jueves, junio 28, 2012

El fabulador




Empieza bien, termina mal. La historia de casi todos mis proyectos, menos este blog. Pero, también, la historia del género Fábula, hoy caído en desgracia. Por que es un adjetivo descalificante -quién lo hubiera dicho, para el polaco Ignacy Krasicki, o para Lessing, el escritor más importante, en Alemania, de la ilustración, pero ¿por qué, solamente, en Alemania? capaz en la ilustración a secas- ser llamado Fabulador. Inmerecido mandoble para los fabuladores.
Una hipótesis (probablemente boluda y tirada de los pelos, como suelen ser mis hipótesis): la fábula vive en el nuevo tango que se escribe, de los años noventa para acá. Daniel Melingo. El poeta. Le queda chico. Mejor decir que recuperado un género, de las profundidades de la historia, el de la fábula.
Quien esto escribe reconoce, desde las cumbres de su ego, cuando alguien no imposta la calle. La vida. Le otorga, en la intimidad, la carcajada íntima del desconsuelo devastador. Y encuentra, como en tercera persona, una conexión cifrada con los escritores que poblaron parte de  su infancia, parientes contemplativos del cristianismo obligatorio de los niños de antes.





 Melingo no se amilana ante géneros olvidados. Y comenzó su recuperación, la recuperación política y cultural, de las letras del tango y la desiderata del tango antes de esta moda pueril, un poco vagayera; aunque el antismo literario es una boludez atómica, Melingo es al tango la desiderata a la literatura. Por que el tango no se canta, al tango se lo dice, canta, je, Cacho Castaña, en homenaje a Goyeneche. La Desiderata es un poema, publicado póstumamente, por esas grandes editoras, las viudas chismosas. Perteneció a Max Ehrmann y es un artefacto que busca la felicidad. Desde una perspectiva muy religiosa.
Del decir, con c, al desir, con s, Melingo es la Desiderata, porteña y popular. Aunque su despliegue por los andariveles lo hacen nacional y regional. La calle es un largo caminar por los mismos lugares ya transitados. Descubre. Desarma.
El conector, elemento literario imprescindible, que agiliza la práctica de ese otro género literario hoy en crisis, el periodismo; funciona con eficacia cuando se pone el corazón sobre la mesa.
El colegio católico, sus enseñanzas perversas, los días lindos de la infancia, ese momento de equilibrio perfecto entre dudas y certezas, las misas, el barrio, la iglesia, la cancha de fútbol detrás de la iglesias, esas veredas, grises, los años primeros de la democracia.
Enfermo, tirado en la última habitación de una casa que cuando vuelvo me parece, cada vez más chica, y eso que está, cada vez más vacía, del segundo piso con vista a la luna, leía, en tapas duras, las fábulas Iriarte,  La Fontaine, Roman de Renart, Samaniego, Esopo. Gracias por tanto al asma.


Después cayó en desgracia. La consideraron muerta. Pobre, apenas, estaba escondida. O replegada. O asustada. El mundo había caído en un cinismo refrescante.
La recupera, a la Fábula, Ambrose Bierce. La saca de una clínica de rehabilitación. La pone de novia con la sátira. Son pocos los periodistas que trascienden la historia. Pero todos los grandes escritores, Bierce fue uno de ellos, pasaron por el periodismo. No hay que hacer mucha murga por que no vale la pena, la mayoría de los periodistas son unos boludos sobrevalorados. Pero hay que notar, en la vida que importa de los escritores (el recorrido de su escritura) como la marca del periodismo es la marca del escepticismo. Un escritor apasionado prefiere quedarse en su casa a escribir que hacer cualquiera de las fascinantes historias que narra. Un periodista, no puede. Por suerte, los buenos escritores, no suelen vender muchos libros. Ni escribirlos. Hay excepciones, como en todo. Pero la regla se aplica para que, en el desagradable mundo del tener que trabajar, los escritores, escojan, si pueden, y cojan, si pueden, al periodismo. Es una salida. Laboral. Y de la casa. Sino vivirían encerrados. Martillándose los huevos. Bierce fue amigo y admirador de  Mark Twain y eso explica todo. Ja. Como en una fábula. Género al que Bierce le condimenta la sátira. Y la crónica. Bierce -otroa hipótesis y van- es nuestro Castelnuovo. Elías Castelnuovo, si yo pudiera viajar a la Argentina de un siglo atrás, sería el escritor que querría conocer. En Boedo, patria chiquita, dentro de la otra patria, más grande, la del puerto.



5 comentarios:

  1. simplemente hermoso texto hermosa musica, gracias..y genial la diferencia entre el escritor y el periodista..segui escribiendo siempre Lucas, te necesitamos

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  2. Lucas Todo esto lo inventa Poe, siempre Poe. Su hijo legítimo es Bierce que lo sigue y continua. El tercero es Walsh, que traduce y da a conocer a Bierce al habla hispana.
    Los tres son periodistas para zafar, los putean y son repudiados. Los tres son escritores de policiales de enigma, donde el vicio y el militarismo se cruzan con el enigma que hay que develar. Siempre hay un criptograma, una cifra oculta a ser develada en sus oficios y el tema de las mujeres...
    La vida amorosa de esta desinencia, es tan rica en matices como la literaria, que decir de esos grandes amores poco resueltos. Y de ahí a sus muertes hay un tranco de pollo que mejor no hablo porque el cuarto puede ser Ud.

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