miércoles, septiembre 12, 2012

Armar quilombo

Por Martín Yeza




Imaginación política y política imaginativa

La política argentina esta sobrepsicoanalizada, tanto, que si ahondara un poco más en esta sentencia entraría en su trampa  y recaería en una contradicción fácilmente (Bruno Bimbi escribió una columna muy interesante en la que se permite ver de un modo bien gráfico este elemento) . En esta línea ancha es que quiero bordear, hay un tema que me parece seriamente subestimado en nuestra vida política cotidiana: La imaginación.

Mucho se habla de la igualdad, la libertad, honestidad y corrupción, lealtad y traición, diálogo y crispación; poco se habla de imaginación y su ausencia.

Vivimos en una sociedad que confunde picardía con imaginación.

La picardía no solamente no es lo mismo que la imaginación sino que es lisa y llanamente su opuesta, la picardía es uno de los elementos más audaces y sofisticados del pensamiento conservador. Es la manera que permite cambiar algo para que nada cambie.

Imaginación política

La imaginación política debe necesariamente estar inscripta dentro de un contorno lógico fundamental: La transformación. Así se entiende entonces, la imaginación es un elemento fundamental para la transformación.

Roberto Mangabeira Unger, ex Ministro “de las ideas” de Lula Da Silva, famoso por ser “El profesor de Obama”, al asumir como en el Ministerio de asuntos estratégicos del Brasil sostiene que la cultura de pensamiento para el desarrollo brasilero padece de una “enorme frontera de la imaginación” que bloquea los ánimos de progreso. Toma como caso testigo el paradigma alrededor de Amazonas(la gran frontera de la imaginación) y advierte “el falso dilema que surge entre humanización o revolución”, dicho en criollo, o se avanza por completo sobre Amazonas o se lo deja como está.

En Argentina si se quiere, nuestra gran frontera de la imaginación son: el campo; creer que somos “la Europa de Sudamérica”; y la brutal convicción de que somos un pueblo elegido por el destino pero demasiado vagos para asumirnos como tales.

a) En el caso del campo es muy gráfico, no somos capaces de imaginamos sin el campo y cuando nos imaginamos con el campo somos presos devotos de su actualidad. Cuan genial sería generar dos modelos económicos paralelos, uno de emergencia y otro para el desarrollo. El de emergencia basado siempre en la ponderación de la base que es el campo y el del desarrollo como un mecanismo que permita una mayor solidez para la prosperidad y la necesidad de no tener que recurrir continuamente al modelo de emergencia. Estamos en emergencia permanente desde hace 30 años.
Jujuy debería ser como Japón, tiene la reserva de litio más importante del mundo, en cambio, esta Milagros Sala proponiendo un modelo político extinto hace 23 años (socialismo armado).
Chubut debería ser energéticamente la Alemania de la Argentina. En Alemania el 45% de la energía que se consume en los ámbitos urbanos es producida por energías alternativas. En Chubut si bien se esta gestando y apostando desde la gobernación anterior por un parque eólico de jerarquía aún hay mucho camino por recorrer. Este desarrollo, si fuera integral permite generar y considerar un esquema de imaginación regional que integre procesos productivos entre provincias.

b) La Europa de Sudamérica ha sido una trampa para el progreso. No solamente no lo somos, sino que es mucho peor, lo sabemos pero no lo decimos ni aceptamos, fundamentalmente porque no esta dicho si debiéramos parecernos a ellos. Pero es una frontera que nos impide pensar una respuesta autóctona y genuina, que no debe ser necesariamente original.

En el caso del voto a los 16 años, en la Europa de Sudamérica descubrimos que a los 18 años solamente el 32,3% de los jóvenes argentinos terminaron la secundaria. Si la educación es el mecanismo para formar ciudadanos lo primero que debemos repensar es si este modelo educativo sirve para lo que se pretendía originalmente o bien se ha producido un desguace que hoy no se modifica por cobardía y nos amparamos en la idea de que “este modelo triunfó en Europa”. Cualquier persona se puede dar cuenta fácilmente que algo esta mal con nuestros mecanismos educativos. La Europa de Sudamérica sería grande si algún día alguien dijera “La Argentina de Europa” sin que se entienda como un elemento despectivo.

c) El pueblo elegido constituye una de las grandes mentiras. No solamente no somos un pueblo elegido sino que además padecemos al menos hoy, una lógica retrógrada que plantea que además existe el antipueblo. Me recuerda a cuando éramos chicos y jugando a la pelota, uno iba perdiendo por goleada y decía “Bueno, ahora vamos a jugar en serio eh” y terminaba perdiendo por goleada.

La imaginación en la política considero, debe ser un elemento fundamental para el desarrollo y el progreso. Creo que la imaginación une, consensúa, genera cooperación, en detrimento de su ausencia. Cuando no hay imaginación lo que sucede en definitiva a es que triunfan las convicciones por prejuicio o intuición.
¿Estarías dispuesto a cambiar de opinión respecto a un tema sobre el que tenías una convicción si hubiera y apareciera un elemento que modifica tu visión de la realidad?
La respuesta, claramente va a ser sí, pero creo que deberíamos preguntárnoslo todos los días, o al menos, cada vez que surge un debate, es un sano ejercicio de imaginación.

La política de la imaginación o de la tomada de pelo

A veces nos toman tanto el pelo que me gustaría ser pelado. La política de la imaginación no debe ser confundida con la imaginación en la política. La política de la imaginación es la que plantea que en este país se puede comer por $6.

Que lo que #LaCamporaSA hace en las escuelas es adoctrinamiento para la formación de cuadros políticos.
Que si un intendente del conurbano es afín al gobierno nacional es un luchador épico y transformador que defiende los derechos humanos y que si deja de ser afín se vuelve mafioso, patotero y homicida.

O bien el modelo de país que plantean en #Fahrenheit678 (la temperatura a la que el papel de la oposición se inflama y arde”), donde Barone es Susana Gimenez.con tintes de Sartre y siempre sale ileso el Gobierno Nacional, no se equivoca.

La política de la imaginación es la política de la negación, la picardía hecha propaganda para generar un orden conservador.
La revolución que plantea el gobierno nunca puede ser transformadora si es realizada no solo por las mismas personas, sino por las mismas personas que mantienen su “forma de pensar”, porque incluso aceptando que esta forma es sana, lo cierto es que no puede haber un cambio de rumbo en quienes nunca se equivocan.


La imaginación política puede ser la opción que unida al coraje puede generar un anclaje en el que podamos ponernos de acuerdo entre quienes tenemos convicciones distintas con valores idénticos respecto al futuro.

Todo lo que pueda ser dicho en tono taxativo generará inevitablemente una respuesta de idéntico tamaño y mayor o menor fuerza del otro lado. La imaginación junto a la cooperación y el coraje pueden generar que al menos generacionalmente empecemos a pensar nuestra política a través de una moral sin dogmas.

En definitiva, lo más importante es… no hagamos ridiculeces, salvo que nos divierta… Como a Lucas, que me invitó en esta columna para armar un poco de quilombo.
Los quiero.

1 comentario:

  1. Ya va siendo hora. Tantas visitas y que nadie comente; asumiré el rol diciendo que es mi primera vez.
    Me gustó el barroquismo con que Yeza con zeta (ya ha sido corregido el error tipográfico del apellido) abordó la política en esta ocasión. Aclarando que barroquismo, al menos como yo lo quiero usar, no es sobrecarga de ornamentos y multiplicidad de colorido; excediendo las dimensiones de lo meramente estético del barroquismo, éste es, en el fondo y fundacionalmente, evocar la imaginación, oponerse a la sistematización, plantear un despliegue dialéctico creativo antes que polemista para poder transformar.
    Una picardía es una astucia para decir algo pero también bien puede entenderse como una deshonestidad. Es un recurso accionario para maquillar algo, disimularlo, atenuarlo; la picardía existe para que la brillantez de la gracia aligere la injuria, por ejemplo; la picardía existe para modificar algo sin que nada cambie, como bien dijo Yeza.
    Mientras que la imaginación es una forma de elaboración. Que compleja lo percibido, lo relaciona con otras informaciones, para finalmente culminar en su propósito que no es otro (ni menor) que el de conceptuar cosas nuevas. Como una apasionada de la psicosemiología podría detenerme en este punto y comenzar a hilar subordinadas infinitamente, pero ése no es el corazón del asunto. Lo que es indudable e indiscutible es que sólo a partir de la imaginación se avanza, en la política y en todos los órdenes de la actividad.
    A pesar de que siempre se nos ha dicho y por algo existe la premisa que reza “persevera y triunfarás”, pienso que a veces no es meritorio perseverar en una idea, aferrarse a ella como temiendo despegar. Nada se derrumbará. La directriz puede y debiera mantenerse –aún y mejor- con un pensamiento elástico con respecto a la idea política de preferencia. Porque repensarla, subjetivarla, renovarla, abandonarla, no es una deslealtad ni es el fin; es recomenzar. Abandonarla es la génesis de otra cosa.
    ¡Qué lindo que es!, cada tanto, armar un poco de quilombo.

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