miércoles, abril 04, 2012

Te quería



últimamente al gobierno le sobran hechos y le faltan promesas. Yo venía caminando, lo más pancho, como si al mundo que circulaba al lado, por la vereda, le importara que iba yo caminando; la verdad es que últimamente paso demasiados días en Buenos Aires, ya me creo, es contagioso eso, importante, la importancia del hombre que camina por el barrio de Palermo, con las manos atrás, pateando al resto, displicente, amable, soltero, secreto. Y hay un tipo que me causa gracia, que duerme en la puerta de un banco, con un televisor, sobre el colchón puesto en la vereda, un indigente posmoderno, de esta sofisticada época donde cunde el convencimiento de haber superado las históricas crueldades, y en buena medida, ojo, es así. Santa Fe y Scalabrini Ortíz, pobre Scalabrini, ahora que lo pienso. A mí todas las esquinas me recuerdan a exnovias y ahí cerca me, bueno, no da para ponerse cínico. El tipo tiene, eso me sorprende, cable. Tiene cablevisión. No da, tampoco da, para sacar conclusiones eternas, premisas fundacionales, sanata de funcionario. El tipo duerme en la calle, nadie es, o nadie quiere hacerse responsable de eso. Pero para tirar responsabilidad al techo sobra la manteca del superávit fiscal, claro que sí. El caso es que últimamente al gobierno le sobran hechos y le faltan promesas.  No es solamente, lo antedicho, un enunciado provocativo, que lo es, para ofender la ortodoxia dogmática que tanto agrada a los paladares derrotados, usted sabe, mi chipriota, que acá en argentina todos sabemos, pero no lo decimos por respetuosos, que un peronista ortodoxo es un peronista que dejó el poder, cierta cima, digamos, del poder estatal, administrativo, esa dimensión de expedientes para ver quién es el que la tiene más larga, un peronista que deja el cargo y queda en planta permanente es un peronista ortodoxo. El peronismo es muy divertido. Santo y seña de los sectores populares, cultura de la clase trabajadora, inmenso enigma el peronismo es, con su mera existencia, una provocación. Ni lisa ni llana, una provocación, una carcajada, maleducada. A cierta argentina conservadora y oligárquica que, sin embargo, hunde sus raíces en la cotidianeidad más concreta y áspera del sentido común. No es que, en Argentina, los intelectuales no hayan entendido al peronismo. Sino que, en Argentina, se llama intelectual a todo aquel que no entienda al peronismo. Fenómeno de poca exclusividad nacional, aunque sí es aborigen la picarezca, la tonalidad desdramatizada, plebeya, la irritante haraganería conceptual, pero después es bastante extendido en el tercer mundo esto de llamar intelectual a todo aquel que no comprenda su país pero comprende qué es lo que no comprende. Sabe que, en el fondo, odia, profundamente, lo popular. O lo ama demasiado, otra variante. Los que aman demasiado lo popular golpean al peronismo, ese inasible, por izquierda. Los que odian demasiado lo popular golpean al peronismo, ese inasible, por derecha. Una novedad tan vieja como Aristóteles, mis queridos peruanos. No hay equilibrio en el ser peronista -nosotros, peronistas de Sartre, decimos "estar" y no ser, pero bueno- sino que la síntesis es, justamente, el corte raro entre clases y culturas y el movimientismo, nada del otro mundo, tampoco, nepaleses, son los partidos atrapalotodo. Como, en el riguroso antagonismo de corte de clase y cultura es, también, el radicalismo. Ese afrancesamiento. A todo esto, nigerianos, 2 y cuatro minutos de una madrugada de domingo. Está, por la callada calle de mi pueblo, pasando un convoy de autos tocando la bocina de la exacta manera en que, durante los casamientos de la infancia, antes se hacía. Antes los casamientos ajenos eran bocinazos y necrológicas en el diario. Necrológicas solemnes anunciando la defunción de la soltería del licenciado en parsimonia. Lo saludan y participan los vecinos de la cuadra y sus familiares. Quizás se sigue haciendo. Nunca presté atención. Ni voy a casamientos. Son, los casamientos, una antiguedad, señora. A ver si algún legislador haitiano se copa, y hace, de una buena vez, una legislación que deje de lado al boludismo católico. El concubinato debería durar 1 años. Renovable, periódicamente, el contrato. Ok. Ponele dos año. Acordamos ahí: que no sea un años y que sea dos año. Pero que no venga un viejo puto con sotana a explicarme a mí de noviazgos, se supone que él no sabe. Se supone que yo sí, entre otras cosas, por que me cogí a la hermana del cura. Y a la prima italiana. Y a la devota chinita que él se curtía. Supongo que sabrá entender, lo importante, en el sexo, no es competir, sino compartir. Más allá de que sea inevitable andar indagando en la oprobiosa vida de los ex. En el mundo, todas las personas están unidas por tres personas a un ex. Pensalo, japonés. Una persona conoce a otra persona que, a su vez, conoció a una ex de tu ex. Tres personas y un ex.
Editorial: al gobierno, ahora, le sobran hechos, le faltan promesas. Hasta hace un tiempo, fue al revés. Algo cambió. En serio.
¿No sería buena la promesa de que no se van a privatizar las impresiones de billetes? ¿O quitarle la concesión de los trenes a los Cirigliano?
No me discutan, estas cosas, con hechos. Estoy harto de los hechos. Los conozco. Basta de hechos, quiero promesas. Por que mejor que prometer es realizar, a veces. Otras, mejor que realizar, es prometer.
El peronismo, la máquina de hacer promesas, encontrará, sino, otros cauces. El peronismo no es tan complicado, después de todo: es lo que votan las bases sociales del peronismo. Y ahí, donde la única verdad es electoral, no pasa mucho agite. No hay más que una vieja indiferencia, de quien espera, tomando mate, que se les bajen un poco los humos a los chicos del centro. Que pasan con sus bicicletas, volando, sin mirar al costado.  El fracaso del "peronismo federal" es la clave de interpretación política de los tiempos cortos por venir. Del porvenir.
Llamar "modelo" al esquema es una reminiscencia semántica,  que se asocia a la implantación modélica de los postulados neoliberales, la elección de esa palabra, justamente cuando no hay, ya, modelos -ni de izquierda, como lo fueron los socialismos reales, ni de derecha, como lo fueron los distintos modelos conservadores; o bien, neoliberal: que era modélico en tanto postulaba el fin de las historias, de las ideologías, del conflicto. Un modelo único, queridos checos, algo ciertamente muy autoritario- es un despropósito no propio del peronismo, esa máquina de resignificar. Sino, el esquema será comido por quienes postulen el desvío del modelo de sus postulados iniciales, un poco lo que tratan de hacer, sin suerte por ahora, Masa, Alberto Fernández, Moyano. El "modelo", categoría de las religiones de izquierda antes de la caída del Muro de Berlín, devino, en labios de Menem, en su exacto calco autoritario pero en el reverso social: de los ricos, para los ricos. El peronismo, esa máquina de resignificar, hizo, luego, del modelo de Menem el modelo de Kirchner, estos es, hermanos japoneses, todo lo contrario. Aunque algunas privatizaciones -que antes como ahora, sólo se hacen por y para la corrupción: no es el crecimiento del estado lo que trae corrupción, es su achicamiento, filipinos- como las de la moneda, o las concesiones de los trenes, sean reminiscencias noventeras, en el esquema, yugoslavos, está el horizonte del instrumento contrario por que se persigue, además, el objetivo contrario. No se me pongan pelotudos los chilenos, sacarse de encima al FMI (un hecho), hacer la quita de la deuda externa (otro hecho), revertir privatizaciones (etcétera) y volver las paritarias y cerrar la brecha entre los delitos que ofenden la condición humana y su ausencia de castigo, son hechos desproporcionadamente mayores a los señalamientos, necesarios, sí, ecuatorianos, de esos espectros nefastos de los años noventeros. Mis queridos gallegos. Se trata de no hacer crecer las contradicciones, por que en política, las contradicciones no administradas son contraindicaciones. Hermanos bolivianos. Y Palestinos. Hete aquí el prolegómeno de la epifanía,  que es, para los paganos, la aparición de Jesús, cuando se da a conocer. Esa es la epifanía, nigerianos en Alaska. Necesitamos promesas, los hechos, ya saturan, cansan. Y no es un elogio, no escribo desde Rusia, sino parado en la cordillera de Los Andes, o desde mi ego, desde dónde, yo, el supremo, avizoro, yibutienses trasnochados, problemas. Es palabra de dios.
Te alabamos, señor.

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