jueves, marzo 08, 2012

Las divertidas aventuras de Majul con la lectoescritura



Somos periodistas, queremos preguntar

Por Luis Majul | LA NACION


Si a los periodistas nos quitan el derecho a preguntar (¿hay tal derecho específico para "periodistas", en qué  texto legal lo puedo encontrar, Majul? Te lo pregunto, tengo derecho, soy periodista, vos empresario), una parte importante de lo que somos (¿Abogados?) y de lo que representamos (ah, es tu cliente el que pide usufructuar ese derecho?) se va con ese impedimento (¿adónde se va?). Un periodista sin preguntas es como un presidente sin poder (ah, rejurídica la cosa) o un maestro sin libros (uff...). Porque las preguntas son el instrumento más simple y a la vez más potente para obtener información (ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, jajajajaja) y luego darla a conocer.
Parece una cuestión demasiado obvia como para ser explicada (no, Majul, no entendimos, la verdad, un carajo). Pero lo hago de manera deliberada, porque a los máximos responsables del Gobierno no se les puede preguntar nada de manera directa y en condiciones normales ("pero lo hago" y "no se les puede preguntar" están mal conjugados los verbos, pero está bien, no es sólo por que sos bruto, sino básicamente por que no se tiene que notar que te arrogás un derecho, para exclusivo usufructo tuyo, que es básicamente que te tienen que contestar a vos, ajá). Los dueños de los medios no deberían aceptar que los periodistas que trabajan en sus empresas asistieran a una simulación de conferencia de prensa como la que protagonizaron, por ejemplo, el ministro Julio De Vido y Juan Pablo Schiavi horas después de la tragedia de Once (pará, te volviste un periodista militante, dando por sentado, lo obvio: los empleados van donde quiere el dueño, pero lo tuyo además es propio de un alma de buchón con mayonesa). Primero, porque ese día, más que cualquier otro, había muchas preguntas para hacer y muchas respuestas que dar (ah, pero si das por sentadas las respuestas, el usufructo del derecho tuyo a preguntar...en fin, qué te voy a andar explicando). Segundo, porque hay muy pocas democracias en el mundo con gobiernos capaces de someter a la prensa a semejante humillación (¿cuál humillación? Ah, vos te sentís humillado, claro. Pero ¿vos fuiste a la conferencia de prensa, vos vas a las conferencias de prensa? Acordate que es tu derecho y tu percepción, la del humillado) y con organizaciones periodísticas tan débiles como para aceptar en silencio tal destrato . Y tercero, porque prohibir las preguntas, lejos de constituir una forma de vincular de manera directa al Gobierno o a su líder con "el pueblo" -como sostiene Carlos Zannini (¿cuándo dijo eso Zanini, si es que tengo derecho yo a preguntarte?)-, representa un intento burdo (es cierto, en Inglaterra, por ejemplo, los mandan presos, en EEUU no se les permite difundir datos sobre la guerra, y en muy pocos lugares de este planeta está despenalizado el delito de calumnias e injurias y tienen una ley de medios contra los monopolios) de controlar la información y de no aceptar los diferentes puntos de vista que conlleva la formulación de los interrogantes.
Entre algunos intelectuales que conozco (ja), aprecio y adhieren a esta administración existe la interesante idea de que primero Néstor Kirchner y después Cristina Fernández tuvieron el coraje de "abrir el debate" sobre las prácticas periodísticas abusivas. Y que esa "valiente" decisión política incluyó la desacralización del dogma de que la prensa siempre dice la verdad desde un púlpito inmaculado y no contaminado por intereses que transcienden la mera búsqueda de datos y su publicación (ah, altos intelectuales tus amigos. Qué idea sofisticada, la puta madre!). Por cierto, comparto, en especial, el último concepto. Es decir: el intento de desacralización. Y hace tiempo -mucho antes de 2003- que aliento la idea de que los lectores, los oyentes y los televidentes no consuman la información y la opinión sin procesarlas ni compararlas con los datos y las interpretaciones de otros medios. Sin embargo, lo que al principio podía ser visto como una movida oficial tendiente a mejorar la calidad de la prensa de la Argentina, terminó transformándose en una enorme coartada del kirchnerismo para limitar las acciones del periodismo crítico, socavar su credibilidad y así poder gobernar sin control ni contrapeso (a ver, Majul, cuando el gobierno te daba millones de pesos y vos obediente hablabas bien del gobierno ¿De Vido hacía conferencias de prensa?) .
Los ejemplos están a la vista y cada vez parecen más burdos: nadie habla con un periodista, ni siquiera con uno "amigo", sin la autorización previa de la Presidenta o el acuerdo de su hijo, Máximo Kirchner; los programas de propaganda no tienen como misión exponer los argumentos y distintas posturas, sino destruir, insultar o descalificar a los colegas que no adhieran al "modelo" (o sea, lo que vos estás haciendo con quienes no adhieren a tu modelo); existe un enorme aparato de comunicación estatal (que viene a ser el que te hizo millonario) que baja "una línea", que es adoptada, de inmediato, por los medios que reciben cada vez más publicidad oficial a cambio de obediencia incondicional (claro, por ejemplo, De Narváez, Manzano, tus socios, o sea, también vos).
La tragedia de Once no sólo puso de manifiesto lo anómalo que resultó ver a De Vido y Schiavi hablar sin contestar interrogantes básicos (ah, yo pensé que lo importante eran los 51 muertos y 700 heridos, no tu "derecho" a pedir guita). También empezó a mostrar los hilos con los que la administración de Cristina Fernández maneja a sus títeres para montar su estrategia mediática (vos lo conocés de adentro, debés saber. Contanos, Majul, cómo era cuando te daban millones de pesos, contanos a nosotros, los periodistas pobres). ¿Quién no se da cuenta, a esta altura, de que la falta de respuestas al tremendo choque del 22 de febrero pasado es lo que hace que el Gobierno pretenda instalar, en la tapa de los diarios, las amenazas del dictador Jorge Videla o la pelea cuerpo a cuerpo entre la Presidenta y Mauricio Macri por el subte o la idea generalizada de que quien informa u opina sobre la responsabilidad del Estado en la tragedia es un cuervo, un buitre o algo peor? (ah, sí, claro: quién no se da cuenta!) En vez de hacer preguntas "de cajón" a los funcionarios que asisten a los programas oficiales o que los reciben en sus despachos, muchos periodistas cercanos a este gobierno se encargan de "delatar" las supuestas tendencias nocivas de otros colegas. Sin ir más lejos, el domingo pasado, al analizar mi última columna en La Nacion, un periodista al que sus propios amigos presentan como "un ministro sin cartera", me adjudicó haberme "ilusionado" con que "el dolor de las víctimas tuviera una traducción política" (podés citar, Majul, no seas cagón). Y me criticó por haber escrito que la catástrofe ferroviaria podría llegar a cambiar el humor (no, dijo que vos lo deseabas, y sí, es cierto, se te nota) de un país entero. También creyó detectar "destellos bélicos" en la escritura, por haber utilizado la metáfora de que a la Presidenta, quizá, le estaban empezando a "entrar las balas" de la crítica social. Como es inteligente y calculador, no llegó a adjudicarme una clara intención "destituyente", pero dejó flotando la sospecha de que podría estar conspirando contra el modelo nacional y popular (jajaja, aprendé a leer, payaso). A pesar de que inicié la nota con la aclaración de que el término "que le entren las balas" es de uso habitual en la jerga periodística (uf, mirá las cosas que me pierdo de saber) para contar cómo impactan las noticias negativas en la imagen de los presidentes, escribió para la tribuna algo que sólo existe en su mente conspirativa. Por lo demás, es obvio y comprobable que lo que sucedió en la terminal de trenes está afectando al Gobierno (bueno, ¿brindamos, Majul, por las balas que le entran a Cristina?). Tan obvio como el dato de que Cristina Fernández estaba ganando las elecciones en primera vuelta mucho antes de las primarias del año pasado (eso también lo escribí y nadie me adjudicó segundas intenciones) (no, Majul, escribiste, operaste, como siempre operás, que Macri iba a ser presidente, De Narváez gobernador y también que Carrió iba a hacer una gran elección, pero si querés, también es obvia, decile al Perro, la ley de gravedad, lo cual demostraría, según tu lógica, que vos tenés tercer grado aprobado. Está clara la relación entre una cosa y otra, ¿no?).
El señalamiento del colega no me produce bronca, sino tristeza (mentira!). Se trata de alguien que, entre otros, nos marcó el camino sobre cuál debe ser el verdadero rol del periodismo frente al poder de turno. Nos planteó que un periodista de investigación debía tener la misma actitud frente a Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde o cualquier otro presidente, si durante sus gestiones había actos de corrupción y de soberbia (en serio te enseñaron que es lo mismo un delito penal que un pecado venial, me parece que vos no entendiste nada). Jamás nos dijo que debíamos descalificar informaciones o buscar intencionalidad en las opiniones de nuestros colegas (oh! perdón, pero quién te dijo esa estupidez? Se puede, perdón por preguntar, documentar algunas de las cosas que te dicen "un intelectual" y "un periodista"?, sino Majul, es poco serio!). Parece que a esta administración ya no le alcanza con no responder preguntas, enviar de prepo y sin motivos a la AFIP o levantar la publicidad oficial a los medios no adictos (ja). Ahora también nos acusan por opinar (¿?). El presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, lo acaba de advertir: "No se puede perseguir desde el Estado al que piensa diferente -alertó-. La crítica es parte de la libertad de expresión y no debe ser censurada" (ajá, y qué carajo tiene que ver?). Parece una perogrullada, pero en esta Argentina de pensamiento único Perogrullo fue denunciado ante la justicia federal y el Gobierno fue aceptado como querellante (bien, Majul, qué oración! Apretalo a Perogullo, que le saque unos mangos al juez y que te devuelvan los millonarios subsidios del gobierno).
© La Nacion.

4 comentarios:

  1. Che, ¿pero no estaría bien que los funcionarios, dada su responsabilidad pública, respondan a la prensa, aunque sea partidista y sesgada? Más información de lo que pasa en manos del pueblo no puede ser algo malo. ¿No es una regla elemental para estar al tanto?

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  2. el pensamiento único sería el de majul? porque si es otro, no es único, no? ay qué miedo tengo.

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  3. Che no te enteraste que el juez ya aclaró que lo descontextualizaron?

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  4. Es muy muy difícil tomar en serio algo que diga Majul... primero porque es obvio que le cuesta muy mucho escribir y encima no le sale (incluso tiene que hacer que le escriban un libro), segundo porque este artículo humorístico (sobre todo cuando dice "con organizaciones periodísticas tan débiles como para aceptar en silencio tal destrato" jajaja monumental risotada, dice 'débiles'... no pude parar de reírme) da la pauta que con él no hay argumento inteligente que sirva.

    Pero, mucho más allá de Majul, el tema es de debate interesante: por qué las conferencias de prensa y responder preguntas hacen a la democracia?

    El Escriba plantó esta nota en Artepolítica (http://artepolitica.com/lecturas/somos-periodistas-queremos-preguntar/) y ya expresé ahí lo que pensaba, pero tratándose de Majul este post es mucho mejor.
    Saludos
    Ladislao

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