lunes, marzo 05, 2012

Canción para bañar la luna


Por asuntos laborales tengo que ir una vez a la semana a esa presuntuosa liviandad cultural que es Buenos Aires. Y voy a un supermercado que está a la vuelta, Día, uno de los que hay en la República de Palermo. Bah.
No voy ahí, hay unos coreanos muy antipáticos que tienen una despensa ampliada, trabajan mucho, me caen bien. Además me gusta colaborar con las instituciones públicas. Sabido es que la policía municipal Federal extorsiona a los inmigrantes para complementar su salario, demasiado alto. Es la Subdirección de Supermercados Chinos, que paga un aguinaldo extra, lamentablemente en negro. Los asiáticos que emigran no tienen, por esas cosas de la geopolítica, embajadas que se quejen de la extorsión estatal a sus conciudadanos, por que no son ciudadanos, ya que sus patrias o sus papeles han muerto en el olvido burocrático de huir entre océanos.
En ese sentido, en la falta o el olvido o el invento de una patria, se parecen a la hipocresía del embajador de Bolivia: el gobierno de Bolivia, su narrativa delirante, les impide velar por los pobres que exportan, por la tristeza luchadora de los pobres que exportan, a las patadas, en containers mugrientos a fracasar del otro lado de la frontera. Asunto que un entrerriano, por vivir al lado de la amable provincia subsidiada del Uruguay, comprende al toque. Pero el asunto es que los coreanos un día cerraron las persianas y nadie más supo adónde o por qué se fueron. Una pena por que además me quedaba más cerca. Y el locuaz chino de la lavandería -que tuvo que mudarse a la vuelta, por que derribaron el local donde alquilaba, y atrás de ese local estaba una casa, donde un gendarme de bigotes tenía una peña ilegal de folklore donde venían a cantar los salteños que sus papás mandan a estudiar alguna gilada en universidades privadas, me gustaba ese boliche, abierto de lunes a lunes, aunque era un poco repugnante ver las quinceañeras del conurbano que atendían la barra, y se acostaban con el gendarme, por que el trabajo para las chicas pobres que atienden las luces de la gran ciudad, tiene esos sinsabores- el chino de la lavandería dice que los apretaron unos delincuentes asiáticos y rajaron, pero no sé si es cierto. Volviendo al gendarme y su peña salteña, uno descubre la marca del conurbano en los teñidos ridículos de las pendejas que no tienen la oportunidad de soñar con ser adolescentes. ¿Tendrán, las adolescentes asiáticas, fotos y pósters de los chicos de la tele, de los chicos que le gustan a mi hermanita de 16 años; o tendrán póster y fotos de los Cumbios de su patria alejada, y si tuvieran esas fotos de Cumbios asiáticos, qué sentirán los padres: culpa, nostalgia, bronca?
Espero que nadie se enoje y me mande al Inadi Argentino, nuestra policía de la moral. Celosa custodia de los corazones sensibles de las clases medias altas porteñas, o sea, de la clase dirigente del país. Que a veces sufre desgracias como que un compañerito de clase -de clase dirigente y colegio privado- le digan puto. Dios me libre. Ahí va la ambulancia del Inadi con su ejército de abogados para tratar de remediar lo que podría ser, sin esta intervención progresista, el comienzo de una ruptura al interior de la clase dirigente, dios no lo permita. Te decía, el Inadi para disimular de vez en cuando defiende a dos discriminados de verdad. No, perdón, a uno (cierto que ya los pasaron a planta permanente). Por eso, hay que tener cuidado de no discriminar. Una denuncia de Monners Sanz y una del Inadi no se le niega a nadie.
El supermercado Día incorpora trabajadores extranjeros, por ejemplo hay una chica de Lanús y un pibe de Merlo pero nacionalizado. No los dejan hablar con los vecinos, pero a mí siempre me confunden con un repartidor de mercadería. Son los únicos dos trabajadores del supermercado. Pobres, tienen al delincuente más grande al frente de su sindicato. Hacen durante jornadas interminables todos los trabajos de un supermercado, son dos personas. Dos. O sea, hay una y hay otro. Día tras día.  Hay un haragán, que debe ser el que tiene la franquicia, que los vigila y reta y anda  todo nervioso de acá para allá, como hacen los giles que quieren demostrarle a papá que el nene trabaja. Este nene debe tener unos 40 años, pero es un pelotudo completo. No le falta ni el peinado. Tiene un jopo bien de pelotudo. Y dos empleados, dos. Esto no ocurre en Formosa o Lomas de Zamora, esto pasa en Argentina. Un supermercado con dos empleados. Una estafa laboral. Una mierda. La inmobiliaria de enfrente tiene más o menos 10 empleados (y eso que no tienen nada que hacer, entendés, son una inmobiliaria, o sea, es el mercado financiero de los que no tienen la secundaria terminada) la panadería también una decena, todos extranjeros del conurbano, vestidos de riguroso traje blanco así disimulan el morochaje que traen de La Matanza, país hermano, hay una señora, debe ser paraguaya o de Santiago del Estero, que siempre está comentando la telenovela; los coreanos que son una bocha, no sé cuántos son porque son todos iguales, pero le alquilan la verdulería a un peruano y la carnicería a un matarife de Quilmes con una condicional y una mucama enamorada que vive en el noveno. Para mí son Doña Disparate y Bambuco. En el kiosco trabajan 12 horas en negro por 1.700 pesos dos chicas de día y un chico durante la noche. Es un poco ilegal el asunto, y resulta extraño que no existan inspectores, que claro, se dedican a las grandes empresas por que son progresistas, pero hasta donde yo sé, que en cuestiones laborales es más bien poco (soy periodista, rehúso con premura mi primor al trabajo, más rápido que a la luz mala, me acuerdo cuando vi la luz mala, en el campo, cómo me tranquilizó, después, que me contaran la explicación científica de ese fenómeno, yo era chiquito, tenía miedo, pero leía mucho las novelas de detectives y ciencia ficción de Isaac Asimov, qué grande Asimov, pobló mi infancia, de ciencias raras y explicaciones que competían con la insistente religiosidad, esa basura católica que está tan institucionalizada, viva la patria!) cualquier extranjero, ponele, de Chacarita, prefiere trabajar en una gran empresa que en esos kioscos de mierda, esas cadenas de mierda de kioscos de la calle Corrientes o avenida Santa Fe, donde te recontrasuperexplotan. Si trabajás en una gran empresa, hasta podés denunciarlos en el Inadi, si te llaman puto, si tenés la suerte mocha de ser discriminado por cosas discriminables, no por negro, eso no corre, a no ser negro africano, pero tampoco, esos venden pelotudeces en la avenida Santa Fe, de pedo si tienen para pagar a la Federal, ni ahí que tienen la categoría necesaria del monotributo para ser discriminados legalmente, con expediente. En uno de esos kioscos de mierda, donde el dueño sólo aparece para garpar la coima en la comisaría, el futuro se te marchita como una flor de plástico en un negocio de porquerías, esos negocios de importación que vendían, durante la siesta del 1 a 1, todo por dos pesos. Y ahora acumulan recuerdos y nostalgias en un galpón, chucherías que venían desde muy lejos, países asiáticos que eran nuestro modelo, tigres de papel, hubiera dicho un asiático que está siendo tan olvidado que en China no pasa nada sin que hagan una cagada en su homenaje. China vive su época menemista, cuando se ajustaba en nombre de Perón. Y en la ingrata telenovela del mundo real, se cruzan y aman e indiferencian extranjeros laboriosos sin que los notemos, en la misma calle donde conversamos los periodistas, los físicos del Conicet, los poetas viudos, los narcotraficantes, los concejales, los nietos de algún oligarca, el circo de la República de Palermo que se enciende a la noche, cuando se van las tristezas a dormir al conurbano y se enciende la alegría, transmitida en vivo por algún canal de internet. Y el viejo que pide monedas en la iglesia agarra su bastón y duerme otra madrugada con el estómago vacío. Mientras la luna baja en camisón.

1 comentario:

  1. Me remonta a mis años mozos trabajando de coordinadora de fiestas y eventos infantiles, y GUARDA "corrdinadora" incluía TODO, animar, coodinar, cocinar,servir atender al público (niños, adultos y rompehuevos)hacer los juegos (baile incluIdo)-y si que me dieron un baile ahí- fregar. Todo al mismo precio. Verano, 40 grados a la sombra, (y se ve que no era tan joven, porque ya me bajaba la presión) haciendo juegos en la canchita. ¡¡AHHHHH!! Y aunque una de mis amigas (encantadora, por cierto, pero ya no somos más amigas) nunca lo confesó, yo se que ella fue la que denuncio y cuando por fin imaginamos un poco de justicia; NOP, todo se arreglo con unos billetes y dale que va con el trabajo en negro. Pude renunciar, varias pudimos. Y ahí sigue, negreando a las empleadas, pagandoles dos mangos y encima menores! ¡¡POR DIOR!!!!

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