Ni que estuviera escribiendo un tratado sobre armas nucleares. O algo que salvara la vida de las focas de Catamarca. Pero no me salía una puta nota para el diario. Por que no podía eludir el tema de la tragedia de Once. Entonces, con los pies arriba del escritorio, haciendo bollitos de papel, con un libro de mierda, de donde arrancaba las páginas, la puta madre, encima me salió casi 200 pesos, miraba al balcón, esperando que salga, la vecina. Yo no soy serio. He escrito miles de notas, he pegado comunicados, he estirado razonamientos, he chamuyado bastante, he hecho investigaciones, mis amores, bastante serias, otras veces le he pifiado de acá a la China soja y vuelta, y además entre las tres mil pelotudeces diarias que escribo en Twitter y Facebook que son experimentos para ver cómo se comporta la raza humana -ayer defendía a los que quemaban las estaciones de tren, hoy capaz pida, para ellos, prisión perpetua-y las giladas, más elaboradas (mentira) que escribo acá. Pero, el asunto de la tragedia de Once, me toca, deportivamente, muy de cerca. No voy a contar nada. Excepto, que la mujer de mi vida, la hija de puta que se junta con, bueno, nada, corazón, estás bien, seguramente más linda y mejor acompañada. Cómo te quiero. De una manera rara. A la distancia. Cómo te quiero cagar a patadas, a veces, y otras veces, te extraño con sintonía fina. Si supieras la capacidad poética que me despiertan tus tetas. Volvamos. Decía, entonces, que tuve que rehacerlo, medir las palabras, mandar todo a la mierda, escribir de un tirón. La puta madre. Siempre son trabajadores. Bueno, eran del conurbano, no parecen, pero también son argentinos. Que consiguieron trabajo, changas, a veces buenos salarios, despiertan sueños, levantan familias, no es demagogia, estoy pensando, de verdad, en personas concretas. Vidas que conozco. Vidas que he vivido. Y una cosa, que tengo guardada en word, que imaginé, mirando la ventana, astillada y patética de mi alma (perdón la cursilería, no sé por qué me tenté, un poco de risa, en fin) qué hijo de puta. Nada. Chau. Los odio a todos, salames. Menos a vos, corazón, que tenés la risa más enamorable de este mundo. De este planeta. De este universo. De tantos otros bigotes, bien cortados, no como el mío. No como el mío. Quién será el hijo de puta con el que andás ahora. Lo voy a matar. La puta madre que los parió. Los quiero a todos, pelotudos, menos a vos, flaco, que no sé ni quiero saber quién sos. Buenas noches.
sábado, febrero 25, 2012
La muerte y el amor, viajan en el mismo tren del cinismo. Ja, mirálo al bloguero K el título que se mandó. Seguro que ya está borracho.
Ni que estuviera escribiendo un tratado sobre armas nucleares. O algo que salvara la vida de las focas de Catamarca. Pero no me salía una puta nota para el diario. Por que no podía eludir el tema de la tragedia de Once. Entonces, con los pies arriba del escritorio, haciendo bollitos de papel, con un libro de mierda, de donde arrancaba las páginas, la puta madre, encima me salió casi 200 pesos, miraba al balcón, esperando que salga, la vecina. Yo no soy serio. He escrito miles de notas, he pegado comunicados, he estirado razonamientos, he chamuyado bastante, he hecho investigaciones, mis amores, bastante serias, otras veces le he pifiado de acá a la China soja y vuelta, y además entre las tres mil pelotudeces diarias que escribo en Twitter y Facebook que son experimentos para ver cómo se comporta la raza humana -ayer defendía a los que quemaban las estaciones de tren, hoy capaz pida, para ellos, prisión perpetua-y las giladas, más elaboradas (mentira) que escribo acá. Pero, el asunto de la tragedia de Once, me toca, deportivamente, muy de cerca. No voy a contar nada. Excepto, que la mujer de mi vida, la hija de puta que se junta con, bueno, nada, corazón, estás bien, seguramente más linda y mejor acompañada. Cómo te quiero. De una manera rara. A la distancia. Cómo te quiero cagar a patadas, a veces, y otras veces, te extraño con sintonía fina. Si supieras la capacidad poética que me despiertan tus tetas. Volvamos. Decía, entonces, que tuve que rehacerlo, medir las palabras, mandar todo a la mierda, escribir de un tirón. La puta madre. Siempre son trabajadores. Bueno, eran del conurbano, no parecen, pero también son argentinos. Que consiguieron trabajo, changas, a veces buenos salarios, despiertan sueños, levantan familias, no es demagogia, estoy pensando, de verdad, en personas concretas. Vidas que conozco. Vidas que he vivido. Y una cosa, que tengo guardada en word, que imaginé, mirando la ventana, astillada y patética de mi alma (perdón la cursilería, no sé por qué me tenté, un poco de risa, en fin) qué hijo de puta. Nada. Chau. Los odio a todos, salames. Menos a vos, corazón, que tenés la risa más enamorable de este mundo. De este planeta. De este universo. De tantos otros bigotes, bien cortados, no como el mío. No como el mío. Quién será el hijo de puta con el que andás ahora. Lo voy a matar. La puta madre que los parió. Los quiero a todos, pelotudos, menos a vos, flaco, que no sé ni quiero saber quién sos. Buenas noches.
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Sospecho lo peor, amigo Lucas, anda con el alcahuete del alcahuete de Leuco.
ResponderBorrarme encantó putazo, el titulo prometía y la nota cumplió, bronca, tristeza @untallucasok
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