martes, marzo 06, 2012

Basta de amor.



Qué plaga es ese idiotismo comercial que los playos, por su escuetísimo repertorio de palabras, llaman amor. Qué plaga que se expande invicta, con buena imagen, sin que nadie le ponga un freno a tanta soberbia. Hemos llegado al punto en que lo ridículo, que tiene una palabra específica para designarlo, justamente, ridículo, se puede traficar como amor. Que el patetismo, que la vulgaridad, que la indignidad, que la lástima, que la pasión, que la calentura sexual, que la drogadicción, que la religión, que el mesianismo, que la cuchara atragantada en la garganta, que cualquier sensación, emoción, pulsión, compulsión, sentimiento, puede denominarse, sencillamente, torpemente, atávicamente, como "amor".
Basta.
Dejen en paz al amor.



¡Todo era amor... amor!
¡Todo era amor... amor!
No había nada más que amor.
En todas partes se encontraba amor.
No se podía hablar más que de amor.
Amor pasado por agua, a la vainilla,
amor al portador, amor a plazos.
Amor analizable, analizado.
Amor ultramarino.
Amor ecuestre.
Amor de cartón piedra, amor con leche...
lleno de prevenciones, de preventivos;
lleno de cortocircuitos, de cortapisas.
Amor con una gran M, con una M mayúscula,
chorreado de merengue,
cubierto de flores blancas...
Amor espermatozoico, esperantista.
Amor desinfectado, amor untuoso...
Amor con sus accesorios, con sus repuestos;
con sus flatas de puntualidad, de ortografía;
con sus interrupciones cardíacas y telefónicas.
Amor que incendia el corazón de los orangutanes,
de los bomberos.
Amor que exalta el canto de las ranas bajo las ramas,
que arranca los botones de los botines,
que se alimenta de encelo y de ensalada.
Amor impostergable y amor impuesto.
Amor incandescente y amor incauto.
Amor inderformable. Amor desnudo.
Amor amor que es, simplemente, amor.
Amor y amor... ¡y nada más que amor!

                                                                                                     Oliverio Girondo

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