viernes, abril 13, 2012

¿Cómo estamos hoy, eh?



La economía argentina resiste y, para el análisis político, además, crece. Los eventos de corrupción, sin dudas que afectan y las impericias para crearse problemas, también. Pero la clave del escenario es siempre la economía.
No es que, con variables económicas bien manejadas cualquier cosa vale. El debilitamiento conceptual de algunos de los ejes del discurso kirchnerismo, aún, no hace mella en las variables económicas y, por tanto, aíslan a los disgustados. Como los principales sindicalistas, los principales banqueros y la patria contratista. Ninguno va a decirlo a viva voz, pero losa salarios crecen, los negocios marchan y el estado bobo garpa, pero estos sindicalistas, banqueros y contratistas ya no tienen la misma seguridad (por suerte) que hace un año. La economía, a grandes rasgos, sigue teniendo una orientación progresista y apuntalando una cierta justicia social: la eliminación de subsidios a las clases acomodadas, el traspaso del subte, la quita de regalos fiscales para petroleras, sigue creciendo el consumo popular y las instituciones sociales que financian la universalización de jubilaciones y asignaciones familiares lucen robustas. La política exterior en conjunto (a pesar, por ejemplo, de la desagradable desginación de Celso Jaque Mate como embajador contra Ecuador y Venezuela, en Colombia) sigue siendo eficaz y acertada para la economía interna. La profundización del modelo de sustitución de importaciones está dando resultados en la balanza comercial y el empleo. La política de terminar con la ilegalidad patronal en la contratación perdió impulso, es cierto. Y una pena. Una de las mejores políticas de este gobierno. El dólar, bajo emisión yanqui, nos queda bien y el precio de la soja sube mientras avanza la política minera y petrolera de sociedad mixta. Los controles de cambio y la estrategia eliminación de la ley de convertibilidad -la única buena ley que votó este congreso donde se iban a comer los chicos crudos- es, en conjunto, un buen panorama.
Políticamente y como enseña la historia, la de Perón y la de Yrigoyen, hay cierta degradación. En vez de Righi, Natalio Ruiz Reposo, el hombrecito del sombrero gris, y en vez de Schiavi, el hombre del PRO que no está preso por -como diría Boudo- "la bajísima calidad institucional de la justicia" sigue Cirigliano, ahora con otro hombrecito de sombrero gris y todo indica que en la CGT el gobierno tratará de imponer a cualquiera que tenga menos relevancia política que Moyano.
Las elecciones del año que viene -que de resultar contundentes abrirían a Cristina la posibilidad de reformar la constitución y aspirar a su continuidad, o que sino, con un triunfo y esta posibilidad, se garantice no ser "un pato rengo"- pintan bien para el oficialismo, quizás con problemas en en el puerto, territorio donde el vicepresidente medía bien y hoy, más allá de bolazos de consultores, está pulverizado. Hoy, hay que ver el devenir, ya han dado demasiados certificados de defunción al kirchnerismo como para aceptar éste otro.
La oposición sigue su autocrítica a puertas cerradas, hay una leve recuperación de Clarín, falta que la corte suprema de pollo (ahora vamos a tratarlos con más cariño a Zaffaroni y Argibay, están a kilómetros de los hombrecitos grises) resuelva hasta cuando va a proteger al delincuente de Magnetto.
El Frente Anti Peronista -FAP- tiende a divirse porque ahí adentro los históricos sectarios del socialismo son los más amplios. La UCR se desvanece. El PRO retoma el control territorial de capital, algo debilitado hace unos meses, pero a costa de renunciar a construir una alternativa nacional. El peronismo federal se amontona para pedir disculpas antes de autoextinguirse, las alianzas provinciales están aceitadas (Bonfatti, Ríos, Colombi, Sapag, Zamora, en ese orden) y las cámaras legislativas no rompen las pelotas. La cosa, mis amores, marcha.
El presidente del partido justicialista, Daniel Scioli, maneja bien el distrito bonaerense, no está todo roto (todavía). Maneja bien quiere decir que hace todo lo esperable de cuando se lo votó. A mí me parece un espanto, pero bueno, lo hubiera votado también, supongo.
La clave de la gobernabilidad está en las elecciones del año que viene y en provincia de Buenos Aires, es decir, en Scioli. Si sigue avanzando el suicidio, es probable que lo obliguen a Scioli a defenderse y que se resienta el liderazgo que Cristina ejerce en el peronismo nacional. Que afuera no haya nada incentiva estas peleas, claro.
Y en la constelación cultural -clave para la recuperación del kirchnerismo tras la derrota de 2009- hay signos de fatigas, de desánimos, pero, nuevamente, no hay nada afuera. 9 años de gobierno, las cosas, están razonablemente bien. Siempre se podría mejorar, corregir, volver a enamorar. Pero son 9 años y es el transcurrir de una experiencia histórica inédita: ninguna fuerza política logró terminar 3 mandatos constitucionales en democracia, ni el radicalismo con Yrigoyen, Alvear y la segunda presidencia interrumpida de Yrigoyen, ni Perón logró terminar su segundo mandato por el cruento golpe de estado del 55 y Menem terminó dos mandatos. Antes las presidencias eran de 6 años en vez de 4 y el sistema de transporte de datos más rápido era el telégrafo o el restringido teléfono.
Estos son los lineamientos duros de la situación política, económica y cultural.
Se podrán, coyunturalmente, debilitar o reforzar algunos aspectos, claro.
Buen martes para todos.

2 comentarios:

  1. mas o menos dentro de cuantos años vas a dejar de ser tan pelotudo?

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  2. Lucas sos un trotskista infiltrado en el kirchnerismo.

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