jueves, julio 26, 2012

Esos raros nombres nuevos



En cierto sentido, que el Escriba se haya decidido renombrar así, tiene un sentido. Los padres decidieron ponerle de apellido Tereschuk. Tiene su encanto, la situación. Lo de Mendieta ya es más comprensible, tendrá de apellido Vitali pero se llama Abelardo. De todos modos, el nombre, sus significados, no los elige uno. Del todo. Lo eligen los padres. Y, diría Sartre, siempre podemos hacer algo con nosotros. Con lo que han hecho de nosotros. En cierto modo, sin plena conciencia, la vida de los nombres se cargaba de significados por la acción del portador. Olvidando, de camino, el escudo familiar, un lugar con montes y cerros, algún oficio cosas insulsas que dieron, sin embargo, de comer a los nombres.
En la era digital, su cosmovisión, disloca esa triple pertenencia del nombre: su idioma y sus reminiscencias, el oficio al que remitía y la acción de su portador. Debilitando esos orígenes que ya venían debilitados en la modernidad plena. Los desplaza, los carga de nuevos significantes y les borra la identidad dura dándole otra velocidad. Es la modernidad tardía. Los fakes son, apenas, imitaciones, en el sentido más vulgar del término: la repetición constante de un rasgo exagerado. La reiteración del mismo, infinito, chiste. Con sus mil variantes. Hasta que canse.
Un nombre, completo, remite, a una familia. Un nombre virtual -Lacan decía que los adolescente se "apodan" para renombrarse de los padres- se renombra frente a un mundo. En el caso del Escriba y Mendieta frente al mundo laboral. Lo que remite, necesariamente, al mundo familiar. El viejo mundo no separaba familia de trabajo. Éste, tampoco. Contra la farsa propalada de que "les pagan para hacer esos blogs" (una manera, sutil, de no darse cuenta que la crítica critica más al criticado, que está diciendo, si me lo pagaran yo también podría hacer algo bueno) es justamente para resguardar su fuente laboral, cuando un periodista, como Escriba o Mendieta, entonces siendo funcionario, no podía ser kirchnerista. No podía tener libertad de criterios como no puede ahora. Como no puede, tampoco, el lector. Ahora que los mozos, que tienen a Barrionuevo en su sindicato, nos explican ética a los periodistas. Nada más falso, lo sabía Raymond Chandler, que un mozo. Pero nos explican ética. O los diputados, rehenes de su bloque (cosa respetable, a mi criterio) que sacan tapitas de diarios para mostrarse ético. Como si. Todo muy como si. Bienvenidos a la era digital de la modernidad tardía. Los buenos diputados son fakes de los intereses a que responden. Pero impelidos a la distancia ética. Que por supuesto es puro chamuyo.
El rastreo de las identidades, su fugacidad, remite, necesariamente, a la noción de velocidad. No tanto de espacialidad, dado que ésta se redefine. Ya es tonto burlarse del mundo real y el mundo virtual. No hay más mundo real. No hay más mundo virtual. Uno ya no puede elegir. Bah, podés creer que elegís. Un nombre. Con el que no podés ir por las autopistas financieras. Ahí los bancos, que son todos más o menos estatales y por eso su lentitud para adaptarse a la nueva plusvalía (ok, son los ganadores, en Alemania, donde gobierna la derecha y en Argentina, donde gobierna la izquierda marxista a la economía, pero ganan por coerción estatal, no por adaptación del capital a la destrucción de las viejas formas. Ya lo harán). Ahí vale el nombre de la identidad plena. Cada vez, sí, más facilitado. Menos burocrático. Si es que no sos pobre. No hay nada más costoso que cumplir los requisitos del pobre. Ahora que son objeto de ciencia. Ratas de laboratorio.
  La identidad, ese viejo asunto, sigue vigente. Hay psicólogos para perros -los ricos siguen siendo tan tilingos como siempre- pero no para identidades virtuales.
Todavía.   

3 comentarios:

  1. En realidad me llamo Jorge Altamira, ja.
    Un abrazo !

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  2. Mendieta es el perro filósfo de Inodoro Pereyra.

    Abelardo era medieval. Se fli´p{o a una alumna, Eloisa, y los primos le cortaron las pelotas

    (textual, no es una figura literaria)

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