sábado, julio 14, 2012

La verdad y las formas estilísticas

 Corazones amargados. Panfletitos. Cosas de otra era geológica. Palabras sueltas. Mal, hilvanadas, sobre todo en los por qué, y con las comas. Porqué qué. Ese asunto de las comas. Influencias de tumultos y ruidos. Terminales de colectivos que ya pasaron. Días soleados por la ventana cerrada, días de silencio, entonces. La magia de la literatura. Cursilerías. Y comas. Mal puestas. Buenas noches, putitos. ¿Qué secreto esconde la adicción por registrar el paso de las cosas, escribirlas, apilarlas, adjetivarlas, ponerle, tantas pero tantas, comas?
Cuando la crítica de las formas, nótese que hasta acá y deliberadamente no está claro de qué estoy hablando, se transforma en la crítica del fondo es que hay un problema en crítico y criticado. No importa la materia de qué trate, no está, ni de cerca ni de lejos ni desde ninguna perspectiva, superado el debate sobre forma y fondo. Se traslada, se transfiere, se proyecta, muta (formas) o crea nuevas escuelas de su crítica (fondo). O cambia el enfoque (forma) o cambia, directamente, la materia (fondo). Pero persisten, como conflicto. Forma y fondo. De las titánicas tareas que alguien debería hacer, yo, por supuesto, soy demasiado vago para cualquier emprendimiento en serio y, además, no me da el cuero, una cosa pendiente, creo que está pendiente, capaz existe, es una historia de la forma y el fondo. Sus recorridos, sus conflictos, sus ambiciones. Pero el saber está muy parcializado hoy, eso es bueno, pero también, claro, tiene estas cosas. Bah, no, sin el saber parcializado sería imposible, siquiera, historizar ese costado lateral de tantas disciplinas. 
¿Sabían que a cualquier computadora -suelo tener una nueva cada tres meses, pues la anterior dejó de servirme, se me rompió o murió de paro cardiorespiratorio, como dicen los forenses cuando quieren disimular la causa de una muerte o cuando no la saben o cuando el muerto es indigente con lo cual ni se preocupan en saber por qué murió pero está muerto y eso es en todo caso lo importante- que esté en mis manos durante un mes se le borran las letras del teclado, por que escribo mucho, las cago a palo, como tocando el piano? No salen, hoy, tanta plata.Y yo con que tenga word e internet me arreglo. Y como además, nunca me compro nada, qué se yo. Vivo de acuerdo a mis posibilidades, que son más bien modestas, pero no puedo renunciar a escribir. Puedo renunciar a muchas cosas -no a todas- pero no a escribir. La tecla Esc se llena de cenizas de cigarrillo. Las flechitas para direccionar suelen tener migas o algún líquido ya seco. Las letras, se borronean, las conozco, en el fondo, de memoria. Pero vaya a saber en qué estado escribo. Tecleo. Con dos dedos, mirando al teclado, por costumbre. Yo di, dactilografía. Y en tercer año de la secundaria, colegio Nacional 2, transferido a la provincia de Entre Ríos, que adquirió, entonces, el nombre del pintor Cesáreo Bernaldo de Quirós y se mudó de edificio y yo me cambié de escuela y ese año empecé en radio y en el viejo diario Hora Cero (donde entregaba mis columnas literarias escritas en máquina de escribir), entonces de línea lanatista -del Lanata de Página 12- y ahora es el UNO y la radio, que era de un sindicalista de la época (me echaron por antimenemista) que estaba en la peatonal, cambió de dueño, dejó de ser tan escuchada, se mudó a un barrio entonces periférico, perdió antena, cosas así y hoy sigue, con otro nombre, audiencia pequeña ahora, segmentada y barrial. Y yo pasé por varios medios y distintos oficios y estuve desocupado y escribí libros y leí muchos otros y mejores y fui y vine de lugares y ahora, acá, así, nada más. Iba a que en tercer año de la secundaria dábamos computación. Retomo. En un instituto privado. Menem y Busti habían implementado Computación como materia. Pero no habían mandado a ninguna escuela computadoras. Entonces, desde el colegio público nos llevaban a un instituto privado de enseñanza de PC. Sobre calle 25 de mayo. Una cuadra y media, poco más. Caminábamos, como cada curso, de cada año, de toda la escuela. La escuela estaba en Urquiza y Ferré. Nos cobraban un cachet por usar el instituto privado, cuyo dueño venía ser el profesor de computación. Uno de los alumnos, además presidente del centro de estudiantes, se quejó de esa privatización. Era muy guasa, pero el clima, miedoso al futuro que se compraba en las clases propietarias en cuotas, el clima reinante, propiciaba esas cosas. Entonces, la anularon, por la queja del pibe, pelo largo, rubio, barba, toda la escuela iba ahí. Al alumno quisieron reprobarle, luego, computación. Como venganza. Computación, se daba en pizarrones entonces. Y todos los padres y los chicos de la escuela fueron notificados que era culpa de ese alumno. Lo recuerdo, con cariño y a la distancia, porque ese alumno, era yo.

 

3 comentarios:

  1. ¿Pensás que la moqueaste, entonces?

    Si no, no entendí la nota.

    Cambiando de tema, ayer escuché a gente de San Isidro cantar en lo de Iúdica más Zambas y Chacareras que los tucumanos y santiagueños. Y me acordé de tu noción del "campo". Y de los que te reputearon por eso aquí en tu blog. Y me re cagué de risa.

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  2. Como el teclado de un piano...

    La forma es la flor.
    Esa misma flor con su polen-gineceo, provoca la síntesis de la semilla que lleva su embrión. La realidad es nuestro embrión, el fondo.
    Abrazo!
    julio.

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  3. Más que mucho gusto me da leerte.

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