Una mirada desde Barcelona de Raúl Aguirre:
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Sobre el libro La Cámpora, de ¿Laura Di Marco?
Hace unos días Lucas Carrasco subió “La Cámpora”, obra firmada por una tal Di Marco, aunque Lucas jura y perjura que es un refrito de notas de Libre escrito por otro pibe. Y aunque avisó que era aburrido, como acá no llegó (la censura K pisa fuerte en Barcelona) me lo bajé.
Y aprendí que los de La Cámpora "solo piensan en el poder" y a la vez "solo piensan en coger". Y que Máximo Kirchner es, a la vez, un maquiavelo, un idiota, un apático, un pasional de la política, y un Griffa que sólo quiere conseguir cuadros con talento (esto último expuesto, perversamente, como un defecto).
Conocí la obsesión de Di Marco (o el pibe que escribe) en retratar a La Cámpora como una temible guerrilla. La palabra “soldados” figura no menos de treinta veces, “montoneros” o “neomontoneros”, más de ochenta. No sin asombro, descubrí que el que La Cámpora esté a miles de años luz de una escopeta, es un detallecito que a la autora mucho no le interesa.
Aprendí que en Aerolíneas hay 600 millones de los 700 del déficit que se pueden explicar, pero "hay 100 millones que no". Porque lo dice Di Marco. O el pibe que escribe. O algún otro que pasaba por ahí. Y eso que –se aclara– nadie vio los balances.
Es que –y esto me pareció raro, la verdad– las pruebas documentales de casi todo brillan por su ausencia. Por ahí salen opinadores, que opinan, o sostienen, pero abunda la onda un tipo dijo, uno que conoce el tema dijo, alguien que no quiere ser nombrado dijo, esto lo oí en un colectivo, uno de mi calle me ha dicho que tiene un amigo que dice conocer a alguien que un día fue feliz.
En cuatrocientas páginas hay solamente veintidós notas al pie, y no todas son referencias a fuentes. O son alusiones a artículos de la prensa opositora La Nación y Clarín (que acaban de tergiversar al presidente de la Corte Suprema, nada menos). O son autorreferenciales: “los datos de Aerolíneas son producto de una investigación propia”. Ah.
Así supe que en este tipo de libros, lo que al autor no le contó una vecina, se lo puede inventar directamente, como las teorías pseudopsicológicas alrededor de la muerte de Iván Heyn. (Y agregaría, serio: Di Marco y compañía, lávense la boca antes de hablar boludeces sobre Iván).
Y me encontré con el motor real del libro, que es la perversidad. El mismo motor de la prensa opositora en estos días.
¿Por qué perversidad? Alguien que escribe y piensa en serio, el filósofo Jorge Wagensberg, dijo: la verdad se convierte en verdad perversa si insinuamos que algo trivial, o una virtud, es un vicio.
Un ejemplo sería: “el preso clama por su inocencia para evitar la horca”. Bueno, este libro está lleno de verdades enunciadas perversamente.
Se nos dice que, sospechosamente, un líder político quiere acumular poder. Que un líder político busca rodearse de gente leal. Que una organización política busca integrar sus cuadros en el gobierno. Que (¡horror!) el gobierno nombra en cada cargo a quien se le da la real gana. Que los cargos públicos son rentados. Que hay cargos públicos que están muy bien remunerados (si creemos los números de Di Marco, claro). Que la gente pone fotos en Facebook. Que los funcionarios no tienen tiempo para atender a todos los periodistas, especialmente a los de una prensa pedorra y beligerantemente opositora que oculta, fabula y tergiversa. Y que los jóvenes quieren garchar.
Se nos dice que los de La Cámpora, aludiendo perversamente a su lealtad, son “todos soldaditos”. Pero ¿qué corno cree Di Marco (o el pibe que escribe) que tendría que buscar Cristina? ¿Todos Cobitos?
Y cuando la perversidad no es suficiente, se ataca por aproximación. Si no hay nada contra un miembro de La Cámpora, se menciona algo sospechoso que haya hecho algún pariente suyo.
Pero al final, ¿qué es este libro? ¿Qué es lo más fuerte que denuncia?
¿Que un funcionario quería quedarse con una oficina linda? ¿Que fueron a Uruguay a ver las eliminatorias del Mundial sin pagar? ¿Que colaboran en Canal 7? ¿Que un pibe se quiso levantar a una piba con novio? ¿Que a veces cenan afuera? ¿Que son leales a Cristina?
¿Esto es todo?
Me da mucho más miedo el desconocimiento de Di Marco del uso del subjuntivo que La Cámpora en sí, mire usted.
Pero Di Marco (o el pibe que escribe) sí que tiene miedo. El que tiene una mirada hostil, vive en un mundo hostil.
Entonces nos describen las terribles vicisitudes que experimentaron al atreverse con la espantosa mafia: nadie parecía tomarlos muy en serio. Cosa que aplaudo. “Al periodista Mariano Confalonieri le sucedieron cosas similares… padeció conmigo el mismo camino plagado de obstáculos… tuvo que chequear y rechequear datos…”
O sea, nunca los amenazaron directamente, no los siguió un patrullero, no los despidieron, no les pusieron una cabeza de caballo en la cama, pero tuvieron que rechequear los datos. Eso debe haber sido terrible para Di Marco (o el pibe que escribe), considerando su afición a dejar todo deschequeadísimo.
Por suerte, y para dejar las cosas claras, al final del libro se establece y se adhiere a que “el periodismo profesional no tiene pretensiones de objetividad”.
Evidentemente, no.
Termino citando a Wagensberg, de nuevo, que dice que las personas que no leen ningún libro tienen más arreglo que las que leen uno solo.
Es triste pensar que muchos comprarán este texto y se regocijarán en su nimio temor sin saber que cada día leen un mismo libro, un mismo diario, un mismo relato sin pretensiones de objetividad ninguna, escrito por los escribas de un poder al acecho al que deberían temer realmente, que piensa con una misma cabeza, que escribe con una misma pluma.
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Gracias muchas, comandante Carrasco. Ahora solo te falta presentarme a tu vecina, y juro que no te digo gordo trolo nunca, nunca más.
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