Todos los amaneceres del mundo

Blogs, redes sociales, Literatura multimedial, géneros en construcción
A cargo de Lucas Carrasco

La virtualidad llegó para instalarse y para romper barreras. ¿Existe algo más democrático, que el lugar vitual? Internet nos iguala, desdibuja diferencias, autoridades, diluye y  recrea géneros.
Los blogs, han generado una escritura intermedia entre el periodismo y  la literatura personal.  Han mutado la autoridad periodística, han discutido criterios de validación.Los textos son participados. El autor se completa con el comentarista, se ve interpelado, enjuiciado o alabado como nunca antes. La información  va en tiempo real, se registra ahí donde está pasando, se discute, se reelabora como en un  reality show en el que los textos son protagonistas y audiencia.Las redes sociales aportan mayor vertiginosidad. Todos somos periodistas, generamos información, la corregimos, y desdibujamos el ya desdibujado rol de la prensa en papel, fuertemente herida por cuestiones económicas, y cuestionada en su autoridad  histórica por esta horizontalización que todo lo discute
Este taller tiene como objetivos analizar y discutir estas nuevas formas de escritura, si constituye un nuevo género literario, retomando las viejas discusiones de los años 60 y 70, tratando de problematizar su pertinencia en la  actualidad.Desarrollar con los participantes las posibilidades expresivas de la virtualidad, que conozcan los elementos básicos, los recursos técnicos y las posibilidades múltiples que ofrece este espacio. 

Hoy estoy contento. Voy a empezar este taller, ésa es la difusión institucional, que no pone nada sobre mí, por las dudas, vivo entre los terrenos minados de ser un buen tipo y un glorioso hijo de puta. Y me fueron cercando. Me fueron floreando. La danza pueril de los empresarios. De los policías. De los moralistas. De los contratistas. Ese sistema de prestigios donde me cago de hambre. Y un montón de gente me aprecia, con sinceridad humilde, esos amores tiernos que te perdonan los pecados, los vicios, las locuras, con una hospitalidad que suele, además, hacer huequitos en la historia. Soy un boludo para el sistema capitalista pero, qué me importa, Donde hay cheques gloriosos que yo nunca cobro. Este taller, de la Facultad de Filosofía y Letras, será pago. Y yo gano una parte. Inmenso problema ante la consuetudinaria burocracia del relato. La de los pueriles de Magnetto y la de los espantapájaros.  Estoy, desde hace un tiempo, contra las cuerdas. Con problemas económicos. Para decirlo, con elegancia. Por mis posiciones políticas. Donde yo trabaje busco que no sea esa infinita truchada del lumpenburguesariado de los distintos relatos puestos a disposición de la gilada. Trato de colar, como por las hendijas, que yo también estoy, como ustedes, más preocupado por pagar el alquiler que por la suerte moral del último pánfilo en su declaración jurada. Como mi bisabuela, que falleció, dándome bombones de menta que escondía bajo la almohada para perdonarme cuando me daban esas penitencias cristianas por no dormir la siesta, como mi abuela, que me daba para la factura en la escuela, a veces, cuando podía, si yo copiaba sin errores las interminables páginas de un libro que los ocho años forjó mi ideología del tesón y la constancia y el esfuerzo, como mi vieja, que ahora, con su prótesis de cádera, tres veces cambiada, va al hospital, a ver, a mi hermano Joaquín, en una larga fila de cientos de heridos en camas tristes de hospital. Ahora, hoy. El mismo hoy donde yo no tengo plata para viajar a Paraná. Aunque un hijo de puta atropelló a mi hermano que está sufriendo ahí. Para seguir esa tradición, tan vieja en mi familia que no siguió ninguno de mis hermanos -lo bien que han hecho, lo bien que antes hice- de la hipocresía de la patria, de la docencia. Del tiempo perdido en discusiones de contrato. Y expedientes. Esa tradición tan noble. De alumnos en mi casa. Visitando. Gente de campo. Ordenanzas pobres que mi abuela traía como albañiles, cosas que te quedan, como marcas. Profundas. Libros de tapas duras. En muebles que quedan chicos. Libros tirados, como lugares donde aferrarse a la vida, por ahí. Entre calzoncillos de adolescentes. Cassettes regrabados. Ilegales.
Me estoy haciendo viejo, mientras llueve, como si nada, en la ventana.
Es otra lluvia más.
Tengo, en el tobillo, una cosa, que me duele, cuando llueve. Lleva mil años ahí. No sé qué más escribir. Nada más.
Bah, supongo que la síntesis es que, no sé qué nebulosa -mentira, los identifico uno a uno y no olvido- no me van a ganar. Aunque me ganen todos los rounds, pienso, forros, vivir mucho. Y seguir eternamente en combate. Aunque siempre pierda.