Pasado y Presente

 Me acabo de levantar, vuelvo a leer la nota de Horacio Verbitsky. Me cuesta leerla. Me emociona, también, Gabriel Mariotto. Algo muy grave nos pasa como sociedad. Pero algo más grave aún le pasa a lo que antes se llamaba "el activo político" y a los periodistas, de distintas tendencias políticas, que aceptan, aceptamos, la deshumanización, la tortura, la continuidad filosófica del terrorismo de estado en las zonas oscura de la democracia, entre los marginales. 
Estas son las condiciones de detención, gracias al kirchnerista Scioli, pero a mí me consta que son iguales o peores en Rosario donde gobierno el socialista Bonfatti o en Entre Ríos, especialmente desde la salida del saltimbanqui Busti (aunque una diputada duhaldista, Rosario Romero, fue la encargada en una conferencia de prensa dentro de la comisaría del asesinato en Paraná de decir, a minutos del asesinato, que un detenido sin proceso se había autoasesinado) y la llegada de su ministro del área Urribarri, otro kirchnerista, que puso al frente de la custodia de los derechos humanos a una dirigente de la UCEDE, menemista escrupulosa que aún no cambió de cassette.
Las violaciones gravísimas a los derechos humanos que son exclusividad del presidente de la partido justicialista y gobernador de la provincia de Buenos Aires, pero también son denunciadas por su vicegobernador, llegaron y continúan por una enorme responsabilidad del gobierno nacional, que creó un ministerio de seguridad para ricos, sólo con injerencia en Recoleta y Lugano, dos barrios con servicios subsidiados y dentro de la ciudad-puerto donde se concentra la riqueza. Cuando se trata de hijos de albañiles, ni siquiera opinan.
Esto no agota el análisis político, la presidenta ha anunciado el traspaso de ciertas áreas de vigilancia a los ricos a la intendencia que debería cobrarles impuestos. Pero es urgente la intervención del estado nacional, de su secretaría de derechos humanos, de su ministerio del interior y de obras públicas y de salud y de justicia, en el entramado delictivo, cruel, degradante, violatorio de los derechos humanos, que es el sistema penal en toda la argentina, que lamentablemente es un poco más que el barrio de Recoleta.
Estoy enojado.
Me siento impotente.
Todos los discursos de las mejores tradiciones políticas se estallan acá, acá mismo. Soy parte de un mundo de ideas que contiene la sensibilidad, el talento, por ejemplo,  el de Verbitsky, talento y valentía del mejor periodista de argentina, pero también soy parte de esa impotencia por no poder desmontar un drama humano, con culpables concretos, con culpables penales, civiles y políticos, y la impotencia por sentirme incapacitado para conmover a unos cuantos pelotudos que desde sus escritorios tienen el olvido fácil, la hipocresía lenta, el cinismo para dormir tranquilos. Esos mismos que se sacan fotos decorativas con los organismos de derechos humanos mientras están asesinando jóvenes pobres en las cárceles bajo sus custodias.