viernes, abril 27, 2012

Mejor no hablar de ciertas cosas



El Juntacadáveres es la novela principal de Onetti. Donde el peso del pesimismo cobra espesura ausente, como de otro volúmen, otras comparaciones, radicadas en el óptimo de un escritor: un mundo propio.
¿Cuánto pesa, si es que acaso (desconozco) pesa un tornado?
¿Y cuánto pesa la desgracia?

Pesa 17 entierros, 17 funerales, 17 velorios, 17 duelos, que tienen un único hilo conductor: los mató un accidente de la naturaleza: la desigualdad social.
El Juntacadáveres, naturalmente, no cree en los accidentes, no por lógica, trillada, de thriller, sino por pura matemática contable, contabiliza entonces, a los 17 entierros, 17 funerales, 17 velorios, 17 duelos; 51entierros, 51 funerales, 51 velorios, 51 duelos. Y los hace propios. Va, El Juntacadáveres, acumulando desgracias por el andén. Moviendo las caderas, bailando.
Una mujer atrás de un vidrio empañado.
Mejor no hablar de ciertas cosas.
Un tornado. Un tren.
Dice Ricardo Piglia que toda novela tiene un amor, un crimen o un viaje. Dice algo así. El problema de malcitar es que, por no recurrir a las fuentes, siempre lejanas para el lujo cotidiano de los perezosos, el problema es que podés acertarle con la idea calcada. Mejor malcitar que plagiar. Un amor. Un crimen. Un viaje.
Si dios no fuera un hijo de puta -planteémoslo como dogma, seamos tolerantes (con los dogmáticos)- quedan, rigurosamente, dos hipótesis: o bien dios gestiona pésimamente el mundo y siempre los marginados del capital pagan sus consecuencias o bien, sencillamente, lo que se conoce como "accidente" sea por factores climáticos o fallas humanas, no es, entonces, un accidente. ¿O es que acaso dios es de derecha, los tornados son de derecha, los trenes tienen ideología, los accidentes gozan de clase social? ¿Cómo es posible, que la fría lógica interna de los accidentes, conduzca a asesinar trabajadores, jubilados estatales, marginados del capital?
El culpable es la desigualdad, mayordomo de la historia. El culpable es el mayordomo.
Estos crímenes tienen culpable. El pudor -esa prensa oficialista de buen gusto- los llama "accidentes evitables", traducido: la limpieza social, matando pobres, que guía a la naturaleza. ¿Debemos, entonces, cuidar la naturaleza? Por supuesto, sobre todo si uno queda de este lado del andén, del lado en que un tornado no te mata (El Juntacadáveres estaba durmiendo, tras largas noches de joda, en su habitación de la República de Palermo, donde mueren los poetas y en días de lluvia, es tal el grado de histeria que nadie se atreve, por pudor, a decir que el agua vale más que el oro)
Saltando. Los charcos.
Los accidentes, los fenómenos naturales, las tragedias, ocurren. En las sociedades desiguales, matan a los pobres, que son muchos, entonces, hay muchos muertos. En las sociedades más cercanas al noble ideal de la igualdad, hay pocos muertos, por accidentes de la naturaleza o fallas humanas. Un tren chocó contra otro en Holanda, no hubo muertos. Un tren chocó contra el andén en Buenos Aires, estación de Once, donde conviven los trabajadores de tres generaciones sin trabajo, los trabajadores inmigrantes de tres siglos de desarraigo, los trabajadores asiáticos, los trabajadores del país hermano El Conurbano, y algún que otro rubio perdido en una excursión a los indios ranqueles: 51 muertos.
El Juntacadáveres recuerda números, no almas, que no habita: las almas muertas le resultan lejanas.





¿Qué quieres tu de mí? dice, en alguna parte de su obra literaria y musical, Nicole Newman. La rubia bonita que temía, naturalmente de manera falsa, a la soledad. Perdóname si sufres, no quise lastimarte, no era mi intención, y ahora te digo adiós. Amigovios, de Nicole Newman, retrata la violencia simbólica de la desigualdad social. Probablemente no haya sido ésa la intención de la cantante, aunque no hay datos que aseguren, tampoco, lo contrario. Aislemos el eventual compromiso intelectual con la causa socialista de Newman, la desigualdad social pide disculpas en los pasillos atiborrados de hospitales públicos, te atenderán, ciertamente para la mierda, pero de manera gratuita. En la Bolivia de Evo Morales eso no se consigue. La desigualdad social te dice: no quise lastimarte, te lo dice en cada vidriera de ofertas. Vos podés comprarlo, incluso, te dejamos entrar con esa ropa. Y si venís a comprarlo, de regalo, te dejamos pasar la baño. Oh, no tenés plata. Bueno, no era mi intención ofenderte. Y ahora te digo adiós. Que están por llegar los clientes.
El Juntacadáveres robó en un supermercado de Rosario un queso inútil, en esas excursiones estudiantiles, junto a otros amigos de entonces, perdidos ahora, cada cual en lo suyo. Pero había, en la mesa de saldos, CDs de Nicole Newman, con una sola canción, pero dos versiones. A un pesito. Cada compacto. Recuerdos imborrables de la argentina recesiva y corrosiva.
Es rigurosamente cierto que para que se te caiga el techo en un tornado o para morir en un tren accidentado, hay que tener techo -como muchos, millones de almas, volvieron a tener en los últimos años- y hay que tener a algún lugar adónde ir, por monedas, pocas. Por ejemplo ir al trabajo. En la argentina progresista del año 2000, eso no pasaba. En la argentina peronista de la década dle noventa, tampoco. Rigurosamente cierto. Pero, convengamos, tan cierto como que, a los desechos humanos que molestan pidiendo monedas en la puerta de la iglesia (¿y si dios fuera, nomás, un hijo de puta?) no se les cayó el techo por carecerlo, ni murieron camino al trabajo, por carecerlo. Lógica fría. Inapelable. Perdóname si sufres.
Una aproximación, fuera de la lógica cerrada: ¿no habrán preferido, los desechos humanos, morir bajo el tornado a cambio de algunas noches bajo el calor simple de un techo?   La desigualdad es cruel, te lleva a estos interrogantes difíciles, lacerantes para cualquier ideología, cualquier religión, cualquier tratado económico o jurídico. No así para El Juntacadáveres, que aveces, incluso, les da unas monedas. Sólo para demostrarse que dios, efectivamente, es un hijo de puta.
Vamos las palmas, El Juntacadáveres, sube el volúmen, Nicole Newman, a fondo, gritándole a los parlantes. Para espiar la vecina del balcón, que sale a fumar, abrigada entre sus tetas.

1 comentario:

  1. Es una combinación peligrosa la de Onetti y tu pobre vecina. Si seguís obsesionándote la cosa termina como con Enriqueta Martí.

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