viernes, abril 13, 2012

7 burócratas y medio

Para ir a la casa rosada hay que atravesar las rejas del miedo que, para los funcionarios de turno, les gana lugares de la plaza, ahora partida en dos. Una pena. Supo ser, la plaza de plazo, una plaza pública. Ahora, como si fuera Macri, la plaza está enrejada. Para ir a la casa rosada hay después un policía en las rejas, al que, a veces -he ido pocas veces, es un lugar muy triste, muy feo, la casa rosada-le he gruñido y abre la reja y me deja pasar pero ayer, por romper las pelotas, y para hacerlo sentir útil, paré frente a la reja, miré un papelito, busqué la dirección y le pregunté si ahí era la casa rosada. Contento, el policía -los policías que están ahí, como en todas las dependencias oficiales para aliviarles el miedo a esos seres grises que son los ministros y los parientes de los ministros- son parientes de un alto oficial, y están ahí casi de franco. Contento, el policía, de verse útil, largó la reja que sostenía, la segunda reja, la que rodea toda la casa rosada, largó la reja (temí que se caiga, la reja) y me miró, malo:
-¿adónde va usted?
-A ver a la presidenta.
El policía, al fin y al cabo un policía y encima pariente de algún comisario, acto seguido, me miró, invariablemente, la vestimenta. Mi barba lo confundía: no sabía si era un lumpenperiodista o un lumpenburguesariado de esos que -como el síndico Reposo- aman el golf.
Aflojé y le dije que iba a ser a un funcionario de mucho menor rango, para tranquilizarlo. Era mentira que iba a ver a ese funcionario, pero pasé el primer policía.
Hay un scaner que detecta, no sé, armas supongo, ya en la entrada principal, adonde pasé, también por joder, de largo y sonó la chicharra. Saqué el celular del bolsillo y puse cara de enojado y miré al segundo policía, que tomaba mate con un tercer policía, lo miré como si su pusilanimidad no me llegara ni a los talones. No dijeron nada. Hice una cola. Donde había tres soñoras gordas y derrotadas charlando detrás de un mostrador. Hice la cola por que, de vez en cuando, una de las tres atendía. Uno dejó unos diarios de Mendoza, otro regalos empresariales para el mundo, un yuppie pidió hablar con alguien que no conozco, buen día señora gorda voy a ver a.
LLamó por teléfono. A esta altura, el estado bobo ya había gastado -inutilmente- los honorarios de tres señoras gordas y tres policías al solo efecto de que yo vaya ahí, me hizo sentir bien.
La señora gorda habló con alguien, miró mi documento, le dijo mi nombre, anotó algo en un papel, di la vuelta, al otro lado del mostrador y entregué el papel y el DNI a una segunda camada de tres señoras gordas. Para que se entienda: la primer tanda de señoras gordas llama por teléfono a la secretaria de quien vas a ver, que manda -es obligatorio- un cadete, o sea, alguien que está ahí para eso, a recogerte en la puerta. La segunda camada de señoras gordas te saca una foto y te da una clave y un coso cuadrado con una cinta que te lo tenés que colgar del cuello. Es gente que mira muchas películas, claro. Mi foto ya estaba, me dieron el número, me alegré de ir sumando, ya, nueve empleados estales, nueve familias contentas, el sumus del estado bobo. Me acerqué a la señorita que me buscaba bajo el tecnológico método de gritar LUCAS CARRASCOOOOOOOOOOOO, la miré, a esa altura, yo era el único visitante. Puse el dedo, la clave, lo hice tres veces, por supuesto que no funcionó. Suerte que hay un décimo empleado, parado al lado de la valla supersónica, que abre, con su clave, dado que le puse cara de malo.
Y subí, con la chica (11 empleados), a que me firme el papel, dado que para salir es el mismo y estúpido procedimiento. Es, mis amores, el crecimiento del estado, algo que festejar.


3 comentarios:

  1. Una vez cuando no había rejas pero sí policías y granaderos entramos con mi papá a la rosada como si fueramos de la familia. El mostró el carnet de periodista que era como un librito chiquito, forrado de cuero con una inscripción dorada que rezaba pomposamente "Ministerio del Interior" alrrededor del escudo nacional y mas abajo PERIODISTA. El viejo había desarrollado la habilidad de mostrarlo siempre con un dedo tapando la palabra periodista y así entraba en cualquier lado. Claro eso era antes de las torres gemelas y binladen.

    ResponderBorrar
  2. Qué hijo de puta que sos Carrasco. Me hacés recontra cagar de risa

    ResponderBorrar
  3. Muy divertida la crónica y tristemente cierta.

    (Lucas, muy lindo pero poco amigable para la lectura el arcoiris de fondo).

    ResponderBorrar