martes, agosto 21, 2012

La Tarjeta SUBE

Aunque son más rápidos y libres los capitales, uno de los secretos de Europa y su integración estuvo en el transporte, en el tren. En Buenos Aires, donde vengo a trabajar en la radio, sobre la avenida Santa Fe, en el límite donde la lechuga es un colchón de hojas verdes, la soda trucha es agua finamente gasificada, el pan semicrudo es panini y Majul un analista político, varios kioscos muestran, con carteles pintados en fibrón, su aclaración de que no cargan la tarjeta sube. Exactamente a la inversa que en Constitución, donde tengo otro trabajo. No se puede vivir del amor ni de los empresarios de medios K, mi amor. En Constitución, además, venden, para llevar la tarjeta SUBE, unos portatarjetas -qué mal suena este nombre- con la cara de Néstor y Cristina. Los exhiben en vidriera. El estado argentino puede hacer ésto, sin consecionarios truchos, en tiempos relativamente cortos. Por supuesto, todos los errores de implementación, que habrá. Seguramente. Pero éste es un estado que no podía hacer un censo. Que no contaba con estadísticas mínimas por ejemplo para implementar la Asignación Universal por Hijo. Los porteños y su cinturón, la Vuelta de Obligado que le llaman Conurbano, donde viven los formoseños que no pueden llamarse tobas -eso te lo aceptan allá en Formosa, acá les chupa un huevo: con Macri o el progresismo en la intendencia de la Provincia del Puerto, como si los tobas fueran pobres (y evangélicos) solo por gracia divina, por equivocarse de dioses, y no por tener que pagar el subte a los porteños-están acostumbrados a la plata de los chaqueños y jujeños, a un estado, con plata, relativamente eficiente. Pero que no existía. Como estado. Era y es una ficción, lo demuestra el caso de los subtes. Y esos lujos de tener un iletrado medio estúpido como Mauricio Macri de intendente. Que cuando se le ocurra venir de vacaciones a Buenos Aires se va a encontrar que Antonia ya le dice papá al Cuervo Larroque. Lo denunciará, por supuesto.
El caso es que la tarjeta SUBE muestra su demanda popular, su arraigo, la discriminación, también, la imposibilidad de construir un país sobre estas desigualdades sociales inmensas. Pero también, frágiles alelíes, la posibilidad cierta de pensar, con el arsenal de herramientas construidas, la integración nacional. Cuando uno se desespera y constata que hasta las herramientas mínimas para construir un estado decente estaban ausentes, por ejemplo, un sistema inteligente de transporte, que aún debe desplegarse nacionalmente y pensarse no como embudo al puerto, cuando uno ve los esfuerzos en esa orientación, mamita. Lo que falta. Ok. Lo que restaba. Lo que no había.
Sobre esas herramientas, informatizadas, que buscan construir un sistema donde imperaba el caos, se puede pensar más estratégicamente la construcción de una nación.
No es menor que sea el estado nacional, perdón, el estado nacional es un cuento, lo que existe, bah, lo que se está construyendo es un gobierno nacional, el único actor dinámico pensando en estas cosas tan difíciles -maricones almas mías, no recuerdo un gobierno, excepto el de Menem con su política privatizadora, de derecha, o sea, excluyente, que siquiera pensara el traslado, el transporte, asunto de vital importancia para la vida de los que habitan este país- mientras que sus principales contendientes de cara a la sucesión están en ese cinturón embudo de la Vuelta de Obligado: el iletrado, vago y mercachifle de Macri, Pimpinela de pagador de sueldos (no incluye aguinaldo) en la provincia de Buenos Aires y también en la rica pampa húmeda el único cuadro sofisticado que tiene la derecha nativa: De La Sota.
La recuperación de Aerolíneas, la construcción de rutas, autopistas (Rosario-Córdoba, por ejemplo, una autopista fundamental para desarrollar la inmensa cantidad de pueblos que la rodean con un gran potencial agroindustrial), la implementación del fondo federal de la soja, los subsidios al transporte, que empezaron a llegar a las intendencias grandes del país, por primera vez, creo, en su historia. En Paraná, por ejemplo, hay 30 millones. Igual, el servicio de colectivos aumentó para sostener los salarios y la familias de lumpenburguesariado que pagan las campañas electorales de todos los candidatos. La sociedad no demanda, en fino, por ejemplo, que en la Pampa Húmeda se cobren impuestos. Urribarri, en Entre Ríos, lo hizo y no tuvo ningún problema financiero. De La Sota tiene que ajustar, como predica su credo neoliberal, por los que menos tienen. Para seguir sosteniendo ese modelo idiota e inviable de pedir al gobierno nacional lo que no recauda. Scioli tuvo que ponerse a trabajar de verdad casi durante dos días consecutivos. Días hábiles. La palabra y la firma de Macri, quedó demostrado, no valen un carajo. Aumentó las tasas para sostener su campaña a presidente del neofascismo argentino, muy de moda en Europa. Si no fuese un malcriado y terminase la escuela secundaria Macri tendría algún futuro político. Éste es el cuadro, mis amores de overol, de situación. La tarjeta SUBE, con sus pequeñeces, que abundarán, previsibles, hasta que se termine de instrumentar definitivamente y hacen a la rutina gris de la gestión, funciona. Y sienta un precedente. Que aumenta y afina las demandas populares. De un gobierno que por lo menos no le hace asco a esas demandas, redobla la apuesta y en algunas áreas se da cuenta, a tiempo, qué no funciona y corrige. O inventa. Crea instrumentos estatales.
Los quiero a todos, putitos.



2 comentarios:

  1. Lo tratas mal a Mauri.......no se como no puso un 0800 para recibir denuncias de tus maltratos

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