un cinturón gastado. Tiene un agujero en la zapatilla. Tiene un montón de olvidos. Olvidos enteros. Olvidos oscuros. Olvidos lejanos." Te seguís escribiendo, nos seguís escribiendo... Cada uno de estos textos, nos describen, te describen, nos dice, siempre, a todos nos pasa lo mismo, o nos pasó o nos pasará, sólo algunos pueden describirlo tan bien.

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  4. Escribís lindo carajo, fuerte abrazo!

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  5. Realmente hermoso tu texto, Lucas! Justo estoy leyendo unos ensayos sobre "lo siniestro", que es cuando lo familiar se convierte en extraño, o ajeno y conviven; de allí la angustia.
    Creo que a esos psicoanalistas les hubiera venido muy bien tu texto.
    Ahora, y por fuera de lo teórico, tu relato es de una belleza movilizadora. Porque a veces, aquello que duele se puede transmitir de tal manera que induce al dolor y al goce estético a la vez. Que no te quepan dudas que acá lo lográs de manera prodigiosa.
    Un beso y gracias!

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